Según el estudio del Instituto Internacional de Educación (IIE), una organización no gubernamental con sede en Nueva York, el número de estudiantes universitarios de Estados Unidos que estudian en el extranjero alcanzó 206,000 este año, muy por encima de los 83,000 de hace una década, y de los 45,000 de hace dos décadas.

Debo confesar que mi primera reacción cuando leí estas cifras fue de alegría. Las cifras sugieren que Estados Unidos podría estar empezando a dejar de ser un país ensimismado, donde casi el 80 por ciento de la población no tiene pasaporte, y donde --según una reciente encuesta del National Geographic-- el 63 por ciento de los jóvenes no puede ubicar a Irak en un mapa, y el 69 por ciento no puede ubicar a China.

Mis esperanzas aumentaron aún más cuando hablé con el presidente del IIE, Allan E. Goodman, y le pregunté si el aumento del estudio en el extranjero podría tener un impacto en la política exterior de Washington.

''Claro, tendrá un impacto notable en la forma en que los americanos piensan sobre el resto del mundo, y en la forma en que el mundo piensa sobre Estados Unidos'', me dijo Goodman. ``Creo que el número de estudiantes que estudia en el extranjero crecerá aún más en los próximos años''.

Las cifras están creciendo porque los jóvenes se dan cuenta de que, en una economía global, les será mucho más fácil obtener un empleo si pueden poner la palabra ''China'' o ''Brasil'' en su currículum, dicen los funcionarios del IIE. Y las universidades de Estados Unidos, conscientes de que sus contrapartes europeas ya exigen que sus alumnos pasen periodos en el exterior o hablen al menos una lengua extranjera, no se quieren quedar atrás.

Al menos dos universidades de Estados Unidos, el Politécnico de Worcester en Massachusetts y la Universidad de Goucher en Maryland, ya están haciendo obligatorios los estudios en el extranjero. Y Harvard recientemente anunció que hará más fácil para sus estudiantes pasar algún periodo en el exterior.

Pero cuando vi qué países están escogiendo los estudiantes norteamericanos, me di cuenta de que --desafortunadamente-- sólo un pequeño número de los futuros líderes de Estados Unidos están pasando parte de sus años formativos en el mundo en desarrollo. Más del 60 por ciento de los estudiantes van a Europa, mientras que sólo el 14 por ciento va a América Latina, el 8 por ciento a Asia y el 7 por ciento a Oceanía.

El destino más popular es Inglaterra, con 32,000 estudiantes norteamericanos, seguido por Italia, España y Francia. México está en sexto lugar, con 9,200 estudiantes, Costa Rica en el décimo lugar, con 4,800 estudiantes, Chile en el puesto 16, con 2,400 estudiantes, Argentina en el 18, con 2,100 estudiantes y Brasil en el 19, con unos 2,000 estudiantes.

Los estudiantes escogen dónde estudiar en parte por el lenguaje, en parte por la diversión, y en parte por el marketing de los países receptores. Mientras que Inglaterra, Italia y Francia ofrecen clases en inglés que permiten a los estudiantes norteamericanos aprobar sus asignaturas técnicas en las universidades de Estados Unidos, mientras estudian un idioma extranjero paralelamente, la mayoría de universidades de América Latina no lo hacen.

''La realidad es que la mayoría de estudiantes norteamericanos son monolingües'', me señaló Peggy Blumenthal, vicepresidenta de IIE. ``La razón por la que muchos más estudiantes de Estados Unidos vayan a México que a otros países latinoamericanos es que las universidades mexicanas como el Tecnológico de Monterrey ofrecen buenos programas en inglés''.

Mi opinión: igual que, como escribimos hace algunas semanas, América Latina podría beneficiarse enormemente si lograra captar una parte de los 100 millones de norteamericanos que se van a jubilar en las próximas tres décadas, los países de la región podrían beneficiarse mucho si obtuvieran una tajada mayor de los cientos de miles de estudiantes norteamericanos que estudiarán en el exterior en los próximos años. Es cierto que las noticias sobre violencia política y delincuencia callejera serán un obstáculo para atraer a muchos. Pero lo cierto es que Europa está teniendo su cuota de violencia terrorista, que no es menos peligrosa.

Con sus maravillas turísticas, precios relativamente bajos, y un estilo de vida atractivo, América Latina se podría convertir en un destino favorito para los estudiantes norteamericanos. Eso no solo traería un beneficio económico para la región, sino ayudaría a que ambas partes se entiendan mejor en el futuro.