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21/10/2018 | Caso Khashoggi: ¿El fin del clan Salman?

Alberto Priego Moreno

La presión internacional podría llevar al presidente de EEUU, Donald Trump, a dejar caer al príncipe heredero saudí, después de haber apostado por él

 

El asesinato de Fernando Albán a manos de los servicios secretos venezolanos, las extrañas muertes de opositores rusos como Boris Nemtsov, Vladimir Golovliov o Anna Politkovskaya y la reciente desaparición del periodista saudí Yamal Khashoggi son solo algunos ejemplos de lo que los autoritarismos están dispuestos a hacer para mantenerse en el poder. Este clima de persecución es el responsable de que la ciudad de Estambul se haya convertido en un exilio dorado para cientos de miles de opositores árabes perseguidos por los gobiernos autoritarios impuestos tras las Primaveras Árabes. Uno de estos opositores en el exilio era Khashoggi, un periodista saudí que durante años fue el portavoz oficioso de la familia Al Saud y que con la llegada al poder del "clan de los Salman", cayó en desgracia. Desde hace un año, Khashoggi vivía alejado del reino por miedo a la dura represión que el príncipe heredero, Mohamed bin Salman, emplea con aquellos que no comparten sus planteamientos.

El heredero del trono saudí es un gobernante revisionista que está haciendo tambalear los cimientos del reino. Su "innovador" programa Visión 2030 pretende liberalizar la economía alejándola de la dependencia extrema de los hidrocarburosy acercándola, por tanto, a otros sectores como el turismo (islámico), las comunicaciones o la educación. Esta propuesta tiene mucho que ver con otros programas que previamente Estados vecinos como Qatar (aislado internacionalmente por Arabia Saudí) han puesto en marcha hace más de 10 años y cuyos resultados a día de hoy empiezan a verse.

Sin embargo, tal y como decía Barrington Moore, la liberalización económica conlleva una liberalización política y social, y es en este punto donde el príncipe Bin Salman no está dispuesto a asumir "los costes" de esta ambiciosa iniciativa.

Desde que se produjera el cambio en la casa real saudí, la represión y el encarcelamiento de "disidentes" se ha incrementado exponencialmente, incluyendo a personas muy respetadas en el país como el príncipe Walid bin Talalquien hace algunos meses fue detenido y encarcelado, junto con otras personalidades saudíes, acusado de corrupción. El nivel de represión es tal que hasta su propia madre, la princesa Fahda bint Falah bin Sultan Al Hathleen, también se encuentra en arresto domiciliario para evitar que pueda ejercer una influencia negativa sobre su padre, el rey Salman, quien parece atravesar graves problemas de salud.

Un futuro en juego

El cruel asesinato de Khashoggi puede complicar no solo el futuro del príncipe Bin Salman sino el del propio reino ya que a pesar de las explicaciones que está dando la diplomacia saudí, la sombra de la sospecha llega hasta el propio palacio real. El que hasta ahora era su principal socio internacional, Estados Unidos, empieza a relajar las declaraciones de apoyo y -si bien es cierto que el secretario de Estado, Mike Pompeo, acudió a Riad para renovar la confianza en su aliado árabe- la cancelación de la visita del secretario de Comercio, Steven Mnuchin, debe ser interpretada como un cambio o al menos una revisión de la postura de Washington.

Sin embargo, no podemos (ni debemos) esperar que Washington abandone su alianza con Arabia Saudí ya que por un lado el presidente, Donald Trump, necesita que el precio del petróleo se mantenga estable ante las inminentes sanciones que va a imponer a Teherán y por el otro, la Federación Rusa se encuentra a la espera de la mencionada ruptura y si se produjera podría convertirse en el aliado estratégico que Riad necesita. Si este hecho se consumara, Moscú controlaría a los dos gigantes regionales, Irán y Arabia Saudí convirtiéndose en el poder hegemónico de Oriente Próximo.

El gran beneficiado de la crisis está siendo Turquía, no solo porque su reputación internacional está mejorando a pasos agigantados sino porque después de la devaluación que sufrió su moneda hace algunas semanas, Ankara espera que buena parte de las inversiones que ya están saliendo de Arabia Saudí puedan encontrar un destino atractivo en el país otomano. Por ello, Turquía está poniendo toda la presión posible sobre Arabia Saudí esperando que finalmente Mohamed bin Salman dé un paso equivocado o que Estados Unidos le acabe abandonando por considerarle indefendible.

El secuestro y posterior asesinato del periodista saudí -que serviría de guión a Quentin Tarantino- podría suponer un cambio en la configuración de Oriente Próximo. Si bien es cierto, que al contrario de lo que hicieron Bush y Obama, Trump ha apostado por la Arabia de los Salman como socio regional, la presión internacional podría llevar al presidente estadounidense a dejar caer al príncipe heredero. La alternativa es un aislamiento internacional que podría provocar -como ocurrió con Erdogan- que Riad busque aliados en tierras más frías donde sus métodos de control de la disidencia son mejor comprendidos que en la exigente y democrática Vieja Europa.

El Mundo (España)

 



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