Un cuarto de siglo después, y desde noviembre del 2005, en América Latina se han celebrado once elecciones presidenciales y la nota dominante es que "han sido libres y democráticas, a pesar de las irregularidades", según Raúl Alconada, representante de la Organización de Estados Americanos (OEA), institución que ha supervisado los comicios.

Lo que no ha cambiado en América Latina es el debate sobre dónde está la solución, si en el Estado o en el mercado. Francis Fukuyama analizó en su final de la historia el pecado original por el que el liberalismo económico no acaba de ganarse el pan en América Latina. Mientras en América del Norte, dice Fukuyama, la economía fue cosa de la burguesía emergente y de la meritocracia, en el sur del continente los negocios comenzaron como concesiones reales.

En el siglo XX, los latinoamericanos intentaron dar con la fórmula para redistribuir la riqueza por distintos caminos, desde la revolución mexicana y las reformas de Lázaro Cárdenas hasta la revolución sandinista, pasando por Getulio Vargas en Brasil, el peronismo, la revolución boliviana de 1952, el castrismo, los militares reformistas peruanos de 1968 y el triunfo de Allende. Pero muchos de estos intentos acabaron como el rosario de la aurora. Y el paisaje cambió en los años noventa con el mexicano Carlos Salinas de Gortari, el peruano Alberto Fujimori y el argentino Carlos Menem, que comulgaban con el libre mercado. El tiempo, sin embargo, les puso en su sitio: los tres hicieron las Américas, pero no las cambiaron.

El resultado de estos experimentos es decepcionante: con una población de 540 millones, 222 millones son pobres, de los que 100 millones viven con 2 dólares al día. Según el programa de la ONU para el Desarrollo, América Latina es la más desigual. "¿Cómo, con estos datos, puede sorprender que haya populismo?", preguntó Carlos Chacho Álvarez, presidente de la Comisión de Representantes Permanentes de Mercosur, en el I Encuentro Iberoamericano 2006, organizado en Madrid por la Secretaría General Iberoamericana, el Real Instituto Elcano e IDEA.

"Tras el fracaso estrepitoso de la clase dominante tradicional, no puede venir un moderado", añadió. Y Alfredo Barnechea, asesor de relaciones exteriores del Banco Iberoamericano de Desarrollo, insistió en lo mismo. "¿Populismo? ¿Son los latinoamericanos más tontos que el resto?", se preguntó. "En Perú funciona la mina de oro más rentable del mundo, pero la pobreza alcanza en su zona al 70 % de la población", respondió.

Armando Calderón, ex presidente de El Salvador, cargó en la reunión contra el populismo, al que acusó de haber "empobrecido a Ameríca Latina". No le faltan razones, aunque Ignacio Walker, ex ministro de Asuntos Exteriores de Chile, sin ser tampoco un entusiasta del neopopulismo, lo explicó más "como un síntoma que como la raíz del problema". Y para que se le entendiera contó una pintada que ha visto en Lima. "No más realidades, queremos promesas", decía el grafiti.

Hasta la década de 1980, América Latina optó por más Estado que mercado, y desde entonces ha preferido más mercado que Estado, aunque la situación está cambiando con el neopopulismo. Por eso la conclusión del encuentro de Madrid fue "más mercado y mejor Estado". El problema, sin embargo, es cómo se logra este equilibrio en el subcontinente más desigual, con corrupción y con elites depredadoras. Evo Morales se ha convertido en el primer presidente indígena de Sudámerica; Michelle Bachelet es la primera presidenta de Chile, y Lula, ahora reelegido, es el primer sindicalista que llega a la presidencia. Pero la elite sigue siendo la misma.

"Los estados existen porque existen los impuestos", dijo Osvaldo Hurtado, ex presidente de Ecuador. "Si pagan pocos y reciben menos, no hay Estado", añadió. La evasión fiscal latinoamericana es del orden del 50% en cuanto a las personas y del 40% entre las sociedades.

Y como afirmó Guillermo de la Dehesa, presidente de Aviva Grupo, un Estado cuyos ingresos procedan en menos de un 20% de los impuestos no puede suministrar los servicios sociales necesarios. En América Latina, sólo un país, Uruguay, está por encima del 20%. Pero, además, resulta que el gasto social es regresivo en la región, ya que lo disfruta el sector con la renta más alta, que recibe hasta el 48%. "Brasil invierte el 7% de su PIB en educación, pero la mitad va a las universidades", afirmó José Juan Ruiz, economista del Grupo Santander.

Son las termitas que disfrutan del gasto público porque conocen los entresijos legales. El ex presidente uruguayo Julio María Sanguineti dice que "el populismo es escasa racionalidad económica, y sólo es posible si hay dinero". Tiene razón. Pero, aun sin corrupción electoral, el populista Hugo Chávez, que nada en petróleo y subsidios, lleva las de ganar en Venezuela, donde hay regiones en las que casi los dos tercios de la población viven en la pobreza.