Los cambios de gobierno forman prácticamente parte del folclore italiano. Sin embargo, la renuncia de Mario Draghi afecta al país en medio de la peor crisis en las últimas décadas, opina Bernd Riegert.
En lo que respecta al tiempo que duró en su cargo, Mario
Draghi no lo hizo peor que otros primeros ministros italianos antes de él. Con
sus 18 meses al frente del gobierno, incluso supera el promedio de todos los 67
gobiernos italianos electos después de la Segunda Guerra Mundial.
El país está acostumbrado a las crisis de gobierno y los
cambios permanentes. Vista desde afuera, Italia no parece ser muy estable, pero
sí es entretenida a nivel político. En el interior, los electores disfrutan del
espectáculo con una mezcla de fascinación y rechazo. Al igual que muchas
renuncias pasadas, también esta contó con muchos elementos de la ópera seria:
drama, envidia y celos.
Hubo de todo un poco, menos una verdadera razón política.
La renuncia tiene que ver con la neurosis del populista de izquierda Giuseppe
Conte, quien, con tal de distinguirse, torpedeó la gran coalición de la
"unidad nacional". Ahora, los populistas de derecha tienen la
esperanza de que su candidata, la extremista de derecha Giorgia Meloni, gane
las nuevas elecciones. Con su partido "Hermanos de Italia"
actualmente lidera los sondeos.
No está seguro si logrará formar una coalición de derecha
con el apoyo de los políticos Silvio Berlusconi (Fuerza Italia) y Matteo
Salvini (Liga) y crear un gobierno más estable. Quizás los dos partidos
socialdemócratas que participan en la carrera electoral logren formar una
mayoría de izquierda.
El tecnócrata independiente Mario Draghi que, tras el
colapso del gobierno populista de izquierda bajo el liderazgo del partido
antisistema "Movimiento 5 Estrellas", tomó las riendas de un gobierno
de unidad nacional, en realidad lo ha hecho todo bien.
Sacó a Italia de la crisis del coronavirus y consiguió
altas ayudas financieras y créditos de la Unión Europea (UE) para reconstruir
al país endeudado. Asimismo, Italia cobró mayor relevancia dentro del bloque
comunitario. En su calidad de antiguo presidente del Banco Central Europeo,
Draghi sabía de economía, sin embargo, no pudo evitar el dramático aumento de
la inflación.
Una Italia fuerte sería mejor
El hecho de que el visiblemente exhausto Draghi tire la
toalla es malo tanto para Italia como para la Unión Europea. De cara a la
recesión que se perfila, la crisis energética y la terrible guerra de Rusia
contra Ucrania, se necesita una Italia fuerte y con capacidad de maniobra. Una
Italia que en los próximos meses se perderá en una lucha política interna con
su complejo sistema de partidos divididos, solo debilita a la UE.
La suspensión de las reformas que Draghi logró impulsar
tras décadas solo tendrá un impacto negativo en la economía y la sociedad
italianas. Los mercados ya reaccionan con la caída de acciones, mayor presión
sobre los bancos italianos y una subida de intereses para los empréstitos
estatales.
El próximo gobierno, sobre todo si es liderado por
populistas de derecha prorrusos, tendrá dificultades para manejar a un país
extremadamente endeudado por los tiempos difíciles que se avecinan. Y en caso
de que Italia se vaya a la bancarrota, la unión monetaria del euro estará bajo
presión, haciendo tambalear a la UE. En otras palabras, Italia es demasiado
importante como para dejarla fracasar.
Al comienzo de su mandato, Mario Draghi fue celebrado
como la última oportunidad para sacar a flote a una Italia golpeada. ¿Se ha
perdido esta oportunidad? La fecha regular para las próximas elecciones hubiese
sido a principios del próximo año. A más tardar entonces el tecnócrata
independiente hubiese tenido que dejar el poder. En el ruedo político, el drama
solo fue adelantado por seis meses, pero se produce en medio de una crisis
múltiple derivada de la inflación y las consecuencias de la guerra.