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06/01/2015 | La integración por abajo

Diana Calderon

La unión regional parece haber quedado únicamente, lo que no es poco, en acuerdos aduaneros y de comercio.

 

La Cumbre Iberoamericana en Veracruz y la reunión de presidentes de Unasur realizada en Quito, ambas en diciembre pasado, no pasan de ser actos rutinarios y periódicos de los jefes de Estado, más propicios para fotos que para acuerdos efectivos y muestran un evidente agotamiento. No hay avances ni en lo económico, ni en lo político, ni en creación de instituciones supranacionales. La integración parece haber quedado únicamente, lo que no es poco, en acuerdos aduaneros y de comercio.

La infraestructura y los proyectos integradores para el aprovechamiento de los cada vez más escasos recursos naturales, como el anillo energético sudamericano o la carretera interoceánica entre Perú y Brasil, han quedado para la retórica a pesar del renovado interés en todas las cumbres de conquistar los mercados de Asia y Pacífico como región.

La integración, al menos en Sudamérica, la integración de verdad, va mucho más adelante que los acuerdos de la burocracia y que las fotos de grupo de los dirigentes y jefes de estado, fotos unas veces con poncho, otras con corbata u otras con guayabera, según el clima.

La nueva y pujante clase media latinoamericana, en particular de Sudamérica, tiene cada vez más interés, más relaciones, más unión con países similares que con Europa o Estados Unidos. Mientras el sueño de las clases medias hace dos o tres décadas era llevar los hijos a Disney World hoy se miran opciones en los glaciales del sur o en las alturas de Los Andes, por ejemplo.

En un artículo reciente publicado en EL PAÍS, hablando de la gastronomía latinoamericana —en particular la originada en Perú y México—, mencionaba que su aporte, más allá de los sabores del paladar, fue reconocer los valores de sus propios productos y sacar el orgullo por lo nuestro. Eso está ocurriendo con muchas otras cosas.

Hoy se viaja por toda Sudamérica con solo el DNI nacional o cédula mientras hace una década se requería visas, permisos y otros requisitos para movilizarse. Cientos de vuelos diarios y semanales unen las capitales sudamericanas, decenas de miles de jóvenes buscan sus posgrados en Chile, Argentina o Brasil, cientos de jóvenes colombianos o argentinos van a Perú a aprender gastronomía, inversionistas chilenos o brasileños establecen sus negocios en ciudades intermedias y pequeñas de Ecuador o de Colombia.

Es una especie de ciudadanía sudamericana que no ha necesitado de la unidad monetaria tan discutida ahora en la Unión Europea, porque lo que ha fundamentado es el libre tránsito y residencia para coincidir con otros en intereses laborales, para el turismo, para la conversación regional aprovechando además la facilidad de hablar un mismo idioma.

Ecuador es un ejemplo de cómo hacer infraestructura, Chile ha tenido el liderazgo con dos décadas de reformas impulsadas por los socialistas, Bolivia atrae interés en cómo reducir la pobreza. Uruguay muestra un modelo de gobernabilidad en la austeridad con Mujica. Incluso va más adelante que otras naciones. En menos de dos meses, Uruguay pondrá a prueba un nuevo enfoque en el manejo de las drogas con la legalización responsable de la marihuana.

La isla en este proceso silencioso, paradójicamente, es el país que más retórica ha hecho con la integración y es Venezuela. Desde donde lanzaron el único proyecto informativo regional que es Telesur. Es el único país al cual no se puede ingresar con el DNI, el único con el cual no hay comercio libre, y sin embargo es enaltecido por el secretario de Unasur, el colombiano Ernesto Samper quien en vez de ocuparse de profundizar estructuras que garanticen la integración y defiendan las libertades, aplaude a Nicolás Maduro. Posiblemente con el argumento de que nunca es fácil determinar dónde se rompe la democracia y se camina por la cuerda floja de la dictadura.

Muchas cosas pueden criticarse como la ineficacia de los gobiernos del sur, la corrupción que es transversal en la clase política latinoamericana, que repite las mismas historias de dádivas y privilegios y solo cambia los nombres de Belaúnde por Mensalão, pero es mucho más lo que está pasando precisamente por fuera de la institucionalidad en la que se soportan nuestras naciones y es la que construyen cientos y cientos de jóvenes con un DNI en la mano borrando las fronteras para privilegiar el conocimiento.

Diana Calderón es directora de informativos de Caracol Radio y de Hora 20.
Twitter: @dianacalderonf

El Pais (Es) (España)

 



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