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23/06/2020 | Mirada Global - EE.UU.: Los militares le marcan la cancha expresamente a Donald Trump

Emilio Cárdenas

Los Estados Unidos están atravesando un momento particularmente difícil. En rigor están siendo muy fuertemente sacudidos por una ola de airadas y reiteradas protestas callejeras que los extremistas, tanto de izquierda como de derecha, organizan y llevan a cabo en las calles y plazas de sus principales ciudades, algunas las cuales desgraciadamente, tuvieron derivaciones violentas.

 

Con ese motivo, en el país del norte acaba de ocurrir algo que realmente es inédito: un grupo de importantes ex comandantes militares norteamericanos publicó una suerte de “solicitada”, en la que se oponen expresamente a lo que llaman: “la politización de las fuerzas armadas norteamericanas”. Porque, sostienen con razón, que ello “fragiliza” la relación de los militares con la sociedad toda.

En primer lugar, el General Mark A. Milley, el jefe del poderoso Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas, cuestionó, y condenó además -bien claramente- el liderazgo de su Presidente ante las protestas populares que estallaron luego de la infame suerte corrida por George Floyd, quien murió como un inesperado mártir.

Los cuestionamientos se vincularon, fundamentalmente, contra la odiosa y evidente cuota de constante -y subyacente- discriminación racial que, lamentablemente, aún afecta a una buena parte de la sociedad norteamericana.

Frente a lo cual, para tratar de controlar las protestas, Donald Trump amenazó de pronto con recurrir a las Fuerzas Armadas, si de mantener el orden público se trataba.

Al propio tiempo, Trump de alguna manera hizo pesar su autoridad, respondiendo negativamente a la sugerencia de cambiar los nombres de algunas de las principales bases militares norteamericanas, que aún se identifican en referencia a los apellidos de algunos líderes militares sureños del país del norte, que sufriera una durísima guerra civil provocada por la condenable institución de la esclavitud.

Lo mismo hizo el Secretario de Defensa, Mark T. Esper.

Estas posiciones específicas ocurrieron luego de que el mencionado general Milley, vestido con uniforme militar de fajina, acompañara, entre otros, a Trump  en su breve -pero desafiante- paseo personal frente a la conocida y emblemática iglesia episcopal de San Juan, emplazada en la Plaza Lafayette, muy cercana a la Casa Blanca, portando un ejemplar grande de la Biblia en sus propias manos, en actitud propia de un profeta.

Poco tiempo después de todo ello, Trump concurrió, como es ciertamente habitual, a la impactante ceremonia de graduación de los nuevos oficiales del ejército de su país, que se llevó a cabo en la sede de la Academia de West Point, pronunciando allí un discurso, con tono más bien conciliador y unificador. Destacando, de paso, una verdad sumamente importante: los EEUU tienen hoy las Fuerzas Armadas más poderosas de toda su larga historia y del mundo.

Curiosamente, el modo cadencioso -y más bien lento- de caminar del actual presidente norteamericano en esa ceremonia, excesivamente cauto al tiempo de dar un paso en su camino al podio, motivó alguna preocupación pública respecto de su verdadero estado actual de salud.

El particular diálogo mantenido entre el presidente norteamericano y sus militares al que nos hemos referido, recordó a todos por igual que, para no actuar a la manera de “travestis”, los militares norteamericanos deben empeñarse decididamente en defender -a brazo partido- a su propia Constitución y no a los que, de pronto, aparecen como circunstanciales líderes políticos, respecto de los cuales deben -ideológicamente, al menos- mantener su independencia.

El actual director de esa muy respetada institución educativa militar que es West Point, que tiene ya nada menos que 218 años de historia sobre sus hombros, es actualmente un hombre de color. Lo que es todo un símbolo. Positivo, naturalmente.

Lo sucedido puede tenerse como una reiteración de la importante definición social prevaleciente en el país del norte acerca de cómo debe, efectivamente, ser y manejarse la compleja relación de los militares norteamericanos con la sociedad a la que ellos ciertamente sirven y pertenecen y por la que deben combatir, eventualmente. De cuya actividad política ellos deben tratar de permanecer esencialmente excluidos. Al costado, entonces. Para no herir la delicada pero esencial, sensación de respeto recíproco y confianza mutua que debe idealmente imperar entre ambos grupos.

Las elecciones

Mientras tanto, los EEUU caminan raudamente hacia la elección presidencial del próximo mes de noviembre, que será previsiblemente muy reñida.

Hoy Joe Biden, el candidato opositor, lleva alguna clara ventaja sobre Donald Trump y las encuestas de opinión hoy sugieren entonces que Donald Trump no será reelecto. Pero lo cierto es que nada está aun definitivamente escrito al respecto y que, respecto de los eventuales resultados electorales, todos los escenarios siguen aún siendo posibles.

Pero los EEUU –reitero- lucen hoy bastante inquietos. Esto es disconformes con su presente e inseguros respecto de su futuro inmediato como nación.

Frente al mundo, parecieran estar ya inmersos en el inicio de una previsible e incómoda línea de decadencia en materia de liderazgo e influencia respecto de las demás naciones.

Mientras tanto, el eje del poder efectivo del mundo, político y económico, se ha desplazado ya del Atlántico al Pacífico, desde hace rato, por cierto. El timón del poder no es ya monopolio norteamericano. Está, cada vez más, siendo compartido con otras naciones.

***Emilio Cárdenas, Ex embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas

La Prensa (AR) (Argentina)

 



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