El coronel Du murió, junto con otras tres personas, en un bombardeo israelí en el sur de Líbano, pero el primer ministro chino, Wen Jiabao, confirmó después que la contribución china aumentaría en 800 efectivos hasta totalizar mil soldados.

El coronel Du fue la octava víctima china desde que en 1990 Pekín comenzó a colaborar con las fuerzas pacificadoras del máximo organismo internacional. Desde que envió tropas a Camboya en 1992, China ha desplegado 5.600 soldados y policías en quince misiones de la ONU, desde la República Democrática de Congo hasta Liberia, pasando por Timor Oriental, Kosovo, Bosnia-Herzegovina, Haití y Afganistán. Este año, antes de la invasión israelí, China había enviado a más de 180 soldados, la mayoría ingenieros expertos en la desactivación de minas, para que se unieran a los dos mil efectivos de la ONU en Líbano. Ésta es la primera misión de tropas chinas en Oriente Medio.

El renovado interés de China por colaborar con la ONU ha disparado las interpretaciones occidentales. Cuando Pekín anunció que incrementaría su contribución a las fuerzas que iban a ser destacadas en Líbano, Romano Prodi, primer ministro de Italia, aplaudió la iniciativa, y dijo: "Esto demuestra que China está asumiendo más y más responsabilidades en la escena internacional". Sin embargo, la satisfacción de Prodi, dirigida a avalar la voluntad multilateral que proclaman los dirigentes chinos, sonó a música celestial para los escépticos, que prefieren interpretaciones mucho más prosaicas.

Expertos militares consideran que las misiones de paz de la ONU se han convertido en un laboratorio donde los dirigentes chinos ven la oportunidad de mejorar el entrenamiento de sus tropas y de comprobar la utilidad de su armamento, ahora en proceso de modernización y, según la Administración Bush, de acaparamiento. Es más, dicen algunos expertos, los oficiales chinos tienen en estas misiones la ocasión histórica de contemplar la práctica y los métodos empleados por las tropas de otros países.

Otros analistas más diplomáticos apuntan a Europa. Consideran que el gesto chino en Líbano tiene como objetivo convencer a la Unión Europea para que levante el embargo de armas impuesto a Pekín a raíz de la matanza de Tiananmen, en 1989, cuando al menos dos mil manifestantes que reclamaban democracia murieron al ser sofocada la protesta. Los gobiernos europeos mantienen el embargo sobre la venta de armas pese a las intensas presiones estadounidenses, pero algunos, como Francia e Italia, parecen dispuestos a levantarlo. El presidente francés, Jacques Chirac, se deshizo en elogios ante la iniciativa china de enviar más soldados a Líbano cuando en la cumbre euroasiática de la ASEM, celebrada en Helsinki, le preguntaron por la amenaza que representa Líbano para las tropas francesas.

Estas dos interpretaciones son plausibles. Pero hay una tercera que no resulta menos interesante. China, una superpotencia emergente sedienta de petróleo, es ya el segundo consumidor de crudo, sólo por detrás de Estados Unidos. Ysi en la actualidad, el 60 por ciento de sus importaciones procede de los yacimientos de Oriente Medio, todo indica que cada vez más, conforme crezca, será más dependiente de los suministros de esta región. China ya está presente, por ejemplo, en Siria, donde participa en la compañía Kawkab Oil Company (SSKOC), que explotará un campo petrolífero situado a 600 kilómetros de Damasco, y ha invertido en los yacimientos de petróleo y gas de Furat.

China, dadas sus ansias de crecer, está modificando el escenario global, aunque su comportamiento no es lineal. Fomenta el cambio, al menos en lo que se refiere al acceso a las materias primas, con lo que dispara la rivalidad entre los consumidores; pero, al mismo tiempo, se presenta, en contraposición a Estados Unidos, como una potencia partidaria del statu quo político. Pekín no da lecciones, a diferencia de Washington, de democracia ni promueve el cambio de régimen, y eso tranquiliza a no pocos gobiernos sentados sobre un barril de petróleo o de otras materias primas estratégicas.

La política exterior china se comporta pragmáticamente con Venezuela, donde Hugo Chávez le va a multiplicar el suministro de petróleo, y con Sudán, donde a China no se le ocurre levantar la voz por la tragedia de Darfur. Y negocia desde Arabia Saudí, que ha recibido con alfombra roja a los dirigentes chinos, hasta Birmania, pasando por el Irán teocrático que se las tiene con medio mundo pero sobre todo con la Administración Bush. Por todo esto, Pekín, cuando ha decidido poner pacíficamente un pie en la región de Oriente Medio, es que debe estar convencido de que la muerte del coronel Du Zhaoyu en Líbano no habrá sido en balde.