“La transición de la democracia al culto a la personalidad empieza con un líder dispuesto a mentir continuamente con el fin de desacreditar la verdad como tal”.Timothy Snider.
En esta serie de artículos he comentado varios casos
donde el culto a la personalidad jugó un papel preponderante en el
reforzamiento del poder. Sobresalen los casos de Stalin, Mao, Mussolini y
Ceausescu. En el Medio Oriente, un buen ejemplo es el caso de Gamal Abdel
Nasser en Egipto. Nasser participó con un grupo de jóvenes militares, los
“Oficiales Libres”, en el golpe de estado contra el régimen incompetente y
corrupto del Rey Farouk en 1952. Dentro de ese grupo de oficiales, Nasser
destacó por su discurso de unión del mundo árabe en contra de Israel. El
“Panarabismo” como fue llamado el movimiento, lo llevó a la presidencia en
1954, donde desarrolló un régimen de presidencialismo fuerte con un partido
único, prohibiendo todo intento de oposición.
Su política económica de intervención del Estado era
bastante ineficiente. Inició con una reforma agraria poco efectiva y continuó,
unos años después, con la expropiación de la mayor parte de las empresas
privadas, creyendo erróneamente que el gobierno podía sustituir eficientemente
al sector privado. Sin embargo, su política exterior logró distraer la atención
de su pueblo. Por un lado, se unió al movimiento de “Países No Alineados”,
donde participaban líderes renombrados como Tito, Nehru y Sukarno, que buscaban
una ruta alternativa al capitalismo y al comunismo. Por otro lado, cuando
Egipto todavía no contaba con petróleo, se empezó a ganar al mundo árabe con su
decisión de cerrar en 1956 el Canal de Suez, la ruta más importante de
transporte de combustible del Golfo Pérsico hacia Europa.
Esta decisión tuvo como consecuencia la Guerra de Suez en
ese mismo año, cuando Egipto fue atacado simultáneamente por Francia, Gran
Bretaña e Israel, quienes tuvieron que interrumpir el ataque militar por
instrucciones del gobierno de Estados Unidos. El presidente Eisenhower, que no
había sido informado, no estaba de acuerdo en abrir, en plena Guerra Fría, un
frente adicional, justo el día en que las tropas soviéticas invadían Budapest.
Para Nasser, la Guerra de Suez fue un triunfo político a nivel internacional,
logrando que el mundo árabe lo idolatrara.
Nasser, sin embargo, no supo manejar de manera
inteligente la gran ascendencia lograda con sus países vecinos. La llamada
República Árabe Unida, fundada unos años antes con Siria y Yemen, se vino abajo
por su autoritarismo y protagonismo. Su acercamiento con la Unión Soviética,
con quien se alió para obtener armamento, olvidando por completo su compromiso
con los “Países No Alineados”, lo envalentonó, enardeciendo su discurso bélico
contra Israel. Este ciclo ascendente de agresiones verbales terminó en junio de
1967 con su derrota frente a este país en la Guerra de los Seis Días. El
fracaso militar devastó políticamente a Nasser y terminó con su rol como líder
del “Panarabismo”. Aun cuando Nasser asumió el costo político de la derrota
egipcia y presentó su renuncia a la presidencia, ésta no fue aceptada; su
pueblo aún lo idolatraba. Murió tres años después, dejando a Egipto afectado
por la explosión demográfica, el excesivo gasto en armamento, el ineficiente
estatismo, la falta de productividad y la corrupción.
En Latinoamérica los gobernantes que han utilizado el
culto a la personalidad para crear una red de simpatizantes que los ayuden a
mantenerse en el poder no son pocos. El caso de Juan Domingo Perón, en
Argentina, es especialmente interesante. Como lo señala Luis Esteban Manrique
en su artículo: Perón: el maestro del populismo, la idolatría hacia su persona
y su concentración de poder eran de tal magnitud que “los intereses de la
nación, siempre cambiantes y ajustados a la circunstancia, sólo podían ser
correctamente interpretados por la única persona dotada con la clarividencia
necesaria para justificar cualquier cambio de estrategia: él mismo”.
Perón gobernó de 1945 a 1955 acompañado por su esposa Eva
Duarte, quien jugó un papel muy relevante en la configuración del peronismo.
Evita, como era conocida, provenía de una familia pobre, era hija ilegítima y
le dio a su esposo la capacidad de acercarse a las masas. Su muerte en el año
1952 fue un gran golpe para Perón, pero tuvo la habilidad para aprovechar la
situación al lanzar una campaña para “canonizarla” ante el pueblo argentino.
Este hecho fortaleció aún más la admiración por el líder, ya que ahora estaba
acompañado por el aura de “Santa Evita”.
