El zika, esa enfermedad de la cual se dice, sin que se haya comprobado, que provoca nacimiento de niños microcéfalos, ya movió a la Organización Mundial de la Salud a declarar una emergencia sanitaria global.
De inmediato las grandes farmacéuticas del mundo se
concentraron en desarrollar una vacuna para frenar la tragedia y, de paso,
enriquecerse más. Pero en 2009 el brote de la gripe AH1N1 en México también
generó un pánico mundial alimentado por la propia OMS, la cual declaró una
máxima alerta. Muchos gobiernos compraron por anticipado millones de vacunas, a
un alto costo. Al final resultó ser una falsa epidemia.
Bruselas.- El pasado lunes 1, la Organización Mundial
de la Salud (OMS) declaró una emergencia sanitaria global por las “fuertes
sospechas” de la relación directa que existiría entre el virus del zika, en
expansión, y el nacimiento de niños con microcefalia, principalmente en Brasil.
Margaret Chan, directora de la OMS, advirtió que esa
conexión “no ha sido probada científicamente”, pero había seguido la
recomendación del Comité de Emergencias del organismo pues “los casos de
microcefalia y otros desórdenes neurológicos, por su gravedad y la carga que
conllevan para las familias, constituyen por sí mismos una amenaza”.
Como en otros recientes episodios en los cuales la OMS
ha activado alertas de pandemia (como el de la gripe AH1N1 en junio de 2009 o
el del ébola en agosto de 2014), las grandes corporaciones farmacéuticas
anunciaron de inmediato que trabajan a marchas forzadas para sacar al mercado
algún tipo de tratamiento contra el zika, que afecta sobre todo a
Latinoamérica.
Así lo han hecho saber la francesa Sanofi; la
británica GlaxoSmithKline (GSK), que dice estar terminando la fase de estudios
de factibilidad; o las estadunidenses Inovio Pharmaceuticals y NewLink
Genetics, que elabora junto con la firma Merck opciones de vacunación contra el
ébola.
Los más avanzados en las investigaciones son el
Instituto Nacional de Salud de Estados Unidos y el laboratorio indio Bharat
Biotech, el cual afirma que dispone de dos fórmulas en proceso de patente bajo
el nombre comercial de Zikavac, y que incluso una de ellas está en fase de
ensayos preclínicos, es decir en animales.
En total hay 15 laboratorios y agencias de investigación
médica que buscan desarrollar una vacuna contra el zika, aunque los ensayos a
gran escala no serán posibles hasta dentro de año y medio, explicó el sábado 13
la subdirectora general para Sistemas Sanitarios e Innovación de la OMS, la
francesa Marie-Paule Kieny, quien entre 2000 y 2010 dirigió el Departamento de
Investigación sobre Vacunas, del mismo organismo.
El desarrollo de vacunas representa una mina de oro
para las firmas farmacéuticas. Los ingresos mundiales de esos productos médicos
en su conjunto pasarán de generar 33 mil millones de dólares en 2014 a casi 58
mil millones de dólares en 2019, según la consultoría india Markets and
Markets.
Y esa cifra crecerá a 61 mil millones de dólares en
2020, con lo que las ventas de vacunas se convertirán en el principal ingreso
de la industria farmacéutica, según un reporte que publicó en enero pasado la
compañía británica de estudios de mercado Technavio.
Esta fuente también expone que los laboratorios
multinacionales se disputan en especial un mercado: el latinoamericano. Uno de
los motivos es que en esta región prevalecen enfermedades infecciosas
susceptibles de vacunación, como zika, chikungunya o dengue, virus tropicales
que transmite el mosquito aedes aegypti.
De esas tres enfermedades, sólo ha sido autorizada la
aplicación de la vacuna contra el dengue, que la prensa de negocios ha
calificado como un negocio redondo.
Derrama económica
En octubre de 2013 la revista Forbes adelantó que la
inmunización contra el dengue estaba destinada a convertirse “en un monumental
éxito comercial para la industria global de vacunación”. Las ganancias
estimadas: mil millones de euros al año.
Sanofi, uno de los fabricantes de esa vacuna, invirtió
200 millones de euros en la construcción en Francia de una planta para la
producción de 100 millones de dosis del medicamento en su primera etapa.
La farmacéutica –explicó la publicación– tenía un plan
para colocar su nuevo producto en el mercado internacional en un lapso de cinco
años: vacunar a más de la mitad de la población del planeta y asegurar el mayor
número de contratos públicos de venta con los gobiernos de los países afectados
por el dengue.
La revista señaló que “el gran negocio” para Sanofi
era que los gobiernos compraran su producto y que la incorporaran a sus sistemas
nacionales de salud pública. Así es como la farmacéutica realiza 90% de las
ventas de todas sus vacunas.
México fue el primer país que, a principios del pasado
diciembre, autorizó la aplicación de esa vacuna fabricada por Sanofi-Pasteur.
En concreto, la Comisión Federal para la Protección
contra Riesgos Sanitarios, de la Secretaría de Salud, aprobó un tratamiento
preventivo –que tiene el nombre comercial de Dengvaxia– que será aplicado en
poblaciones donde el dengue es endémico, donde su seroprevalencia sea mayor de
60% (porcentaje de personas que han tenido contacto en un sitio y tiempo
determinados con un agente infeccioso específico) y en pacientes cuyas edades
fluctúen entre nueve y 45 años. Su uso no fue autorizado para niños menores ni
turistas.
