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19/09/2015 | 'La vida seguirá igual en Cuba tras la visita del Papa Francisco'

Monica Bernabe

Francisco aterriza en La Habana este sábado, con los cubanos esperando que haga posible un milagro: el levantamiento total del embargo económico. Sin embargo, no se muestran muy esperanzados.

 

Mercedes se echa a reír cuando se le pregunta si puede sobrevivir con lo que el Gobierno cubano le proporciona a través de la famosa cartilla de racionamiento. "¡Mamita, con eso no vive nadie!", contesta. Y es que la cantidad de productos que se distribuyen a través de la libreta ha ido adelgazando como una joven en dieta desde que la Unión Soviética se fue al carajo. Ahora todo el mundo, sea creyente o no, tiene puesta su esperanza en el Papa Francisco, que aterriza en La Habana este sábado y de quien se espera que haga posible el milagro: que Estados Unidos levante de una vez el embargo comercial que estrangula a Cuba desde hace 53 años. Pero no para que se aumenten los servicios de telecomunicaciones, o se abran bancos y negocios -como anunció ayer el Gobierno estadounidense-, sino para que lleguen los productos básicos a la isla.

Algo tan básico como rollos de papel higiénico, que son difíciles de encontrar en La Habana o cuestan una auténtica fortuna para el bolsillo de cualquier cubano. Conseguir una cajetilla de cerillas en La Habana también se puede considerar otro milagro.

En Cuba conviven en la actualidad las denominadas bodegas y las tiendas liberadas. En las bodegas -que a pesar de que tienen este nombre, no son puntos de venta de alcohol sino una especie de colmados-, se pueden adquirir los productos de alimentación subvencionados por el Estado con la cartilla de racionamiento. Todo a unos precios que son una ganga. El problema es que la cartilla de racionamiento prevé sólo la adquisición de determinados artículos y en cantidades reducidas, con lo que las familias cubanas deben recurrir después a las tiendas liberadas para completar la cesta de la compra, y allí les pegan el gran sablazo. Los precios son prohibitivos para el bolsillo cubano.

Un ejemplo. La libra de arroz [una libra equivale a 460 gramos] cuesta 0,25 pesos cubanos en la bodega. Es decir, algo tan misérrimo como un céntimo de euro. En cambio, en el mercado liberado el precio de la libra de arroz es 33 veces mayor: ocho pesos. Teniendo en cuenta que el sueldo medio de un cubano es de unos 250 pesos al mes, es decir, unos 10,5 euros, la gente se tiene que dedicar buena parte del día a "resolver", como llaman en Cuba a buscarse la vida.

"Yo tengo la suerte de tener familia en Estados Unidos que me envía la ropa para mi niño", comenta una cubana que prefiere no decir su nombre. Antes un cordón umbilical unía Cuba con la Unión Soviética. Ahora la une con Miami, o España o de donde puedan llegar remesas.

"Yo vengo a la bodega cada rato", comenta otra cubana que también prefiere mantenerse en el anonimato. "Vienes y nunca hay lo que buscas", añade. Porque ésta es otra, en las tiendas del Estado no hay siempre todos los productos que prevé la cartilla de racionamiento. "Muchos llegan con retraso por los problemas para importarlos", justifica el tendero, mientras muestra sacos de arroz para demostrar que provienen de países tan lejanos como Vietnam.

Así, la cartilla de racionamiento prevé la distribución de una libra de pollo al mes por persona, pero saber cuándo llega el pollo es toda incógnita. O los espaguetis, que son aún más preciados. A cada persona le toca un paquete de espaguetis siete veces al año, pero ¿cuándo? "Lo mismo pueden venir tres meses seguidos, como pueden pasar meses sin que aparezcan", explica el comerciante.

"Espero que el Papa Francisco ayude a mejorar las relaciones entre Cuba y Estados Unidos y esta situación cambie", afirma José Luis, un cubano que compra fruta y verdura en el mercado K y 7 de la Habana, y que se muestra esperanzado. "¿Usted conoce la canción de Julio Iglesias 'La vida sigue igual'? Pues eso es lo que va a pasar tras la visita del Papa", opina otro, que dice llamarse Blackory. En Cuba la gente a menudo tiene nombres bien peculiares. "Aquí tenemos un partido único y todo se decide rápido, pero en Estados Unidos, no", argumenta. La opinión parece generalizada: si hay cambios, pocos confían que sean inmediatos.

El Mundo (España)

 



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