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20/03/2005 | ¿Para qué quiere Japón tener problemas con sus vecinos?

Dmitri Kosyrev

La pregunta principal que surge en relación con la crisis nipono-sudcoreana, que ha surgido inesperadamente, es: ¿se trata de una casualidad, una contrariedad que le ha caído encima al Gobierno japonés o de una premeditada acción política de éste mal calculada?

 

A primera vista parece obvio que el litigio territorial con Corea del Sur es lo último que el Japón necesita hoy día. Todo empezó cuando las autoridades de la prefectura nipona de Shimane aprobaron el 16 de marzo un acto legislativo, proclamando el "Día de Takesima". Se trata de unas islas que ocupan 0,23 kilómetros cuadrados solamente, las que a partir de 1950 pertenecen a Corea del Sur y se encuentran a 100 millas del territorio japonés y a 46 millas del de Corea del Sur. Su nombre coreano es Tokdo, y ellas tienen una larga historia de pasar de las manos japonesas a las coreanas, y viceversa, además en la mayoría de los casos solamente en el papel.

Por ejemplo, las islas le fueron quitadas a Corea e incorporadas a la prefectura de Shimane hace 100 años, el 22 de febrero, al término de la guerra ruso-nipona de 1904-1905, resultado de la cual Rusia se fue de la península de Corea y allí se estableció en esencia un ilimitado dominio del Japón. Aquel mismo año el Japón asumió la realización de la política exterior de Corea. Pero la plena y oficial ocupación por el Japón de la península de Corea duró de 1910 a 1945. Como es sabido, en 1945 el Japón capituló en la Segunda Guerra Mundial, perdiendo todos los territorios ocupados, incluidas importantes áreas de China, territorios de Rusia, Indonesia y Malaysia ocupados anteriormente y otros.

El pasado colonial ya es Historia, el Japón volvió a ser Japón en sus marcos nacionales. Por lo menos así percibían los resultados de la guerra los países limítrofes.

Pero he aquí que por una iniciativa que parte desde abajo se propone desplegar una campaña propagandística por todo el Japón el "Día de Takesima" (22 de febrero), con el fin de "elevar de nivel la comprensión por el público" (se tiene en cuenta el público nipón) de que los coreanos retienen ilegítimamente unos territorios japoneses.

¿Cómo deben reaccionar ante ello los vecinos del Japón, incluidos Rusia, China y otros países más pequeños? "Renacimiento del espíritu del militarismo nipón", "revanchismo", así califican los países asiáticos la "crisis de Takesima". En efecto, si la opinión pública japonesa con la tenacidad propia de ella va a disputar año tras año los resultados de la Segunda Guerra Mundial, si a las nuevas generaciones les va a inculcarse el convencimiento de que los países ganadores procedieron injustamente con respecto al Japón, parecerán demasiado obvios los paralelos que se puede trazar con el comportamiento de Alemania entre la Primera y la Segunda Guerras Mundiales. La nación que tiene tal filosofía en teoría puede resultar peligrosa para los países que consideran ya vuelta la página de aquel pasado: EE UU, Rusia, China, las dos Coreas y otros.

Máxime que ya se tienen precedentes. A Rusia se le disputan de un modo análogo cuatro islas meridionales de las Kuriles, a causa de lo cual hasta hoy día no se ha concertado el tratado de paz entre dos países participantes de la Segunda Guerra Mundial. Los sucesos en cuestión confirman que el asunto no se reduce a una posición especial de Rusia, sino que radica en la psicología nacional del Japón.

¿Quién y con qué objetivo lo necesita? Según una versión, somos testigos de una situación típica para la diplomacia internacional de los últimos años, cuando a nivel de la sociedad ciudadana surgen iniciativas que minan la política exterior del país. La diplomacia, para proteger los intereses nacionales, se ve obligada a luchar en dos frentes, tanto fuera de su país como dentro de sus fronteras. Los diplomáticos del mundo entero nunca saben bien qué se debe hacer en tales situaciones. Un ejemplo de ello son las sanciones que imponen contra unos u otros países determinados Estados de EE UU. Los casos así se dan, aunque no se conocen ampliamente.

En nuestro caso concreto tenemos que ver con un problema que hace daño en primer lugar al Gobierno de Junichiro Koizumi. ¿Para qué necesita Tokio tener un resonante conflicto con Corea del Sur el año proclamado precisamente como Año de Amistad con Corea, en relación con el 40 aniversario del establecimiento de relaciones diplomáticas? (Tampoco Corea del Norte está del lado del Japón en ese conflicto). ¿Para qué provocar recelos en China, con la que también existe un problema territorial, en el que, cual en un espejo, se refleja el coreano. Se trata de unas islas controladas por el Japón. ¿Para qué complicar las relaciones con Rusia, cuya disputa territorial con el Japón es una copia exacta de la situación que se tiene con Corea? Si al Japón le apetece recuperar siempre nuevos territorios, que le habían pertenecido en los siglos 20, 19 y más lejanos, ¿qué sentido tiene, entonces, cumplir la Declaración Soviético-Nipona de 1956, que estipula la entrega de dos islas kuriles al Japón? Pues la opinión pública seguirá empujando a las autoridades niponas a formular siempre nuevas pretensiones, y así hasta lo infinito.

Es decir que la prefectura de Shimane, cuya asamblea votó casi por unanimidad a favor de promulgar su escandalosa ley, hace retroceder por muchos años los esfuerzos de Tokio, de por sí no muy fructuosos, de estructurar una política exterior normal, devolviendo al Japón a aquel estado de aislación a medias, en el que el país buscaba puntales en la unión con EE UU.

Pero también existe la segunda versión de tal proceder. Tras las acciones de los legisladores de una pequeña prefectura puede estar precisamente el Gobierno central. Pues fue precisamente éste que hace un tiempo transformó en política nacional pretensiones "locales" análogas formuladas por los habitantes de Hokkaido hacia Rusia. Esa versión la viene a confirmar, por ejemplo, la renuncia del primer ministro Koizumi a unirse a los dirigentes máximos de otros países que llegarán en mayo a Moscú para celebrar el 60 aniversario del fin de la Segunda Guerra Mundial. El sentido de esa acción puede interpretarse como la falta del deseo de reconocer los resultados de esa guerra y hacer frenar el debate de los problemas territoriales que se sostiene con Rusia.

Desde luego, la segunda versión parece poco probable. Pues al aplicar tal política, el Japón no gana nada, pero pierde mucho. Es por ello que a sus vecinos les conviene seguir atentamente la conducta del Gobierno de Koizumi en ese inesperado conflicto con Corea del Sur.

Dmitri Kosirev, es comentarista en temas políticos

Ria Novosti (Rusia)

 



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