En entrevista en Francia, el pasado 9 de diciembre,
con la agencia británica Reu-ters, el jefe de la unidad de investigación de la
vacuna contra el dengue en Sanofi, Guillaume Leroy, reconoció que “la vacuna
funciona mejor como refuerzo inmunológico para los pacientes que hayan tenido
una exposición previa al virus” y que “se necesita información adicional para
determinar si la inmunización serviría a viajeros”.
Con base en información de la compañía francesa,
Forbes aseguró en 2013 que Sanofi pretendía que su medicamento se integrara al
cuadro básico de vacunación de México, lo que “supondría un mercado cautivo y
seguro”.
No se conoce aún el precio al que serán adquiridas
esas vacunas, pero el gobierno de Enrique Peña Nieto adelantó que su compra
generaría un ahorro de 65 millones de dólares en el presupuesto dedicado a la
prevención y atención de pacientes, el cual asciende a 328 millones de dólares
anuales.
“Falsa
epidemia”
En 2009 el brote de la gripe AH1N1 en México generó
pánico mundial. La OMS declaró una máxima alerta de pandemia y los gobiernos
compraron por anticipado millones de vacunas a las farmacéuticas.
Un año después se hizo evidente que las alertas habían
sido exageradas. Las farmacéuticas reportaron que en 2009 habían vendido 3 mil
300 millones de dólares de vacunas contra esa gripe, como informó un año
después la consultoría estadunidense Kalorama Information, que analizó en un
informe el mercado global de medicamentos contra el virus de la gripe AH1N1.
Esa consultoría, que trabaja para la industria,
consideró que las farmacéuticas habían actuado de manera “innovadora” frente a
una situación inusual: la adquisición de enormes cantidades de vacunas por
adelantado.
Varias de aquellas sacaron su tajada: la suiza
Novartis –señala el reporte– aprovechó su conocimiento del mercado de las
vacunas antigripales para ofrecer la primera contra el AH1N1 y así ganar el
contrato más grande con Estados Unidos. GSK se colocó mejor en el mercado
internacional; CSL sacó provecho de que su sede está en Australia y logró
vender al gobierno de Canberra una dosis para cada habitante, mientras que
AstraZeneca obtuvo una parte del mercado global con una vacuna vía intranasal.
En 2010 el Consejo de Europa debatió una resolución en
la que acusó a las farmacéuticas de haber alarmado exageradamente a las
autoridades sobre el riesgo de la gripe AH1N1 con el fin de que adquirieran con
recursos públicos una cantidad de vacunas que resultó innecesaria.
En ese momento el gobierno británico analizaba qué
hacer con 20 millones de dosis sobrantes que tenía almacenadas, de un total de
29 millones de vacunas ordenadas. La mayoría, 23.9 millones, se las compró a
GSK y el resto al laboratorio estadunidense Baxter. Y es que el gobierno de
Londres esperaba la inminencia de 65 mil fallecimientos por la pandemia. Sin
embargo, una vez pasada la emergencia esa estimación bajó a mil muertes, aunque
el máximo de decesos fue de apenas 360, en enero de 2010.
El mismo fenómeno ocurrió en todo el mundo.
Presentada en mayo de 2010, la resolución del Consejo
de Europa expresó su “alarma” por la manera en que había sido manejada la
pandemia de AH1N1 por la OMS y por las autoridades de salud a nivel nacional y
de la Unión Europea. Juzgó “particularmente preocupante” que las decisiones
tomadas en ese momento hayan derivado “en la distorsión de las prioridades de
los servicios de salud públicos europeos, en un derroche de grandes sumas de
recursos públicos y en un temor y miedo injustificados acerca de los riesgos de
salud que enfrentaba la sociedad europea en su conjunto”.
El promotor de dicha resolución, el médico y diputado
alemán Wolfgang Wodarg, presidente de la Subcomisión de Salud del Consejo de
Europa, afirmó a la prensa británica que la OMS había declarado una “falsa
epidemia” y que el virus tan temido en realidad provocaba una “leve gripe”.
Wodarg denunció: “Los gobiernos cerraron contratos con
las farmacéuticas en los que ordenaron pedidos por adelantado y asumieron toda
la responsabilidad (de su eficacia). Así, los laboratorios obtuvieron enormes
ganancias sin ningún riesgo financiero. Sólo esperaron a que la OMS pronunciara
la palabra ‘pandemia’ para activar esos contratos”.
En México, Sanofi goza desde marzo de 2009 (unos meses
antes de que se hiciera público el brote del virus) de la exclusividad para
producir y vender al gobierno mexicano vacunas antigripales que son
distribuidas por el sector público de salud. Para cumplir con la demanda, la
compañía francesa incluso construyó en Ocoyoacac, Estado de México, una planta
que costó 100 millones de euros.
Cuando surgió el AH1N1, el gobierno del entonces
presidente Felipe Calderón se comprometió a pagar a la compañía francesa 2 mil
millones de pesos (cerca de 90 millones de euros en aquel momento) a cambio de
20 millones de dosis contra el virus, como informaron entonces los medios
nacionales.
Al manifestarse el brote, el encargado de las
operaciones comerciales en Latinoamérica de las vacunas fabricadas por Sanofi
era el vicepresidente regional, Guillaume Leroy, el mismo que ahora se ocupa de
comercializar la vacuna contra el dengue que aprobó el gobierno peñanietista.
Y antes, entre 2002 y 2007, como director general de
Sanofi-Pasteur en México, fue también quien logró asociarse con los gobiernos
panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón para que la firma francesa produjera
vacunas antigripales en exclusividad en el país.
Desde 2011 Leroy dirige desde Lyon el desarrollo de la
vacuna contra el dengue, la “mina de oro” de la industria farmacéutica.