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23/03/2015 | Hillary: ¿la candidata?

Armando Gonzalez

Hace unos días, mi colega Ramón Mestre publicó una interesante columna en estas páginas donde cuestionó la posibilidad de que Hillary Clinton, como casi todo el mundo asume, sea la candidata presidencial del partido Demócrata en el 2016. Coincido con mi colega y sugiero algunas razones más para respaldar la duda.

 

Las presunciones sobre la candidatura de Hillary están basadas en tres consideraciones: su status como la probable primera candidata femenina de uno de los dos partidos principales; su nombre bien conocido por el público; y el hecho que ningún estratega Demócrata está dispuesto a arriesgar la campaña en un Joe Biden o Elizabeth Warren.

Las encuestas hoy muestran que Hillary ganaría la nominación y sería electa a la presidencia. Pero esto asume que cuatro preguntas tendrían respuestas favorables para ella.

Primero: que ella no tenga que basar su campaña en su récord como Secretaria de Estado. Hillary asume que el público dará prioridad a sus años en Washington como Primera Dama y después como senadora por el estado de Nueva York; y no a sus cuatro años como arquitecto de la política exterior de Barack Obama.

Su récord en esos cuatro años fue deprimente, quizás el peor desde Cyrus Vance bajo Jimmy Carter. La diplomacia Obama/Clinton de “reset” con Rusia terminó con Vladimir Putin tragándose Crimea y el este de Ucrania y comenzando una nueva Guerra Fría. Su idea de bombardear Libia sin aprobación del Congreso y excediendo las limitaciones de Naciones Unidas probó ser un desastre especialmente cuando Estados Unidos dejó que la situación en el terreno se agravara aún más. El retiro de las tropas de un Irak, relativamente tranquilo, al final de 2011 le dio luz verde a los terroristas islámicos para crear ISIS.

Durante su mandato, las relaciones con Israel llegaron a ser las peores desde la fundación del estado de Israel en 1948, La mayoría de los estados sunitas en el Oriente Medio han perdido su confianza en Estados Unidos quien parece acercarse a los teócratas chiitas de Irán.

Pero Hillary quizás tenga razón que el público está más interesado en la posibilidad de una presidenta que en su desastrosa labor en política exterior.

Segundo: Hillary también supone que el público se ha olvidado de los escándalos en que se vió envuelta durante la presidencia de su marido. ¿Se acuerda alguien de Travelgate, Whitewater, Filegate, negocios de futuro en ganado, desafío de demandas judiciales por los récords de facturación del Bufete Rose en Little Rock, el hecho que ella ha sido la única Primera Dama en la historia de Estados Unidos en ser citada para comparecer ante un Gran Jurado y el misterioso perdón presidencial a cuatro terroristas puertorriqueños precisamente cuando Hillary era candidata en la campaña senatorial en Nueva York? El común denominador de todo eso fue su presunción que ella estaba por encima de la ley. Su creencia que los guerreros de la izquierda como ella necesitaban los recursos para su noble trabajo y deben estar exentos de escrutinio legal. Pero Hillary piensa, quizás con razón, que el público se ha olvidado de todo eso o quiere dejarlo atrás. O quizás ella asume que, a menos que sea encausada, el partido Demócrata no tiene otra alternativa que nominarla.

Finalmente, ¿perdonará el público sus problemas más recientes? Como secretaria de Estado, Hillary usó cuentas personales de e-mail en su servidor privado sin seguridad protegida. Pero un oficial del gobierno comunicándose sin ruta electrónica trazable está haciendo algo ilegal y falto de ética. La implicación es que Hillary trató de esconder sus comunicaciones de un futuro escrutinio público, y de posibles escándalos y citaciones judiciales.

Hillary y la fundación de los Clinton recibieron millones de dólares de jefes de estado y millonarios extranjeros, Es obvio lo inapropiado (para usar un término generoso) que un diplomático de Estados Unidos solicite contribuciones personales de gobiernos extranjeros. Los asistentes de Hillary deben haber supuesto que ninguna de estas comunicaciones fueron grabados en el E-mail privado, como si los cheques llegaran a Estados Unidos por su cuenta y sin conversaciones previas.

Y, por último, su marido. Recientemente se reportó que Bill Clinton voló más de una docena de veces en el jet privado (llamado por sus amigos como “el Lolita Express”) del depredador sexual convicto Jeffrey Epstein que tiene el hábito de reunir muchachas jovencitas para sus aventuras en islas del Caribe. Y, claro, Bill Clinton es aún más vulnerable en los quehaceres con el sexo opuesto.

Los republicanos tienen varios aspirantes presidenciales pero ninguno, hasta ahora, ha adquirido la delantera. Los demócratas, prácticamente, tienen toda su inversión en un solo candidato. Es un riesgo altísimo.

El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 



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