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12/11/2014 | España - Psicología del corrupto: narcisista, ¨disfruta de lo robado y se jacta de sus hazañas¨

Érika Montáñes

¿Qué tienen en común las mentes de Jordi Pujol (CiU), Antonio Sánchez (UDMA) y Francisco Granados (PP)? Especialistas se internan en las fechorías que despiertan la indignación popular y aseveran que estas personas no tienen visos de remordimiento.

 

Oleguer y su padre Jordi Pujol i Soley, al frente del clan. Los patrones de Valdemoro, Francisco Granados y su querido amigo David Marjaliza, al que no demostró tanto afecto en sede judicial, culpándole de todo, como cabecillas» de los más de 50 detenidos en la «Operación Púnica». La lista de implicados que contienen los «papeles de Bárcenas». El «EREGate» con dos expresidentes de la Junta andaluza en la picota y otros 227 encausados. La metida de mano de sindicatos como UGT en cursos de formación. Los despilfarros acuñados por los poseedores de las fatuas tarjetas opacas de Caja Madrid... Los casos de corrupción en los partidos y entidades no se hacen sombra entre sí. Todos suman. Ahora mismo en España hay 1.900 personas imputadas, al menos 170 condenados en más de 130 causas. Escandalizan y avergüenzan por igual al ciudadano de bien, que se hace dos preguntas: ¿qué tienen esas personas para hacer lo que hacen sin que el peso de la conciencia les haga mella?

Esa lista de corruptos en España está repleta de nombres conocidos y otros anodinos. Pero, ¿comparten algo en sus mentes y acciones? ¿Qué tienen en común, por ejemplo, un regidor como lo era de Serranillos del Valle Antonio Sánchez Fernández (UDMA) con un expresidente de la Generalitat durante 23 años como Jordi Pujol i Soley (CiU)?

La psicología trata de esclarecer las artimañas que usan los ávidos de ambición y dinero para no acusar la carga extra que supone la sapiencia de estar haciendo algo ilegal. Varios expertos analizan para ABC.es esa mentalidad del corrupto y tratan de dar respuesta a si abordan sus «andanzas» con una psique diferente a la de la persona honesta.

La doctora Isabel Pinillos es especialista en Psicología clínica y autora de numerosos libros de divulgación psicológica, como «Talento para vivir» y «Te mereces ser feliz». En el volumen que escribe al alimón con Antonio Fuster «Guerreros de la Mente» (Editorial Grijalbo) explica el funcionamiento de partes inconscientes de la psique y mecanismos mentales que se activan en procesos como estos. «En general este tipo de personas suelen vivir tranquilas. Si son personas sin patologías psicológicas, tienen mecanismos que les defienden de notar emociones perturbadoras como la culpa a la vergüenza y de ser conscientes de pensar aspectos de ellos mismos inaceptables desde la ética. Estos mecanismos los tenemos todos y nos ayudan a vivir. Pero en estos casos su uso ayuda a los corruptos a cometer y mantener sus actos delictivos», desgrana. Son los mismos mecanismos mentales de otros procesos vitales, coteja la doctora, como los que ayudan a la persona a prepararse «para superar un duelo como a realizar acciones negativas» sin que se sienta mal por ello, «ya que al suprimir la conciencia de delito o la culpa, mantienen la conducta delictiva», añade Pinillos.

Aunque la doctora discierne: «Pero también estas acciones delictivas pueden ser realizadas por personas con ciertos rasgos o trastornos de la personalidad caracterizados por la ausencia de sentimientos de culpa o empatía o cuyos valores están fuera de los valores sociales al uso».

En opinión del psicoterapeuta y escritor Luis Muiño, el peso de la conciencia en estas personas no existe. «Se consideran por encima del bien y del mal, como diría Nietzsche. No tienen la escala común de valores que tiene el ciudadano. Duermen tranquilos, vamos, no muestran signos de arrepentimiento ni de culpa, sin atenerse a la norma moral del resto, que además consideran que la moral es la del perdedor y los mediocres. Es más, justifican sus actos». No muestran pesar, no comparten un sentido de la ética común: «Son muy ególatras, tremendamente narcisistas, consideran que están por encima del resto, y esta característica es la misma que en el caso de los estafadores y los asesinos en serie».

Interpelamos por uno de los casos más llamativos y que a la doctora Pinillos reconoce le pareció menos soslayable que otros: el de Jordi Pujol, «una persona que ha sido un referente social y que durante años ha estado burlando las normas de esa sociedad de la que era un personaje relevante». Una vez que confesó el pasado 25 de julio haber defraudado al fisco durante décadas, ¿pudo sentir alivio, o cuál es el mecanismo de reacción psicológica que entra en actividad ante una confesión pública de esta índole? No, a juicio de Muiño, para quien la confesión es meramente funcional. «Les conviene confesar, pero no les afecta en absoluto. No necesitan contarlo porque se sientan culpables; sino que lo ven como una interrelación con los normales, los mediocres. ¿Para interaccionar, me viene bien o mal?» y obran en consecuencia.

Responde Pinillos: «El alivio lo sentiría alguien que tiene sentimientos de culpa y sufre por ello, aspecto que no suele darse en estos casos, por distintos motivos. Alguien con una personalidad normal puede sentir vergüenza al ser puesto al descubierto el delito, como a veces observamos, cuando se esconden y tapan para no ser vistos en los medios. Con respecto a las personalidades psicopáticas, antisociales o narcisistas, lo que pueden sentir son emociones negativas de rabia, temor, ya que al carecer de moralidad o tener otro tipo de valores, no sienten alivio al no sentir malestar antes».

