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09/07/2006 | Los espías de Moscú que cantaban boleros

Gerardo Reyes

Un día de febrero de 1992, un ruso oliendo a mortadela y vestido con un ajetreado suéter de lana se presentó en la embajada británica de un país báltico que estaba estrenando su independencia y dijo que quería hablar con alguna persona que tuviera autoridad.

 

Una joven y atractiva diplomática salió a atenderlo. Pensando que se trataba de uno de los cientos de aspirantes a asilo político, la funcionaria fácilmente hubiera podido despachar sin remordimiento al visitante que ofrecía importantes secretos de la inteligencia rusa.

Pero por una intuición que se la agradecerá la historia, la joven lo escuchó atentamente y le pidió en perfecto ruso las pruebas de lo que hablaba.

El visitante sacó de su

maletín, debajo de las salchichas y el pan, que eran parte del disfraz de indigente que usó para cruzar la frontera, un cartapacio de papeles con los que convenció a la diplomática británica de que estaba hablando en serio.

Los documentos eran el abrebocas del mayor tesoro de inteligencia extraído a la KGB en toda su historia. Vasili Mitrojin, el visitante de la embajada, trabajaba como jefe de archivo del Departamento de Inteligencia Internacional de la KGB (Comité para la Seguridad del Estado de la Unión Soviética). Decepcionado con el sistema comunista, el hombre recaudó discretamente durante 10 años miles de documentos ultrasecretos que delataban las febriles incursiones de la agencia por todos los rincones del mundo, incluyendo América Latina.

''Durante un cuarto de siglo, la KGB, a diferencia de la CIA, creyó que el Tercer Mundo era el escenario en el que podría ganar la Guerra Fría'', escribió Christopher Andrew, el profesor británico que publicó, junto con Mitrojin, las memorias de cómo se movían los agentes rusos en ese escenario.

Las memorias han ocupado dos libros, el último de los cuales The world was going our way; the KGB battle for the third world (El mundo iba en nuestra dirección: la KGB y su batalla por el Tercer Mundo), dedica un capítulo a América Latina. El libro es un tour fascinante por los senderos de la política que recorrieron los pintorescos, sórdidos y exagerados espías del comunismo en busca de aliados en las altas esferas del poder.

Mitrojin murió en enero del 2004 dejando su legado al profesor británico, un legado considerado por el Buró Federal de Investigaciones (FBI) como ''el más extenso y completo archivo jamás obtenido de cualquier fuente'' y por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), como ``la más grande bonanza de la contrainteligencia en el período de postguerra''.

Salvador Allende, de Chile; José Figueres, de Costa Rica; Alfonso López Michelsen, de Colombia; Omar Torrijos, de Panamá; Isabel Perón, de Argentina; Daniel Ortega, de Nicaragua, son algunos de los líderes que quedaron registrados con códigos secretos en los archivos de la agencia soviética que operaba en la región apoyándose en los servicios de inteligencia cubana.

A excepción de aquellos casos en los que el éxito de la gestión del personaje conquistado por la KGB es evidente, el nivel de compromiso que adquirieron otros políticos con el servicio de inteligencia es difícil de establecer con certeza, pues algunas veces los agentes inflaban sus logros para quedar bien con sus jefes, según lo explican los autores.

Por ello no es raro que los espías consignaran en sus memos confidenciales como una victoria importante de su labor el simple hecho de tener acceso a los palacios presidenciales de los países que estaban en su mira, aún si la relación con presidentes y ministros no derivaba en beneficios concretos y se limitaba a roces sociales y diplomáticos.

El modelo colombiano

Entre los miles de documentos que Mitrojin tenía en su biblioteca secreta estaba el archivo del ex presidente de Colombia, Alfonso López Michelsen (1974-1978). Se trata de un expediente muy curioso, pues de su lectura se deduce que el influyente líder del partido liberal de Colombia jugó con la KGB y con la CIA, las dos grandes fuerzas en guerra de nervios.

En sus primeros años de vida política López, fundador del Movimiento Revolucionario Liberal (MRL), encajaba perfectamente en el molde de personaje rebelde que buscaba la agencia soviética: era un astuto político de la izquierda convincente, tenía influencia en la región y manejaba una retórica antiyanqui exquisita para los oídos de una agencia que venía de escuchar el estruendoso y trágico final de Allende.

