Ya ha transcurrido un año desde que el presidente Obama y el gobernante Raúl Castro sorprendieron al mundo anunciando el proceso de normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba.

Bien, hoy se cumple el primer aniversario de ese anuncio histórico del que han derivado una serie de reuniones al más alto nivel, el nombramiento de embajadores, el restablecimiento del correo postal directo tras su interrupcióndurante 52 años, viajes a la Habana de empresarios y políticos estadounidenses que buscan oportunidades comerciales, el aumento de vuelos entre los dos países y una mayor presencia de viajeros que, gracias a la flexibilización por parte de la administración Obama, se saltan las trabas del embargo y ahora visitan la isla.

No obstante, el embargo que se impuso a la dictadura castrista en 1961 sigue en pie y sólo el Congreso podría revocarlo. Se trata de una asignatura pendiente que heredará un nuevo presidente cuando acabe el periodo de Obama. También continúan las emisiones de Radio y Televisión Martí, cuyo objetivo es burlar el bloqueo informativo que sufre el pueblo. Y la base de Guantánamo no ha sido devuelta a la vez que el gobierno cubano reclama una generosa indemnización: cuatro condiciones que para Raúl Castro son 'sine qua non' si se pretende alcanzar un total restablecimiento de las relaciones.

Eso es lo que exige la Habana en la mesa de negociación. Pero ¿qué demanda a cambio Washington? La administración Obama ha puntualizado que las conversaciones siguen adelante a pesar de reconocer que el régimen cubano es despótico y viola sistemáticamente los derechos humanos. La apuesta del Departamento de Estado es que por medio de la política de 'engagement' se abrirán las espuertas que darían paso a un cambio en la isla. Es decir, la posibilidad de que los cubanos se libren de la junta militar castrista y haya una transición a la democracia. A fin de cuentas, tener buenas relaciones con una dictadura no es nada nuevo ni para Estados Unidos ni para el resto de Occidente.

A lo largo de este año la delegación estadounidense ha reiterado que le preocupa la situación de los disidentes en Cuba, quienes, sin ir más lejos, fueron víctimas de ataques y arrestos en el Día Internacional de los Derechos Humanos que se celebró el pasado 10 de diciembre. Y este lunes Obama declaró que es improbable que visite la isla en 2016 si no hay evidencias de que los cubanos gozan de mayores libertades. Incluso advirtió, "No estoy interesado en validar el status quo".

Sus palabras dieron en el clavo. El 'status quo' tiene nombre y apellido. Bueno, tiene dos nombres y el mismo apellido: Fidel y Raúl Castro. Tanto monta, monta tanto. Hablamos de un 'status quo' que supera el medio siglo y que se ha llevado por delante al menos tres generaciones. Hablamos de que, desde que comenzó el deshielo, se ha disparado el número de jóvenes y cuentapropistas que huyen de la isla porque no tienen fe en la transformación de un sistema fallido y sólo confían en el horizonte que les brinda Estados Unidos. Hablamos, señores, de una realidad que desborda a la realpolitik: ya hay más de seis mil cubanos atrapados en Centroamérica, y otros tantos en camino, que no regresarían a Cuba "Ni para tomar impulso". Sencillamente no quieren perder un minuto más bajo una tiranía que es el comején que les tritura la vida.

Ojalá el año que viene Obama pueda visitar una Cuba renovada. Eso querría decir que se acabó el 'status quo'. O sea, el fin de la dinastía de los Castro. ¿O acaso es mucho pedir?