Delegaciones de empresarios de todo el mundo llegan a la isla para explorar posibles negocios ante la perspectiva de un levantamiento del embargo.
Las ojeras
del ministro de Comercio Exterior e Inversiones Extranjeras, Rodrigo Malmierca
Díaz, son pronunciadas porque apenas descansa recibiendo a delegaciones que
llegan a Cuba casi a diario para explorar los espacios políticos y económicos
abiertos por la distensión con Estados Unidos.
El gobernador de Nueva York,
Andrew Cuomo, y su séquito cumplieron esta semana
una visita de
26 horas. “No dan abasto. Vienen de todo el mundo”, dice un empresario que
acompañó al secretario español de Estado de Comercio, Jaime García Legaz, en su
reciente viaje.
Hombres de negocios y políticos se coaligan para acceder al
Gobierno de Raúl Castro con propuesta inversoras, Islas Salomón y Emiratos
Árabes abrieron embajadas, y son legión los cubanos de la diáspora que conciben
fabulosos emprendimientos y transfieren dinero a sus parientes en la isla para
comprar terrenos, pisos y locales. El cuento de la lechera es superventas: “Yo
compré dos locales. Los venderé a turistas americanos cuando vengan por 20
veces más”. Bienvenido al Caribe, mister Marshall.Pero no sólo el turismo es el
sector apetecido por los ejecutivos que desde el 17 de diciembre, fecha del deshielo binacional, negocian desembarcos empresariales
en el nuevo Eldorado caribeño.
También aterrizan banqueros, instaladores de
fibra óptica, concesionarios, empresas mineras, distribuidores de lácteos,
farmacéuticas... “Este país está virgen”, resume un cubano residente en Roma
que tramita la repatriación para aventurarse en el sector inmobiliario.
Legalmente los nacionales en el extranjero no pueden comprar propiedades, pero
lo hacen a nombre de parientes, amigos y cómplices: arriesgándose.El dinamismo
es intenso. Al no necesitar instalarse en Cuba, aprovechando las nuevas
tecnologías varias compañías norteamericanas se han adelantado. Como la plataforma de películas y series online Netflix, que ya
opera con suscripciones mensuales de unos siete euros. Algún abonado gana
dinero revendiendo House of Cards, Orange is the New Black o Marco
Polo en sesiones de cine vecinal. No importa que el hogar que contrate
el popular videoclub deba tener conexión de banda ancha de un mínimo de 2,3
megabits por segundo y que menos del 3% de la población tenga Internet en casa;
tampoco que el salario medio no alcance los 30 euros. Todo llegará, la banda
ancha y una mayor capacidad adquisitiva, si el proceso liberalizador, que no
incluye la apertura política, se consolida.
La apuesta del empresariado y de los
fondos de inversión que ofrecen infraestructuras digitales, urbanizaciones,
campos de golf, y grandes superficies comerciales es a futuro: para cuando EE UU levante el embargo
y Cuba despegue
hacia el desarrollo. El reto es arduo y está sujeto a turbulencias. Sólo el
déficit habitacional del país ronda las 700.000 unidades, y de un catastro de
3,3 millones de viviendas, el 57% está muy deteriorado.
Alguna constructora
española pondera entrar en el sector si fructifican las negociaciones. “El
principal problema es la legislación laboral, la obligatoriedad de contratar a
los trabajadores que ellos digan, y la dualidad monetaria. Tampoco es fácil
entenderse con los militares que controlan las principales empresas cubanas”,
confiesa una fuente al tanto de estos movimientos.La inversión extranjera
explora las oportunidades en macroproyectos, mientras que el medio millón de
autónomos y los exempleados estatales agrupados en cooperativas batallan en los
sectores de servicios y agropecuario. “Las cooperativas suenan a socialismo
marxista pero son las futuras pymes.
El sector privado cobra fuerza”, dice un
empresario español afincado en Cuba.Muy cerca de un restaurante de formato
neoyorquino y diligente servicio, la treintañera Laura ha reconvertido la bella
casona familiar del Vedado en un hostal que puede ofrecer al portal
norteamericano Airbn, arrendador más de 1.000 viviendas en la isla. Laura cobra
entre 40 y 45 CUC (equivalente al dólar) por habitación. “Si tengo que hacer
comidas llamo a mi madre y a mi tía”, explica. El anciano James, de Kansas, y
su esposa podrían ser sus clientes. Llegó al trópico con una curiosidad de
medio siglo: “Yo mucho viejo. Quería visitar Cuba”.
La
llegada de delegaciones responde a una realidad. Sin ahorro interno para
acometer proyectos de desarrollo que exigen cerca de 2.000 millones de euros
anuales, la isla necesita capital extranjero. Su salida de la lista de países
patrocinadores del terrorismo probablemente facilite su acceso al crédito del
Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y el Banco de Desarrollo
fundado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Calladamente, funcionaros
del FMI han viajado a Cuba.
Sin
ricos ni clases sociales
La
aceleración de la iniciativa privada es intensa y a veces abruptamente
interrumpida. Dos fuentes diferentes relatan una misma historia, sin
confirmación oficial pero puede ser cierta porque el Gobierno ha establecido
límites a la acumulación de riqueza. No quiere nuevos ricos, ni clases
sociales. Un emprendedor de Bejucal, municipio cercano a La Habana, acumuló una
pequeña fortuna fabricando muebles.Para quedar bien ante las autoridades,
dedicó parte de sus ganancias a fines benéficos. Viajó en avioneta hasta el
municipio del donativo y al regresar fue detenido: enriquecimiento ilícito y
uso ilegal de la avioneta, según los relatores del episodio. Otro emprendedor
ha triunfado con su restaurante y quería abrir cinco más. No se lo autorizaron.
¿Quiénes
son los inversores cubanos? Fundamentalmente, aquellos que reciben dinero de
sus familiares en Madrid, Miami o Helsinki para invertirlo en negocios o
viviendas; los cubanos con destino en el exterior, entre ellos médicos,
deportistas, diplomáticos y artistas que cobran en divisas y ahorran una parte;
y extranjeros casados con nacionales que escrituran propiedades a nombre de su
pareja.