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06/10/2014 | Brasil - Una candidata más dura que nunca

Germán Aranda

La presidenta, que fue presa por participar en la guerrilla comunista durante la dictadura, ha mostrado en su campaña su cara más agresiva.

 

Fue la primera candidata en votar, a las 8.45 de la mañana, con traje de chaqueta granate y pantalón negro y muchas más sonrisas que las que dedicó a sus adversarios en los últimos debates electorales antes de la jornada de ayer.

"No hay pobrecitos en la Presidencia de Brasil, quien se siente un pobrecito no puede llegar hasta allí", fue una frase que usó durante la campaña y que define muy bien cuál ha sido su actitud ante los adversarios. Lo dijo como respuesta a las quejas de Marina Silva, que lamentaba la brutal ofensiva de la maquinaria del Partido de los Trabajadores contra su candidatura.

Agresiva, dura, seca, implacable, con poco apelo a las emociones y con discursos muy bien preparados sobre las aportaciones de su Gobierno al país y las ampliaciones que prepara para su nueva legislatura, Dilma Rousseff no ha necesitado ser poética, simpática ni amable para ganarse de nuevo al elector. Nunca lo necesitó.

Consiente del peligro que suponía la popularidad de Marina, ha ayudado a difundir que Marina Silva acabaría con la ayuda a las rentas más bajas del Bolsa Familia, extremo que Silva siempre negó.

En lo que a imagen pública se refiere, Dilma es exactamente lo opuesto a Lula, el carismático ex presidente que la eligió como sucesora.

Su falta de cintura política y carisma para negociar ha sido una de las principales trabas a la relación con el congreso de los diputados y también con los electores. Su seriedad y perfil de gestora perfeccionista, así como su mano dura contra los corruptos, su mejor aval para seguir en el poder. Eso y la gran maquinaria propagandística del partido, así como el legado de su Gobierno y del de Lula en el combate a la pobreza.

Pero incluso esa percepción de 'dama de hierro' eficiente se ha tambaleado en los últimos tiempos. Primero, por el desgaste provocado por las protestas sociales de junio del pasado año, a las que respondió ofreciendo algunas reformas -la mayoría congeladas poco después- que no convencieron a los jóvenes.

Y más recientemente, al desvelarse un escándalo de corrupción en Petrobras que ha llevado a la cárcel al que fuera director de la petrolera estatal cuando Dilma era presidenta del Consejo de Administración, como jefa de Gabinete de Presidencia. Ese cargo mientras era director de Petrobras Paulo Roberto Costa, detenido ahora por formación de cuadrilla, han puesto en entredicho su transparencia, aunque ella insiste en que se cesó a Costa en cuanto se supo de sus actividades ilegales.

Ninguno de esos importantes contratiempos, como tampoco el freno a la economía y el aumento de la inflación ni el mensaje renovador de Marina Silva han podido derrocar a la presidenta, acostumbrada a la resistencia. En los años de la dictadura, permaneció tres años presa y fue torturada por los militares por su participación en la guerrilla comunista, con la que participó junto a su ex marido en atracos a bancos y robo de armas a militares, aunque ella asegura no haber nunca empuñado una.

Hija de una profesora brasileña y de un siderúrgico búlgaro que fue militante comunista en Europa, Dilma nació en Belo Horizonte, Minas Gerais, en 1947. Licenciada en Economía, ayudó a fundar el Partido Democrático Laborista (PDT), con el que ocupó su primer cargo político como secretaria de Hacienda del Ayuntamiento de Porto Alegre. De la política municipal pasó a la regional y su trabajo como secretaria de Energía, Minas y Comunicación de Rio Grande do Sul llamó la atención de Lula cuando el PDT y el PT ya se habían aliado.

Aunque apoyó a Lula en la segunda vuelta de las elecciones de 1989, tardó en afiliarse al partido. Lo hizo en el año 2001, para un año después convertirse en Ministra de Minas y Energía en años de gran crecimiento de la petrolera estatal brasileña Petrobras. Antes de concurrir a las elecciones de 2010, fue jefa del Gabinete civil de Presidencia, mano derecha del presidente en el ejecutivo brasileño. Después, se impuso a José Serra, del PSDB, en la segunda vuelta de los comicios de hace cuatro años.

En su primer año de mandato, el país firmó su mejor crecimiento, del 7,5%, y allanó el camino para convertirse, más tarde, en sexta potencia mundial. Dilma amplió los programas sociales de Lula (especialmente el 'Bolsa Familia', de ayuda a las rentas más bajas, y el Minha Casa Minha Vida, de vivienda social), así como potenció las escuelas técnicas superiores para profesionalizar el país. Sus índices de popularidad se hundieron tras las protestas de 2013, pero se ha ido recuperando hasta imponerse con autoridad en la primera vuelta de las presidenciales.

El Mundo (España)

 


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