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20/07/2015 | Opinión - Las farsas de Tsipras y Trump

Moisés Naim

Donald Trump no llegará a la presidencia de EE. UU. y Grecia no cumplirá con los compromisos que ha adquirido. Tsipras y Trump son protagonistas de dos farsas imperdonables.

 

Donald Trump y Alexis Tsipras no podrían ser más diferentes. Trump es el famoso septuagenario estadounidense cuya fortuna la revista Forbes calcula en más de 4.000 millones de dólares (“¡Mentira! Tengo más de 10.000 millones!”, dice él). Tsipras, de 40 años, es desde enero pasado el también famoso primer ministro de Grecia y uno de los líderes de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza). Mientras las opulentas mansiones de Trump reciben amplia cobertura en los medios, Tsipras vive en un modesto apartamento en un barrio popular de Atenas. Trump no se cansa de ufanarse públicamente de sus riquezas y Tsipras no se cansa de manifestar su indignación ante el hecho de que unos pocos tengan tanto y las grandes mayorías tengan tan poco.

Últimamente, Tsipras y Trump han acaparado la atención del mundo. Tsipras lidia con la catastrófica crisis de su país y Trump aspira a la presidencia de Estado Unidos por el Partido Republicano. Tsipras acudió a la Unión Europea pidiendo inmensas cantidades de dinero para mantener a flote la quebrada economía griega, al mismo tiempo que intentaba evitar los cambios en materia económica que exigen sus acreedores y que él había prometido no hacer jamás. Así, el primer ministro griego se las ha arreglado para enfurecer por igual tanto a los líderes europeos con quienes ha venido negociando como a millones de griegos que le creyeron cuando prometió que acabaría con las medidas de austeridad. Tsipras tampoco dudó en exigirle al Parlamento de su país que refrendara políticas económicas que unos días antes él mismo había denunciado como “medidas criminales” impuestas por “terroristas financieros”.

Y en esto de hacer enfurecer a la gente Donald Trump no se queda atrás. Ha enfurecido tanto a los conservadores líderes del Partido Republicano como a millones de mexicanos y, en general, a los latinos, que hoy constituyen el 17 por ciento de la población de EE. UU. Afirmó, entre otros disparates, que Estados Unidos debió haber invadido México en vez de Irak, y que de llegar a la presidencia obligaría al Gobierno mexicano a pagar la construcción de un muro a lo largo de los más de tres mil kilómetros de frontera que hay entre EE. UU. y su vecino del sur. ¿Para qué? Pues para impedir la llegada de mexicanos que, según Trump, “nos traen drogas, nos traen crimen, son violadores…”.

El aspirante a la presidencia también ha dicho que los mexicanos “se están riendo de nuestra estupidez…y ahora nos están ganando económicamente. Créanme, ellos no son nuestros amigos. Estados Unidos se ha convertido en el basurero donde los demás tiran sus problemas”. Los líderes del Partido Republicano ven con horror cómo Trump esta alienando a los latinos, cuyos votos son esenciales para ganar elecciones.

Las reacciones a estas y otras tantas provocaciones de Trump no se han hecho esperar. NBC y Univisión, así como otras empresas, rescindieron sus contratos; un alud de editoriales lo denunciaron y le han llovido críticas de agrupaciones latinas y hasta de republicanos como Jeb Bush y Marco Rubio.

También se han publicado serios estudios que demuestran que las afirmaciones de Trump se basan en premisas equivocadas y datos falsos. Un reciente informe del Consejo Americano de Inmigración demostró que los inmigrantes (legales o no), independientemente de su país de origen o nivel educativo, tienen menores tasas de criminalidad que los nacidos en EE. UU. y que en los periodos donde aumenta la inmigración las tasas de criminalidad disminuyen.

Pero nada de esto les ha importado a los votantes republicanos. Según las encuestas, Trump ocupa el primer lugar entre los 15 aspirantes a la candidatura presidencial por ese partido.

Algo parecido le ha pasado a Tsipras. Sus muchos errores lo deberían haber hundido, pero hasta ahora no ha sido así. Si bien seguramente quedará marcado por su oportunismo y la facilidad con la que cambia de posiciones, la torpeza de sus adversarios europeos le está dando un alivio político.

Los números y premisas en los que se basa el acuerdo que tuvo que firmar Tsipras son tan falsos como los que usa Trump para apoyar las barbaridades que dice. El Ministro ha dicho que aceptó el acuerdo porque le pusieron un cuchillo en el cuello, pero que no cree en lo que firmó. El propio Fondo Monetario Internacional considera que el acuerdo no será viable y hasta el archienemigo de Tsipras, el ministro de Finanzas de Alemania Wolfgang Schäuble, opina que Grecia estaría mejor sin el acuerdo y saliendo de la eurozona.

Lo más grave de todo es que Tsipras y Trump simbolizan dos cuestiones de enorme importancia para la humanidad: cómo rescatar una economía que se descarrila y cómo manejar el reto de la inmigración. Ambos son problemas complejos, y reducirlos a afirmaciones simplistas sobre austeridad o sobre la criminalidad de los inmigrantes impide la búsqueda de alternativas viables, sostenibles y razonables.

Donald Trump no llegará a la presidencia de EE. UU. y Grecia no cumplirá con los compromisos que ha adquirido. Tsipras y Trump son protagonistas de dos farsas imperdonables.

*Moisés Naím
Twitter @moisesnaim

El Tiempo (Colombia)

 



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