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15/04/2015 | El legado de las ''venas abiertas''

Víctor Pavón

El libro Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, recientemente fallecido, se constituyó en un símbolo de la izquierda intelectual en esta parte del mundo. Galeano contaba con una pluma singular, sin embargo, sus ideas no se correspondían con la realidad histórica ni tenían bases políticas y económicas razonables. Todavía más, Galeano más bien alimentó el odio contra todo aquello que significa modernidad, en el sentido de aprender lo que otras naciones fueron logrando para beneficiar a la gente.

 

Fue así que Eduardo Galeano por más de cuarenta años se convirtió en el abanderado del anti-capitalismo y el anti-norteamericanismo, diseminando la idea marxista de la lucha de clases, del odio contra el proletario, el rico, el empresario que solo busca beneficiarse a costa de los pobres, según dice el credo colectivista.

Fiel seguidor de Karl Marx, su principal mentor intelectual, Galeano supo ganarse la simpatía de muchos latinoamericanos que así encontraban la explicación de la pobreza en esta parte del mundo. La causa, decía este autor, fueron primeramente los colonizadores españoles, luego los ingleses y más tarde los Yankees, hasta llegar al liberalismo que solo busca el lucro sin interesarle los trabajadores y campesinos, los oprimidos del “capitalismo salvaje”.

Lo que Galeano nunca pudo entender (excepto un poco antes de su muerte cuando dijo que cuando escribió su libro no entendía de economía y así se retractó) es que sus propuestas de reivindicar a los pobres mediante una mayor expansión del Estado sobre los mercados libres, nunca dieron resultados positivos. Galeano apeló al sentimentalismo para así adoctrinar a muchos latinoamericanos que no comprendían cómo es posible que un país del norte del continente, EE.UU., se fue convirtiendo a lo largo de los años en el principal receptor de millones de personas en busca de trabajo y mejor porvenir para sí mismos y sus familias.

A los llamados revolucionarios latinoamericanos, identificados con sus líderes como Fidel Castro y el Che Guevara y más recientemente con Hugo Chávez, Evo Morales, Rafael Correa y Nicolás Maduro, la obra de Galeano les dio el insumo ideológico para explicar su gran admiración por el comunismo. Pero como siempre ocurre, estos revolucionarios no podían escapar de su propia lógica. En todo momento han pretendido hacer creer a la gente, y realmente han logrado con muchos, que solo ellos tienen la suficiente sabiduría de dirigir la vida de los demás a través de lo que llaman la democracia social participativa, un mecanismo convertido en una maquinaria autoritaria de explotación a los demás.

El experimento revolucionario de la izquierda latinoamericana sigue tan campante en esta parte del planeta. El legado de las venas abiertas solo ha traído más ignorancia económica y política sobre el estudio del individuo y su contexto social y, particularmente, sigue abriendo las venas de muchos que prefieren el odio a la sociedad libre, la democracia republicana y la propiedad privada.

El Cato (Estados Unidos)

 



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