No se debe olvidar que fue esa clase media la que, por ejemplo, en la ciudad de La Paz le dio el triunfo al líder del Movimiento al Socialismo (MAS), en barrios como Sopocachi, Miraflores, San Pedro, y, lo insólito, en la zona Sur, tradicional bastión de los sectores más moderados e identificados con posiciones de derecha. Se podría decir lo mismo de otras ciudades, capitales de departamento, donde el MAS obtuvo muchos más votos de los esperados, todo porque su discurso estuvo bien dirigido hacia esa clase media, otrora inmensa, y que, poco a poco, con el impacto económico recibido por el desempleo y los bajos sueldos y salarios, se ha debilitado.

¿Qué sucede con la clase media? Pues que no ha recibido la atención que anhelaba en el corto plazo que va de la administración del presidente Evo Morales. Aunque la situación puede cambiar con el tiempo, la clase media es mera espectadora de una política gubernamental que está más dirigida a los sectores depauperados, a los campesinos e indígenas, en especial.

El Gobierno ha creado una mística del "originario" donde está volcando toda su voluntad y su esfuerzo, en una actitud política de reivindicación de los antiguos ancestros aymara y quechua, sobre todo.

En las propias funciones de gobierno, en el mismo gabinete, en la administración pública en general, si bien hay dignatarios y funcionarios de clase media, la presencia de indígenas es importante. Mucho más en lo que hace a los representantes nacionales ante el Congreso de la República, y ni qué decir de quienes participan como asambleístas en la Constituyente, donde la clase media cuenta menos todavía.

Los jóvenes profesionales -y quienes practicaban una profesión libre o estaban en la administración del Estado- hoy están en trabajos ajenos a su cotidiano quehacer. O son conductores de taxis, por ejemplo, o se prestan para servicios ocasionales, o definitivamente han ingresado en la informalidad y el subempleo. Esto, demás está decirlo, viene de algunos años atrás, pero el problema es que esta clase social esperaba un cambio que la beneficiara, y se encuentra con que el Gobierno mira hacia otros lados, que, aparentemente, le interesan más desde el punto de vista político. Pero, quizá, lo más indignante para la clase media han sido los ánimos de confrontarla con las poblaciones étnicas bajo la lógica del revanchismo.

Esto ha hecho que mucha gente de la clase media esté hoy apoyando las huelgas de hambre en las ciudades más importantes, y que participe de marchas y vigilias con las que el Gobierno no está de acuerdo. La esperanza de mejores tiempos parece no hacer efecto en esos sectores. Lo que sucede es que cuando se subsiste con salarios paupérrimos, la espera no es soportable y la gente quiere ver cambios efectivos, que, a corto plazo, les mejore su situación económica.

La nacionalización del gas, sea probablemente, la única medida que podría alentar a la clase media a tener un poco de fe.