El Gobierno italiano anunció ayer la destitución de los jefes de los tres principales cuerpos de espionaje del país y nombró inmediatamente a sus sustitutos. La decisión ha sido muy criticada por la oposición, no tanto por los nombres de los nuevos responsables de los servicios secretos, sino porque el Gabinete de Prodi llevó a cabo la operación sin consultas previas.
«Se trata de un nuevo acto de arrogancia política. Estos nombramientos son la enésima demostración de que Prodi y la izquierda, especialmente la izquierda radical, no buscan el diálogo. Imponen sus decisiones y basta», denunció el representante parlamentario de Forza Italia, en unas declaraciones que repitió todo el espectro político del centro-derecha.
El primer ministro, Romano Prodi, insistió en que los nombramientos no eran ni un castigo, ni una cuestión política, una argumentación que avalaron insistentemente varios miembros del Consejo de Ministros. Tanto se repitió el razonamiento que merece ser puesto en duda. «Hemos elegido a personas fuera de las cuerdas del juego político, con gran experiencia en el sector y grandes éxitos profesionales. Creo que es una bella página para el país. Después de tantos años de responsabilidad hay que dar paso a las rotaciones», aseguró Prodi.
La destitución más polémica fue la de Nicolò Pollari, jefe de los Servicios Secretos Militares (SISMI), quien desempeñó un papel protagonista en la misión italiana en Irak, tanto durante la liberación de los rehenes italianos como en el turbio episodio del rapto del imán Abu Omar por agentes de la CIA.