Entonces, internamente, personas como el anciano Pujol, ¿habrían llegado a olvidarse de su delito, lo llevaba con serenidad o todo lo contrario? Dice Isabel Pinillos, también docente: «Lógicamente tiene que afectar a todo imputado. Es esperable sentir temor ante las consecuencias que se pueden derivar de la aplicación de la justicia. El grado de estrés que siente cada uno, al igual que en cualquier otro problema en la vida, depende de la magnitud de las consecuencias y de los recursos físicos, sociales y emocionales que cada persona tenga para afrontarlo». «Internamente, siempre lo llevan con serenidad estas personas», completa el psicólogo Muiño.

«Creen que no van a ser descubiertos»

«Tiene mala pinta», recogen las escuchas de la investigación policial como últimas palabras telefónicas que pronunció Francisco Granados cuando fue alertado de que los agentes husmeaban sus operaciones, sus macrofiestas y cacerías y sus movimientos bancarios de los últimos años. Es la aislada reacción temerosa que se tiene de un político que durante años clamó contra la corrupción en las filas de los partidos y presumió de no robar dinero. A preguntas como si él y los demás corruptos pueden disfrutar de ese dinero sin remordimientos ni miedo, la doctora Pinillos es contundente: «Creo que disfrutan sin remordimientos y además creen que no van a ser descubiertos. En muchos casos hablan jactándose con otras personas de sus hazañas, a pesar de que muchos han sido descubiertos. Racionalizaciones como "los demás no lo hacen porque no pueden" u otras les ayudan a justificarse ante ellos mismos y el hecho de estar un largo tiempo, sin ser descubiertos, favorece la extinción del miedo». El hecho de «creerse invulnerables» ayuda a que persistan sus delitos, alega.

De ahí que la aseveración consiguiente no sorprenda: «En la conducta delictiva influyen factores sociológicos y psicológicos. Por un lado, es el reflejo de la sociedad, donde cada vez es más frecuente observar la corrupción en los políticos, que además no tienen un castigo ejemplar. Se observa que pasan unos años en la cárcel y luego disfrutan de ese dinero el resto de la vida. Por otro lado no hay delito sin oportunidad. Se dice que la ocasión hace al ladrón», desgrana la psicóloga consultada por este periódico. Y prosigue: «Esto se puso de manifiesto en un estudio en EE.UU. sobre la educación del carácter durante los años 20. Se ponía a los niños en una situación donde podían mentir, engañar o robar y se observó que pocos se resistían a estas conductas. La conducta delictiva, a nivel psicológico, depende de varios factores como son los pensamientos y las elecciones, las recompensas, la personalidad, el aprendizaje y las creencias y expectativas. En otro estudio se repartieron unos sobres, unos con dinero y otros con otra información, con las direcciones de los destinatarios y se observó que los sobres con dinero se enviaban menos que los otros sobres, lo cual indica que hay una reflexión antes de decidir la conducta a realizar. Aunque obtener dinero es un refuerzo, una recompensa por sí misma y, en este sentido, constituye una motivación obvia, la conducta puede estar impulsada por otras motivaciones menos evidentes, inconscientes incluso para la persona que la lleva a cabo. Determinadas carencias en necesidades psicológicas básicas referentes al control, la seguridad o la autoestima pueden estar en la base de estas conductas delictivas, como un medio de obtenerlas. Con respecto a los estudios de las características de la personalidad de quien lleva a cabo este tipo de delitos, algunos indican que no tienen defectos privativos estas personas».

Abunda la doctora: «Hemos de considerar el papel que tiene la oportunidad y el valor del ambiente social y como dadas estas circunstancias, una persona puede sentirse motivada para obtener dinero fácil y satisfacer otras necesidades como control o autoestima. Por lo que puede ampararse en racionalizaciones y mecanismos de defensa para llevar a cabo el delito y mantenerlo en el tiempo. Pero también puede haber personas que tengan rasgos o incluso un trastorno de la personalidad de tipo psicopático, antisocial o narcisista por ejemplo, que facilita mas este tipo de conducta delictiva». En todo caso, la doctora aprecia como inconveniente la expresión tan usual de que «todos los políticos corruptos son iguales y evoca nuevamente su ejemplo anterior: «En la investigación citada con los niños, ¡había alguno que no cedió a la tentación!». Esto es, decidió decir la verdad.

En cambio, Muiño cree que «sí es cierta la expresión cuando decimos que todos los políticos corruptos son iguales. Si se llega a cierta corrupción en el sentido psicológico, sí es aplicable a todos. Es más, en cierto modo, la corrupción los iguala, porque son personas encantadas de conocerse. No se prevé quién va a ser corrupto, aunque hoy por hoy no pondría la mano en el fuego por ningún político, porque para llegar a ser un gran dirigente se dan muchas condiciones que hacen que no te fíes. Sería necesario poner más medios de protección; de la misma manera que los dueños de los supermercados no se fían de que nadie robe y activan mecanismos de protección para evitarlo».

El camino que va hacia la corrupción

En el camino que va hacia la conversión de un «político elegido por el pueblo» a «insolente corrupto y prevaricador que hace del nepotismo su "modus vivendi"» hay un proceso que suele comenzar siempre por pequeños favores y se va avanzando, cual piedras en esa senda, hacia la actividad ilícita de modo reductible. Incide, en este aspecto, la doctora entrevistada: «El delito necesita la oportunidad y esta oportunidad puede ser planteada de forma sucesiva. Un comportamiento normal está guiado por una identidad y unos valores propios que nos indican lo que no se puede hacer. Pero, dada la oportunidad, hay una serie de factores que afectan a este comportamiento, dejando de lado los valores del grupo y las normas internas; además de ciertas expectativas, creencias y mecanismos de defensa se alían con el delito».

ABC (España)

 



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