En los últimos años el gobierno chino ha detenido a más de un millón de miembros de minorías étnicas como los kazajos y, especialmente, uigures que son una minoría de origen túrquico y mayoritariamente musulmana compuesta por más de 10 millones de personas, la más grande del país, que tienen su propia lengua y mantienen una cultura distinta a la china.
Estos detenidos son enviados a centros de “entrenamiento
vocacional voluntario” que, en realidad, son “campos de concentración, más
aterradores que las prisiones”, que promueven “arrepentimiento y confesión”,
donde las violaciones, el lavado de cerebro y la tortura son recurrentes, y los
sedantes usuales.
Esto se desprende de unos documentos clasificados
entregados a un grupo de medios de comunicación -el Consorcio Internacional de
Periodistas de Investigación (ICIJ), una red con base en Washington-cuyos
contenidos coinciden con lo que testigos que pasaron por allí ya habían
relatado y con las imágenes satelitales obtenidas.
Los uigures y miembros de otras minorías encarcelados
están regidos por reglas estrictas que regulan, por ejemplo, el tiempo para
bañarse y reciben un puntaje que determinará sus posibilidades de ser liberados
según que tan bien han aprendido el chino mandarín, entre otras “enseñanzas”.
China implementó estrictas medidas de seguridad, y el
control religioso, con la excusa de contener un auge del terrorismo. Cientos de
uigures y chinos han muerto en ataques terroristas y represalias del gobierno.
Las cámaras de seguridad diseminadas por toda China y una serie de datos como
rezar y la solicitud de pasaportes extranjeros, son analizados por unas
computadoras capaces, como en ningún otro lugar del mundo, de enviar a prisión
al sospechoso.
Por su parte, Nicolás Maduro ordenó difundir las “ideas
bolivarianas” en escuelas y universidades de Venezuela. “No seremos nada si no
mantenemos vivo a Bolívar en la comunidad, en las calles, en las comunas… Se acabaría
todo el sueño y vendría nuevamente el tiempo de la desesperanza, de la traición
y de la derrota”, dijo.
Ahora, es tiempo de sincerarse porque lo cierto es que
Maduro solo pretende enseñar la historia oficial como hacen todos los Estados.
Por poner un caso, durante el gobierno de Perón en Argentina se introdujo en
las escuelas un texto para niños que aseguraba que: “Perón es un buen
gobernante, manda y ordena con firmeza. El líder nos ama a todos. ¡Viva el
líder!”.
Aunque a los “peronistas” esto les parece muy acertado,
para el resto no lo es. Sin embargo, prácticamente todos están de acuerdo en
que se enseñe de manera obligatoria que San Martín -el general que lideró la
guerra de la Independencia argentina- es el “Santo de la Espada” como si la verdadera
santidad y la espada no fueran incompatibles. O se lo llama el “Padre de la
Patria” y parece exagerado, aunque sea solo en lenguaje coloquial ya que, de
otro modo, sería idolatría desde que el Padre de la patria es exclusivamente
Dios para la teología tradicional.
En cualquier caso, no se entiende por qué esta
“educación” tiene que ser obligatoria, por qué todos tienen que creer que San
Martín era un “santo” y “padre de la patria”. ¿Qué utilidad puede esto tener en
el desarrollo de la vida personal y laboral de los niños? Y, aunque fuera
importante, a qué viene esta violación del derecho humano de la libertad de
enseñar -o no- o decir o pensar lo contrario.
*Alejandro A. Tagliavini, Miembro del Consejo Asesor del
Center on Global Prosperity, de Oakland, California
@alextagliavini
www.alejandrotagliavini.com