Los soviéticos no disimularon su alegría al enterarse de que López, recién posesionado como presidente en 1974, había rechazado la asistencia económica de Estados Unidos argumentando que ``la ayuda extranjera alimenta una dependencia económica poco saludable y demora o socava medidas que deben de ser tomadas para el desarrollo''.

También celebraba cuando López se refería al presidente Jimmy Carter como un ''político provinciano'' con el ``razonamiento primitivo de un persona que produce y vende maní''.

Con esas características del personaje sustentadas con entusiasmo e imaginación por Vladimir Tolstikov, el enviado especial de la KGB para América Latina, en marzo de 1975 el Politburó soviético aprobó una operación bautizada como REDUT, cuyo objetivo primordial era establecer una estrecha relación ''no oficial'' con el presidente López a quien se le asignó el código de MENTOR.

Tolstikov se reunió con López el 29 de mayo de 1975. Sin saber que se trataba de un agente de la KGB, López le entregó un album con fotografías de Colombia y le pidió que se las llevara a líder soviético Leonid Brezhnev. Luego condecoró al agente con la Orden de San Carlos, el máximo honor oficial del país, por su activa participación en el fortalecimiento de las relaciones con la Unión Soviética.

Sólo un episodio embarazoso para la KGB, según los autores, se interpuso en el proceso inicial de acercamiento al presidente López. Resulta que al revisar sus antecedentes en los archivos de la agencia, los soviéticos descubrieron que López había sido un ''objetivo'' de investigaciones del servicio por sus relaciones con la CIA.

Es decir, que el aliado potencial había sido un enemigo histórico. No es la primera vez que se sugiere que López tenía arreglos con la central de inteligencia de Estados Unidos. En el famoso diario del ex agente de la CIA, Philip Agee, Inside the Company, publicado en 1975, López fue identificado como una ficha de la CIA.

El autor del diario explica que el MRL, que en la historia de Colombia es recordado como un movimiento pionero de la izquierda, en unas etapas intransigente y en otras moderado, era un modelo de la CIA para mostrar cómo se hace una buena infiltración de organizaciones de ese corte en la región.

Agee menciona a López en sus memorias correspondientes al 2 de septiembre de 1961. Ese día el veterano agente de la CIA estaba en Quito siguiendo de cerca las tensiones que creaba en la región las amenazas continentales de la revolución cubana. En esa época, el subdirector de la estación de la CIA en la capital ecuatoriana, Gil Saudade, estaba empeñado en infiltrar el izquierdista Partido Liberal Popular Revolucionario del Ecuador (PLPR).

La manera en que la CIA pretendía neutralizar el movimiento ecuatoriano, según Agee, era adaptando en ese país la positiva experiencia de infiltración del MRL. Desde que Saudade llegó a Quito, explica Agee, ha estado cruzando correspondencia con la estación en Bogotá ``que apoya al movimiento izquierdista MRL''.

En un esfuerzo destinado a que el partido ecuatoriano se contagiara de la permeabilidad del MRL, Saudade logró que Juan Yepes del Pozo, líder del PLPR, invitara a López a Quito.

''La experiencia con el MRL en Colombia ha sido importante para Saudade porque aspira a tener un éxito con el PLPR comparable con el éxito que tuvo la estación [de la CIA] en Bogotá con el MRL'', escribió Agee.

El agente deja sin respuesta la pregunta que él mismo se hace en torno a si el contacto de la CIA con López se realizaba directamente o por medio de otros miembros del MRL.

A través de un vocero el ex presidente López explicó a El Nuevo Herald que no recuerda los detalles de las historias relacionadas con la KGB, pero que el gobierno colombiano tenía contactos con funcionarios de la embajada soviética, sin saber si éstos eran de la KGB.

López considera como ''muy probable y plausible'' la versión en el sentido de haber facilitado una entrevista de uno de esos funcionarios con Torrijos.

En cuanto a sus vínculos con la CIA comentó que podría tener relación con unas reuniones ocasionales que sostenía, siendo dirigente del MRL en los años 60, con un funcionario de la embajada de Estados Unidos en Bogotá ``que tenía un apellido de origen griego''.

