Europa lo habrá olvidado pronto -un sí es un sí; mientras sea mayoritario, da igual que no fuera tan masivo como se deseaba--,  pero España se queda con una resaca después de la borrachera de ilusiones.

Frente a sus adversarios que (como poco) le califican de "inocentón", Zapatero suele describirse a sí mismo como "un optimista antropológico". Pero esta vez ni sus propios partidarios le acompañaron en hacer realidad ese optimismo. Y ahora sus contrarios le dicen de todo.
Demasiada improvisación; demasiadas ganas de destacar en Europa siendo los primeros en hacer un referéndum; demasiada confianza en su propia capacidad de llevar votantes a las urnas, con una campaña más bien pobre -15 millones de euros-, y poco intensiva.

 Sobretodo, es la derecha española (que perdió el poder, hace ahora un año, de manera demoledora) la que se frota las manos. Zapatero NO tiene tanto apoyo ciudadano como proclamaba, dicen; así que nosotros tenemos razón cuando decimos que NO deberíamos haber perdido aquellas elecciones a los tres días de los terribles atentados del 11 de marzo en Madrid.

Desde luego, todos los políticos españoles sacarán alguna lectura de las cifras de este referéndum que les favorezca; pero la verdad es exactamente la contraria. Los españoles están bastante hartos de sus políticos y sus eternas peleas.
También hay otra verdad: que los votantes en España, especialmente los jóvenes, ya no están tan agradecidos a Europa, ni tan ilusionados con ella, como antes; y eso se ha notado.
Los de mayor edad sí continúan acordándose de la dictadura bajo Franco, cuando Europa era su gran ideal de democracia y derechos civiles. Pero aunque ellos mantengan esa postura pro-europea, ya no pesan tanto.

Las generaciones siguientes son menos idealistas y más pragmáticas. Se les podría haber insistido más en que su prosperidad actual se debe -en parte- a la generosidad europea, que le ha regalado a España más de 100.000 millones de dólares, desde que forma parte de la Unión Europea. Pero ése es un argumento de doble filo. Porque dentro de no muchos años esa generosidad pasará a centrarse en otros nuevos miembros de la UE; y España recibirá menos, como no ha dejado de subrayar la derecha española.

Los votantes más jóvenes en España, que ya no ven a la Europa unida como una novedad, sino como un slogan muy manido o (peor) una promesa por cumplir, no pudieron ilusionarse tampoco con este referéndum. Y los políticos radicales, de extrema izquierda o extrema derecha, además de algunos regionalistas, hicieron campaña para un "no a Europa".
 Resumiendo: el optimismo europeísta de Zapatero no logró encandilar al electorado. El panorama político sigue dominado por peleas domésticas de baja estofa. Y los agoreros de la bronca aprovecharán las poco vistosas cifras de este referéndum, para intentar denigrar al jefe de Gobierno.

Entre este cúmulo de despropósitos, quedará oscurecido un dato importante: que los españoles, cuando VAN a votar, en un 78 por ciento se muestran decididamente partidarios de una Unión Europea que se moderniza. España sí quiere ilusionarse con Europa - pero se lo tienen que "presentar" bien.