La ONU alerta de que el grupo yihadista podría lanzar una nueva oleada de ataques, con Europa como objetivo principal. La organización resurge con fuerza en Irak. Su probada resiliencia es una de sus mayores bazas.
Hubo quienes, parapetados en la calma de sus despachos,
festejaron el derrumbe del califato como el estertor de su terror. Pero nada
más lejos de la realidad. Cinco meses después de que su andamiaje se
precipitara hacia el vacío, el autodenominado Estado Islámico prepara su
regreso a escena. Un informe de expertos de la ONU alerta de que la
organización podría lanzar una nueva oleada de ataques a nivel internacional,
con Europa como uno de sus objetivos principales, antes de finales de este
mismo año. "En cuanto tenga el tiempo y el espacio para reinvertir en sus
operaciones externas, el IS [Estado Islámico, por sus siglas en inglés] dirigirá
y facilitará ataques internacionales junto a los atentados inspirados en el
grupo que siguen produciéndose en muchos lugares del planeta", pronostica
el documento elaborado por expertos del comité de antiterrorismo del Consejo de
Seguridad de la ONU. "La reducción actual de tales ataques, por
consiguiente, podría no durar mucho, posiblemente hasta finales de 2019",
advierten.
Las huestes de la organización que lidera Abu Bakr al
Bagdadi nunca han desaparecido de Siria e Irak, los confines en los que fue declarado
su califato. En Irak, la amenaza yihadista ha resurgido con fuerza en las
últimas semanas, en una cadena de ataques sorpresa y emboscadas contra fuerzas
de seguridad en zonas de Kirkuk, Diyala o Sinyar. En lo que va de año, los
ataques se han cobrado la vida de 274 personas. "El IS se está
reconstruyendo en áreas remotas en las que las fuerzas iraquíes lo tienen
difícil para garantizar el orden", subraya un informe del departamento de
Estado estadounidense publicado a principios de mes.
En el monte Sinyar, en el noroeste de Irak, sus
embestidas propagan el mismo pánico que hace un lustro, cuando los yihadistas
irrumpieron en sus pueblos secuestrando a sus mujeres y liquidando a varias
miles de personas. "Los terroristas han lanzado varios ataques en las
últimas semanas. En la última ocasión, mataron a dos vecinos", relata a EL
MUNDO Jaled Murad, superviviente de uno de los fusilamientos firmados por el IS
que se gana ahora la vida como centinela en la ciudad de Sinyar, a la que han
regresado con enormes recelos un centenar de familias. A caballo de ambos
países, el IS mantiene a unos 18.000 militantes, organizados en una
constelación de células durmientes que ha reivindicado emboscadas, asesinatos y
secuestros.
Fuentes de ingresos activas
La ONU, a partir de las informaciones proporcionadas por
los servicios de inteligencia de los países miembro, estima que las finanzas
del IS manejan aún entre 50 y 300 millones de dólares, a pesar de la pérdida
del territorio y de las fuentes de ingresos que lo convirtieron en el grupo
terrorista más rico del planeta. Sus arcas han adelgazado pero tienen aún en su
poder medios de generar ingresos como la extorsión a los civiles que residen en
las zonas en las que se mueven sus militantes, el pago de rescates o inversiones
en negocios como el contrabando de automóviles, el cultivo de cannabis o la
explotación de piscifactorías. "También se cree que el grupo guarda datos
sobre las poblaciones que estuvieron bajo su control y que podrían ser
utilizados para la generación de ingresos futuros", reseña.
Europa, golpeada salvajemente desde el establecimiento
del califato en 2014, sigue siendo especialmente vulnerable. "El IS supone
aún una amenaza destacada en Europa pese a haber perdido capacidad para
perpetrar ataques directos", indica el informe. "Últimamente se han
registrado pocos ataques de 'lobos solitarios', lo que sugiere que incluso la
capacidad para inspirar acciones se halla en declive", desliza la
investigación. "Sin embargo, se ha detectado recientemente un resurgimiento
de la comunicación entre el comando central del IS e individuos en diferentes
países europeos".
