Un tiempo breve. La guerrilla bajo la égida de El Che entusiasmó a mucha gente generosa y desembocó en tragedia. Sirvió para justificar la cadena de golpes de Estado que empezó en Brasil en 1964 y cubrió el continente con las excepciones de México, Venezuela, Colombia y Costa Rica.

La esperanza demócrata-cristiana que a la hora de la Revolución cubana despertaba en Chile y Venezuela tampoco prosperó. Fue necesaria la terrible lección del pinochetazo para que la DC chilena abrazara la democracia bajo la forma de una alianza con el enemigo de 1970-1973, el partido socialista. Hoy, el Chile de la presidenta Bachelet, y de la coalición socialista y demócrata-cristiana es, con el Brasil de Lula, uno de los pocos países que invitan a la esperanza en el continente austral.

Con todo y sus problemas, Chile no es rico, no ha sido favorecido por la naturaleza y su gente trabaja muy duro, mucho más que nosotros; el nivel de vida de su clase media no se puede comparar para nada al nuestro y sus miembros trabajan mucho más que nosotros. En cuanto a Brasil, gigante que tiene la cabeza en el primer mundo y en el siglo XXII, pero los pies en el tercero y en la prehistoria, sus problemas corresponden a su tamaño. Tiene la suerte política de tener un presidente como Lula, pero sus desigualdades, la violencia de su vida cotidiana que hace de la ciudad de México, en comparación, un oasis de paz, la destrucción de sus ecosistemas, la corrupción, en fin, hacen que no deje de ser un país tristemente latinoamericano.

¿Por qué América no sale del bache con todos los cambios de los que he sido testigo desde 1962? He pasado, como mi generación, por etapas de optimismo y pesimismo, a veces moderadas otras exageradas. Ahora mi perplejidad es mayúscula y mis conocimientos como historiador, sumados a mis vivencias, no hacen más que aumentarla.

Tenemos a Argentina. Un gran autor francés sabelotodo, creo que Leroy-Beaulieu, profeta de la descolonización (50 años antes, eso tiene su mérito) escribía, cerca de 1914, que Argentina y Canadá se parecían muchísimo, por sus condiciones naturales (clima, potencial agrícola, riquezas del subsuelo, ríos, litoral) y humanas (territorio casi virgen hasta el siglo XVII, peso casi nulo de la historia anterior, nación de inmigrantes con la llegada masiva de europeos después de 1850, sistema político democrático, economía próspera). Profetizaba que ambos tendrían un destino semejante y un desarrollo paralelo a lo largo del siglo XX. ¿Sabe usted que en vísperas de la gran crisis mundial de 1929 el ingreso per cápita argentino era superior al del ciudadano de EU? Y que Argentina seguía siendo una democracia. ¿Por qué cree usted que Buenos Aires es una ciudad tan hermosa, comparable y parecida al Londres y al París de la belle epoque?

¿Y luego? Desastre sobre desastre hasta este presidente Kirchner que prepara su reelección o la elección de su mujer, descubriendo que Isabelita, la segunda Evita Perón, la dura represora (peronista) que precedió la dictadura militar, necesita ser juzgada y castigada. Ni él ni el presidente Chávez, democráticamente elegidos, preparan un futuro risueño para la democracia.

¿Y nosotros? Históricamente no nos fue tan mal, después de los años álgidos de la Revolución. A la distancia, me atrevo a decir que tuvimos suerte de tener un PRI que nos salvó de los desastres vividos por toda América Latina: el problema no es el pasado, sino el presente que prepara el futuro inmediato y de nuestros hijos. Un futuro sin cantidades ilimitadas de petróleo, para posponer reformas que todos dicen necesarias e indispensables, desde que tengo memoria.

Un futuro sin excedentes de cereales en el mercado mundial, que no nos permitirá comprar la tecnología que renunciamos hace tiempo a inventar y producir, en el cual la desigualdad social, la prepotencia del narcotráfico y la violencia amenazan con destruir al Estado. Lo que no es el caso en muchos países de América Latina.

Pero ese Estado, que debemos defender, es pobre y debilitado por la corrupción y la crisis de la clase política y los tres grandes partidos. Lo que pasa en PAN, PRD y PRI no tiene nombre; de no ser trágico (la sangre corre, con el dinero) sería una comedia.

Nuestro Presidente, que debe enfrentar las crisis petrolera, hacendaria, de la tortilla, etcétera, ha dado prioridad a la lucha contra los narcos. Piensa que tienen un plan para desestabilizar el Estado. No lo dudo. Por lo mismo tiene que ser fuerte, en el marco de las instituciones. Eso implica que cuente con el apoyo sin fallas de su partido. No lo tiene, la infantería panista le dio la victoria contra la cúpula, que sigue con el mando y se blinda. En 1913 la cúpula del Partido Católico Nacional optó por Huerta, el dictador, cuando las filas del PCN habían sido maderistas.

La eminencia gris del Presidente (espero que tenga una) debe darle el consejo siguiente: mandar a Manuel Espino al extranjero con una misión o un cargo honorífico, y poner dirigentes leales a la cabeza del PAN. El Presidente puede y debe hacerlo. Para sí mismo y para el bien de la nación.

jean.meyer@cide.edu

Profesor investigador del CIDE