Perón supo aprovechar la bonanza económica generada por
el crecimiento de las exportaciones de carne y cereales durante la Segunda
Guerra y los primeros años de la Postguerra, años en donde el crecimiento del
PIB, el consumo y los salarios reales de los trabajadores crecieron a tasas de
dos dígitos. Sin embargo, a mediados de los 50 la producción agrícola en Europa
se recuperó, por lo que los precios de las exportaciones argentinas se
desplomaron. Por otra parte, la deuda externa contraída durante el auge exportador
se tenía que seguir pagando. Perón se tuvo que enfrentar a la dura realidad, ya
no había recursos para repartir. Fue destituido en un golpe militar en 1955. La
idealización que le tenía el pueblo argentino después de años de culto a su
persona, lo llevó de nuevo al poder en 1972, pero murió poco después, dejando
al país dividido y a la economía en una situación lamentable.
El caso de Alberto Fujimori, en Perú, es también
interesante. Un personaje poco conocido en la política peruana que con el apoyo
del sector popular y de los evangelistas logró el triunfo en la segunda vuelta
en las elecciones de 1990 contra el escritor Mario Vargas Llosa. Fujimori supo
capitalizar el enojo de los peruanos por la corrupción de Alan García y los
gobiernos anteriores, mostrándose como un político no tradicional. Su partido
logró en 1992 la mayoría en el Congreso. Sin embargo, esto no le fue
suficiente, pues ante la negativa del Congreso para concederle amplios poderes
para legislar sin contrapesos decidió, en abril de 1993, disolverlo e
intervenir el Poder Judicial. Además, tomó el control de los medios de
comunicación. El llamado “autogolpe” tuvo un respaldo popular muy amplio, ya
que el pueblo lo idolatraba. Este hecho se dio en un momento en el que la
oposición, formada por los partidos tradicionales, estaba muy debilitada por
sus luchas internas y por el hartazgo de la población, que los culpaba de la
crisis de los 80.
En los primeros años de gobierno, Fujimori logró
estabilizar la economía, aplicó una rigurosa disciplina que permitió controlar
la inflación e inició la privatización de empresas, lo que detonó la entrada de
inversiones extranjeras. Por otra parte, logró combatir exitosamente el
terrorismo, con la captura de Abimael Guzmán, líder de Sendero Luminoso, y el
desmembramiento de ese grupo terrorista. En poco tiempo fue creando un culto a
su personalidad que lo llevó a ser reelecto en el año 1995. En su segundo
mandato enfrentó una coyuntura internacional más difícil y enfrentó serios
conflictos dentro de su círculo cercano de gobierno. No pudo concretar sus
promesas de combate a la pobreza y la presión internacional en contra de su
estilo dictatorial le hicieron mella. Además, fue criticado por su “capitalismo
clientelar” y por el mal uso de los recursos provenientes de las
privatizaciones. Pero en noviembre del año 2000 la “gota que derramó el vaso”
fueron los escándalos de corrupción, donde las sospechas sobre su principal
colaborador, Vladimiro Montesinos, de tráfico de armas, sobornos a diputados y
compra de votos, recayeron sobre él. Fujimori presentó su renuncia, pero ésta
no fue aceptada, ya que el Congreso prefirió destituirlo por incapacidad moral
y abandono del cargo. Fue condenado a 25 años de prisión. El Fujimorismo, a
pesar de los escándalos y errores de su líder, sigue vigente. En 2016, el
Partido Fuerza Popular, liderado por Keiko Fujimori, hija del líder peruano,
logró la mayoría en el Congreso. El culto a la personalidad persiste.
En los últimos años, esta práctica parece ser más común
en cada vez más países. La decepción de grandes segmentos de la población
mundial sobre los políticos tradicionales y la frustración provocada por las
grandes disparidades económicas, han provocado que líderes carismáticos que se
muestran como políticos “no tradicionales”, obtengan el poder por la vía
democrática, haciendo promesas que son imposibles de cumplir. La tentación de
este tipo de líderes es usar el gran apoyo popular para reforzar su posición
política, debilitando las bases democráticas que los llevaron al poder.
Ante la pandemia que el mundo está padeciendo, existe la
duda si este tipo de líderes, que han sabido desarrollar el culto a su
personalidad a través de promesas vacías, podrán sostenerse en un entorno tan
complejo como el actual, donde el descontento de la población puede crecer
rápidamente ante el manejo ineficiente de la crisis sanitaria y económica que
se vive actualmente.
La historia no es tan clara en este sentido, como hemos
visto en esta serie de tres artículos, muchos errores y promesas incumplidas
que pudieran ser evidentes para una parte de la población, no son
necesariamente detectadas de manera oportuna por las mayorías que idolatran a
sus líderes.
***Acerca del autor: Moisés Tiktin, Es director general
de Banca Privada y Mercados de Banco Monex. Sus opiniones son personales y
reflejan su interés en aprender de la historia.
https://www.eleconomista.com.mx/opinion/El-culto-a-la-personalidad-y-las-promesas-incumplidas-Parte-III-20200628-0071.html