El Nuevo Herald tuvo acceso a documentos que reposan en los Archivos Nacionales de Washington, D.C., en los cuales aparecen varios reportes de las continuas visitas que hacía López a la embajada para analizar en reserva la difícil situación política del país a mediados de los años 60, junto con funcionarios de la sede diplomática.

Allí son comunes sus continuas diatriabas contra el Frente Nacional -- un acuerdo de los partidos tradicionales para turnarse el poder cada cuatro años -- y contra el ex presidente Alberto Lleras. En uno de los reportes, el cónsul estadounidense, Morey Bell, califica de ''extremadamente cínicas'' las posturas de López.

Una larga lista

La gran inversión de la KGB en López, según los archivos de Mitrojin, fue que a través del mandartario colombiano la agencia obtuvo el acceso al hombre fuerte de Panamá, Omar Torrijos, en momentos en que se discutía el futuro del canal.

El libro ofrece algunos episodios de la relación de la KGB con el líder panameño. Entre ellos la parádojica visión que el gobierno de Estados Unidos y la Unión Soviética tenían en torno a los indicios de los vínculos de Torrijos con el narcotráfico.

Mientras Carter, considerado por Torrijos como un enemigo de los intereses de Panamá, se negaba a creer que el presidente panameño estuviera involucrado en el tráfico de drogas, la KGB no dudaba de que fueran ciertos.

''Odio a Estados Unidos'', le escuchó decir el agente Nikolai Sergeverich Leonov a Torrijos. ``Pero mi posición me obliga a tolerar muchísimo. ¡Cuánto envidio a Fidel Castro!''

Entre la lista de contactos de la KGB figuraron además:

• José Figueres Ferrer, presidente de Costa Rica en varios períodos, quien aceptó un ''préstamo'' de $300,000 de la KGB enviado a través del Partido Comunista de Costa Rica para financiar su campaña a cambio de que, de resultar electo, restableciera relaciones con la Unión Soviética. Figueres no solo cumplió sino que aceptó reunirse secretamente varias veces con el agente A. I. Mosolov, según el libro.

En 1976, la KGB le retiró sus afectos luego de que agentes del servicio escucharon decir a Manuel Piñeiro, jefe del Departamento América del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, que Figueres era ''un demagogo errante'' que mantenía una arsenal de ametralladoras en su villa en las afueras de San José.

• Salvador Allende, presidente de Chile. Código secreto: LIDER. Contacto confidencial de la KGB. Nunca fue catalogado como agente. En un principio cuando era un líder del Partido Comunista no le caía bien al agente a cargo en Santiago, quien le atribuyó como sus más destacadas características ``la arrogancia, la vanidad, el deseo de glorificación y el siempre estar buscando ser el centro de la atención a cualquier precio''.

Al agente Sviatoslav Fiodorovich Kusnetov (alias LEONID) no le entusiasmaban las simpatías maoistas del político chileno.

De acuerdo con los memoriales secretos revelados por el libro, Allende recibió miles de dólares en fondos de la Unión Soviética tanto cuando era candidato como presidente. Una vez elegido a la presidencia, los contactos con el agente se realizaban en la quinta de El Cañaveral, una propiedad en El Arrayán.

``Este lugar también funcionaba como lugar de entrenamiento para los escoltas del presidente, un lugar de reuniones políticas, y, presuntamente, un refugio íntimo en el que se presentaban películas de sexo, y el presidente y sus novias se hacían fotografiar mientras lo hacían''.

• Isabel Perón, esposa del presidente argentino Juan Domingo Perón, catalogada como contacto confidencial de la KGB. Fue abordada en España por Tolstikov, quien posaba como representante de una agencia soviética de exportación de películas.

''Le llevó varios regalos'', afirma uno de los reportes.

También en Argentina y con un papel mucho más efectivo, trabajó como contacto de la KGB José Gelbard (código secreto BAKIN), ministro de Economía de Perón y padre de Fernando Gelbard, ex embajador de Argentina en Francia.

Gelbard, padre, quien financió junto con dos empresarios judíos el Partido Comunista de Argentina, fue fundamental en la firma del acuerdo de cooperación comercial con la Unión Soviética en virtud del cual Argentina recibió $600 millones en préstamos a largo plazo.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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