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21/08/2014 | Venezuela, política y petróleo

Maruja Tarre

Ramirez logró el prodigio de arruinar al país durante la bonanza petrolera más extraordinaria que ha habido en la historia

 

El título no es mío: es el nombre de uno de los libros más famosos que se ha escrito sobre la historia de los hidrocarburos en Venezuela. Su autor es Rómulo Betancourt y junto con “Hundiéndonos en el excremento del Diablo” de Juan Pablo Pérez Alfonso, son lectura indispensable para quien quiera comprender la relación de los venezolanos con nuestra principal riqueza.

Desde el principio de nuestra historia reciente, el petróleo ha sido un elemento fundamental en la vida política del país. Incluso Juan Vicente Gómez, con una política entreguista de amplias concesiones a las compañías extranjeras tuvo un Ministro como Gumercindo Torres que comprendió la necesidad de que los venezolanos entendiesen el mercado internacional y fuesen capaces de redactar leyes que regulasen la actividad foránea. Cuando la industria estaba también iniciándose en los EEUU, hubo venezolanos que fueron a estudiar ingenieria en las grandes universidades del Norte, convirtiéndose en nuestros primeros técnicos petroleros.

Esos dos grupos, los políticos conscientes de que manejar el recurso petrolero era indispensable para conducir el país, y los técnicos venezolanos que desde la llegada de las compañías trabajaron eficientemente extrayendo el crudo, convivieron hasta la llegada de Chávez. Su relación tuvo altibajos, hubo períodos de entendimiento como cuando se logró el famoso “fifty-fifty o sea la repartición igualitaria de beneficios entre empresas y gobierno. En otros momentos hubo incomprensión o divergencias en políticas y estrategias, sobre todo en torno a la OPEP esa idea de Juan Pablo Pérez Alfonso, que en un principio era netamente política. Pero siempre prevaleció el respeto y sobre todo la coexistencia, que existían entonces entre los venezolanos.

La reversión y luego nacionalización petrolera entre 1971 y 1973, bajo el gobierno de Carlos Andrés Pérez tuvo la inteligencia de dejar en sus puestos a esos técnicos venezolanos, con décadas acumuladas de experiencia en la eficiente extracción, refinación, transporte y comercialización de los hidrocarburos. Se creó Petróleos de Venezuela (PDVSA) compañía integrada (y no exclusivamente de extracción como ha dicho el actual ministro Ramirez) y paralelamente el Ministerio de Energía y Minas estaba encargado de la conducción de la política energética. Hubo divergencias entre ambas burocracias, como sucede en todas las democracias y ha sido ampliamente documentado tanto en teoría como en la práctica. La importancia del Ministerio o de PDVSA dependían mucho de la personalidad del ministro o del presidente de la compañía y del delicado equilibrio entre ambos que debía ser resguardado por el presidente de la República.

En los años 80, se inicia una importante transformación en la visión petrolera del país, la llamada “internacionalización” de la industria. Se compraron 23 refinerías y tres terminales de almacenamiento en ocho países, con la idea de asegurar mercados para el petróleo venezolano. Dicha política fue ampliamente discutida en el Congreso Nacional, en universidades, en foros públicos. Algunas personalidades como Alí Rodriguez, Alvaro Silva Calderón y Bernardo Álvarez, que luego formarían parte del equipo petrolero chavista, eran parlamentarios y tuvieron un destacado papel en las discusiones.

Durante décadas, desde los años 50 hasta la Presidencia de Richard Nixon, el petróleo venezolano había sido discriminado en EE UU a favor de los crudos de Canadá y de México y estaba sometido a exigentes “cuotas de importación”. En el resto del mundo, al ser extremadamente pesado, nuestro crudo también tenía dificultades para encontrar sitios donde pudiese se procesado, de ahí la idea de tener refinerías propias. Se compraron plantas, o participación, en mercados tan importantes como el alemán con la Veba Oel y el escandinavo con la refinería Nynas en Suecia (liquidadas durante el gobierno de Chávez).

Pero la joya de la corona fue sin duda la adquisición de CITGO entre 1986 y 1990 con ocho refinerías en EE UU (hoy en día nos quedan 3), tres oleoductos y participación en otros tres y el abastecimiento de 5.900 estaciones de servicio. Eso le aseguraba a PDVSA el seguro acceso al mercado norteamericano y refinerías destinadas específicamente a refinar el crudo con las características del venezolano. Mercado privilegiado para Venezuela por su cercanía y porque aún hoy en día es el único que nos ha brindado un ingreso seguro en dólares.

Al llegar Chávez al poder se rodea en un principio de viejos petroleros de izquierda como Álvaro Silva Calderón y nombra en PDVSA a un militar eficiente: Guaicaipuro Lameda. Pero pronto se da cuenta que para manejar a su antojo los ingresos de PDVSA necesita un hombre de confianza y sin peso específico propio. Consigue a Rafael Ramírez, un obscuro funcionario del Ministerio de Minas, cuya único mérito es su parentesco cercano con el terrorista venezolano Carlos “el Chacal”, a quien Chávez le había escrito una carta delirante al llegar al poder. Chávez le otorga plenos poderes a Ramírez y rompe el delicado equilibrio que habían logrado todos los presidentes anteriores entre la tecnocracia de PDVSA y el estamento político venezolano. A raíz de una huelga petrolera que nadie quería realmente, Chávez comete un verdadero suicidio al despedir (por televisión) prácticamente a todos los técnicos importantes de la compañía, dejándola en las incompetentes manos de Rafael Ramirez y su circulo corrupto.

Así llegamos a la situación actual. PDVSA no logra producir desde hace años las cuotas que según la OPEP deberíamos haber alcanzado. Las principales refinerías del país se han quemado y han sufrido accidentes graves por falta de mantenimiento. La empresa, después de haber sido un modelo de buen gobierno, recorre el mundo pidiendo prestamos y vendiendo petróleo “a futuro”, o sea deudas para las futuras generaciones. Se han otorgado contratos, cuyo contenido nadie conoce, a empresas fantasmas. Ahora, quieren vender a CITGO, algunos dicen que por falta de efectivo por parte del gobierno, otros aseguran que es necesario salir de esos activos, por varios juicios que tenemos pendientes y vamos a perder. Ramirez logró el prodigio de arruinar a Venezuela durante la bonanza petrolera más extraordinaria que ha habido en la historia pero tenemos que reconocerle un talento: se ha convertido él, personalmente, en un magnate de proporciones internacionales.

El Pais (Es) (España)

 



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