Yemen, escenario de la guerra regional que libran Arabia Saudí e Irán, ha abierto un nuevo frente que podría decidir el curso de una contienda que ha desatado la mayor catástrofe humanitaria del planeta. Las escaramuzas entre las tropas del ex presidente yemení Ali Abdalá Saleh y el grupo rebelde chií de los hutíes, hasta ahora aliados, y el acercamiento de Saleh a la coalición árabe que lidera Riad alimentan un repentino viraje del conflicto.
Tras cuatro días de enfrentamientos entre los otrora socios, Saleh deslizó este sábado la primera señal de su posible cambio de bando. "Insto a nuestros hermanos en los países vecinos a detener su agresión, levantar el bloqueo, abrir los aeropuertos y permitir el acceso de comida y el salvamento de los heridos. Si lo hacen, pasaremos página", prometió el líder del Congreso Popular en una alocución retransmitida por su canal de televisión que los hutíes han tildado de "traición". "No sigan por ese camino. Es un acto de felonía. Resulta vergonzoso", declaró el caudillo del grupo Abdelmalek al Huti.
"No es extraño ni sorprendente que Salah dé la espalda a una colaboración en la que realmente nunca creyó", añadió un comunicado del consejo político de los hutíes. Entretanto, la oferta de iniciar conversaciones propuesta por Saleh -desalojado del poder durante las revueltas de 2011 tras 33 años en la presidencia- ha sido aplaudida en las trincheras enemigas.
En un comunicado difundido por una televisión saudí, la coalición árabe que bombardea el país desde marzo de 2015 mostró su "confianza en la voluntad" de Saleh y sus secuaces de regresar al redil árabe y "redimir a Yemen de los males del terrorismo iraní y las milicias sectarias". Un abrazo también cursado por el presidente yemení en el exilio Abdo Rabu Mansur Hadi tras un encuentro con sus asesores. "La reunión llama a pasar página y formar una amplia coalición nacional que sentará las bases para una nueva era y unificará a todos contra la milicia golpista", esbozó la declaración.
El cisma entre quienes controlan Saná, la capital, y llegaron a dominar vastas zonas del país es una historia despachada en capítulos. En agosto estuvieron al borde de la ruptura entre denuncias de traición y ruido de sables tras una multitudinaria marcha de los seguidores del Congreso Popular. Un frágil acuerdo, tras una alarmante escalada de incidentes, evitó el cataclismo pero los recelos no se esfumaron y han vuelto a aflorar esta semana. Desde el miércoles, los acólitos de ambos movimientos batallan en las desiertas calles de Saná. La lucha más encarnizada, entre explosiones y fuego cruzado, se libra en Hadda, un barrio residencial del sur de la urbe donde tiene su residencia la familia de Saleh.
"Las diferencias entre ambos grupos no son nuevas. Saleh luchó hasta en seis ocasiones contra los hutíes entre 2004 y 2010. Sus hombres asesinaron al entonces líder de los hutíes, Husein Badr al Huti", explica a EL MUNDO April Longley, experta en Yemen de Crisis Group. "Los hutíes son un movimiento basado en la religión mientras el Congreso Popular se considera un partido de centro sin ninguno vínculo confesional. Ambos han permanecido juntos contra la intervención militar liderada por los saudíes y el Gabinete de Hadi pero su cooperación está repleta de dificultades porque ambos compiten por influir en el Gobierno y el ejército".
Las recuperadas tensiones han convertido Saná en una batalla campal. Según el comité internacional de la Cruz Roja, los choques se han cobrado decenas de vidas y dejado cientos de heridos. Ambos bandos han fortificado sus posiciones en la capital y el ministerio de Educación ha ordenado la suspensión de las clases. Este domingo, en otra vuelta de tuerca, la coalición árabe ha entrado en escena bombardeando posiciones hutíes en el sur de la ciudad en un intento de proporcionar apoyo a los avances de las huestes de Saleh, ha detallado la cadena saudí Al Arabiya.
Los milicianos hutíes, que han asaltado los estudios de la televisión propiedad de Saleh, han anunciado este domingo el lanzamiento de un misil en dirección a una planta nuclear emiratí en Abu Dabi. Emiratos Árabes Unidos es uno de los países del golfo Pérsico más implicados en la guerra en Yemen, una contienda en la que no ha escatimado esfuerzos enviando tropas y suministros. "Saudíes y emiratíes han logrado expulsar a hutíes y aliados del sur del país pero se ha llegado a un punto muerto con sus rivales controlando las regiones del norte y la capital", precisa Longley.
Las cuitas por el poder, cada vez más intrincadas, han transfigurado a 26 millones de personas en rehenes. Un bloqueo por tierra, mar y aire -que a lo largo de noviembre llegó a ser total y ha sido suavizado ante la presión internacional- ha hundido al país en una profunda crisis humanitaria. Más de 20 millones de personas, incluidos alrededor de 11 millones de niños, necesitan asistencia humanitaria urgente. Y 14,8 millones no cuentan con asistencia médica básica en un país donde el cólera registra ya más de 900.000 casos de contagio.
Desde la intervención saudí, más 8.750 personas han fallecido y otras 50.600 han resultado heridas, según la Organización Mundial de la Salud. Bombardeos y escaramuzas han beneficiado a grupos como Al Qaeda en la Península Arábiga y la sucursal local del autodenominado Estado Islámico.