El retorno de los militantes que una vez engrosaron las
filas del IS en Siria e Irak continúa siendo uno de los focos de mayor
inquietud para los expertos. Según estimaciones de las naciones europeas, entre
5.000 y 6.000 nacionales viajaron a Siria e Irak durante el último lustro para
unirse, en su mayoría, al IS. Aún hoy el paradero del 40% de quienes
emprendieron el periplo -unos 2000- permanece en zona de sombras y se especula
que podrían haber retornado a casa. "Algunos pueden unirse a Al Qaeda o a
otras marcas terroristas que puedan nacer. Algunos se convertirán en líderes o
en agentes de radicalización", vaticina.
Radicalización en las prisiones
Unas incógnitas que se suman a la realidad de las
prisiones europeas. "La radicalización de criminales dentro del sistema
carcelario permanece como un desafío a reseñar", apostilla el informe, que
vocea su temor por la radicalización de los "reclusos afectados por la
pobreza, la marginación, la frustración, la baja autoestima y la
violencia". El riesgo resulta aún mayor si se considera que la primera
oleada de retornados del califato podría empezar a cumplir sus condenas y salir
de prisión el próximo año. "Los programas de desradicalización no se han
demostrado plenamente eficaces", denuncian los expertos.
Tras la desalentadora radiografía trazada por el
organismo subyace, además, el error de cálculo de la estrategia estadounidense.
"Al igual que la administración Obama asumió que la muerte de Osama Bin
Laden y los cambios registrados durante la Primavera Árabe conducirían a la
desaparición de Al Qaeda, las suposiciones de Trump y su equipo sobre los
resultados de su esfuerzos antiterroristas se están demostrando erróneos",
argumenta en declaraciones a EL MUNDO Michael Smith, analista experto en
terrorismo de la universidad estadounidense Johns Hopkins.
"El IS es una empresa más duradera de lo que muchos
políticos occidentales parecen entender", lamenta Smith. "No
comprenden que el IS es algo más que un grupo yihadista capaz de gobernar. Se
ha auto definido explícitamente como un grupo terrorista en su propaganda
oficial. Incluso cuando se le niega la capacidad de gobierno, puede seguir
generando respaldo y contando con miembros que continuarán participando en
campañas terroristas contra los enemigos de la organización, por lo que resulta
razonable anticipar que el IS seguirá tratando de movilizar recursos para
perpetrar ataques en Europa". Incapaz de refutar los hechos, el secretario
de Estado estadounidense Mike Pompeo reconoció esta semana que la realidad
resulta "complicada". "Hay ciertos lugares en los que el IS es
más poderoso hoy que hace tres o cuatro años. Pero el califato es pasado y su
capacidad para perpetrar ataques externos es mucho más difícil ahora",
arguyó.
Proceso de rediseño
La probada resiliencia del grupo, capaz de adaptarse a
los distintos escenarios y aprovechar las flaquezas ajenas, es una de sus
mayores bazas. Según la ONU, el IS se encuentra en proceso de "adaptarse,
consolidarse y crear condiciones para un eventual resurgimiento". El
proceso de rediseño incluye el seguimiento de la situación política de los
distintos países europeos y el establecimiento de objetivos que contribuyan a
"exacerbar la disidencia y las tensiones ya existentes".
Además del viejo continente, la ONU también observa con
alarma el empuje del yihadismo en África occidental -el IS declaró hace un año
una provincia en la República Democrática del Congo- o en Asia central tras la
cadena de atentados que padeció Sri Lanka y que los expertos consideran una
acción firmada sin conocimiento de la cúpula de la organización,
"instigada y dirigida localmente bajo inspiración de la ideología del
IS". "La comunidad internacional ha hecho progresos en muchos
sentidos y, ahora que la parte esencial de la lucha ha acabado, los gobiernos
se sienten con la responsabilidad de centrarse en otros asuntos. Sin embargo,
como demuestra la situación en el campamento siria de Al Hol, la amenaza del IS
continuará, especialmente si miles de familiares de miembros del grupo son
mantenidos en condiciones miserables sin ninguna opción de futuro", admite
a este diario Colin Clarke, investigador del The Soufan Center de Nueva York.
https://www.elmundo.es/internacional/2019/08/25/5d613dfafc6c83ea4e8b45bb.html