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10/07/2014 | ¿Hacia una nueva era bipolar?

Alfredo Toro Hardy

Las fuerzas en cuestión son el atlantismo y la esfera euroasiática

 

Como nunca antes desde la Guerra Fría se está configurando un mundo en el que prevalecen dos grandes fuerzas. En estos próximos años habrá de verse si esta división evoluciona hacia una nueva bipolaridad que podría no ser tan sólo política sino también económica. Las fuerzas en cuestión son el atlantismo y la esfera euroasiática. La primera tiene su núcleo en los países que conforman la OTAN y por extensión en la red de alianzas internacionales de Estados Unidos con particular referencia a la región de Asia Pacífico. La segunda gira en torno al eje Rusia-China, en vías de consolidación. Como componentes centrales del mismo se encontrarían los miembros de la Organización de Cooperación de Shanghai que, en adición a los anteriores, incluyen a varios estados centro-asiáticos de los cuales el más importante es Kazakstán. También los integrantes de la Unión Euroasiática y del Tratado de Seguridad Colectiva que reproducen a los anteriores más Bielorrusia (pero sin China) estarían allí.

El atlantismo gira en torno a la OTAN, donde convergen Estados Unidos y Canadá con los países europeos que en distintas fases se han ido adhiriendo a dicha organización. En la última de dichas fases, que tuvo lugar entre 1999 y 2009, se produjo la migración hacia ese ámbito de casi todos los países europeos que conformaron la antigua órbita soviética. Ucrania y Georgia, aún no integrando todavía dicha organización, fluyen hacia ella. El esfuerzo occidental por ir absorbiendo a países que caían bajo la zona de influencia rusa ha sido causa de mucha fricción, coadyuvando a la formación del eje de signo contrario. Australia, Nueva Zelandia, Corea del Sur, Japón, Filipinas y, desde luego Israel, representan aliados naturales de Estados Unidos y, por intermedio de éste, de la esfera atlantista. Taiwán, un integrante tradicional de este grupo, ha ido desdibujando su proximidad a Occidente ante la gigantesca influencia económica de Pekín.

Son muchos los analistas que se refieren a la convergencia Moscú-Pekín como una simple alianza táctica. Ello desconoce la existencia de un proceso que se remonta a 1996 y que de manera poco espectacular pero constante ha ido consolidando una asociación estratégica. De hecho la Doctrina Primakov, formulada en los noventa por el actual Canciller ruso, planteaba la necesidad de ir dando forma a esta alianza. La presencia de China en la misma resulta determinante pues posibilita que muchos países del mundo en desarrollo tiendan a fluir en esa dirección. Al rechazo a un predominio unipolar y occidental se le sumaría así un importante componente económico.

India estaría llamada a ser el fiel de la balanza en medio de una dicotomía como la anterior. Sus posturas internacionales, su énfasis en una identidad asiática, el volumen de su comercio con China y su complementariedad energética con Rusia, parecerían resultar más afines con la esfera euroasiática que con el atlantismo. Es posible que India prefiera mantenerse neutral pero, de llegar a sumarse a la primera de esas dos opciones, la mayoría del mundo en desarrollo tendería a inclinarse en esa dirección.

El Universal (Mexico)

 



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