"Este país sería mejor si no hubiera petróleo", confiesa Mohamed en la terraza de un hotel de Erbil. En la capital del Kurdistán, con medio millón de almas, el petróleo ha desatado la fiebre del ladrillo. Modernos edificios de oficinas y lujosos centros comerciales florecen en su árido perímetro. El segundo órdago que asfixia a Bagdad se trama en los despachos de Erbil. En mayo, unas semanas antes de que el ISIS disputara el control de las plantas petrolíferas, la región autonómica del Kurdistán anunció que había comenzado a exportar crudo a través de un oleoducto con Turquía sin rendir cuentas a Bagdad. Hasta la fecha, dos buques han llegado al puerto de Ceyhan rumbo a Europa. Y las autoridades, que han adjudicado nuevos yacimientos a compañías extranjeras sin el beneplácito del gobierno central, esperan que otros dos partan esta misma semana.

Irak no solo se expone a la balcanización de un país roto en sectas. También a un nuevo mapa del control de una riqueza petrolera en plena expansión. El segundo mayor productor de crudo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo ha respondido a las aspiraciones kurdas con una demanda de arbitraje internacional. "Que las autoridades kurdas se hayan excedido en el uso de su autoridad al exportar petróleo es una cuestión que deben tratar el gobierno iraquí y el Ejecutivo kurdo bajo el marco constitucional", sugiere a EL MUNDO Eliseo Castineira, un reputado abogado curtido en casos de arbitraje en Europa, Oriento Próximo y África.

En un conferencia esta semana, el ministro kurdo de Recursos Naturales Ashti Haurami defendió que "un nuevo Irak solo puede construirse sobre la base del reparto del poder y la distribución de la riqueza entre su comunidades". Erbil -que no oculta que la gestión independiente de los yacimientos alimenta su sueño independentista- culpa a Bagdad de intentar ahogar a la región congelando el envío del presupuesto. Con la venta autónoma del petróleo, ya se han recaudado 1.000 millones de dólares. A la exportación por el oleoducto turco, que acariciará los 200.000 barriles diarios en julio y alcanzará los 400.000 a fines de año, se conectarán también los pozos de Kirkuk, una área disputada históricamente por el Kurdistán y el gobierno central que desde la semana pasada es controlada por los peshmerga (tropas kurdas). Su tubería, no obstante, está en dique seco desde el pasado marzo por los continuos ataques de la insurgencia.

Junto al desafío de yihadistas y kurdos, el oro negro iraquí vive amenazado por la corrupción y las trabas burocráticas a la inversión de empresas privadas. Con la quinta mayor reserva de crudo del mundo, la mayoría de sus exportaciones tienen como destino Estados Unidos y Asia. Y la aguda crisis política puede afectar el precio del crudo. Según un informe publicado por la organización Securing America's Future Energy, la pérdida de un tercio de la producción total de Irak y el aumento de la demanda en el segundo semestre de 2014 podrían generar una subida en los precios de hasta 40 dólares por barril. Tras la conquista yihadista de Mosul -en cuya área se estima que se guarda una de las mayores reservas de petróleo del mundo, con 24.000 millones de barriles-, los precios pulverizaron los registros de los últimos diez meses.

A pesar de los nubarrones, el ministro iraquí de Petróleo Abdulkarim al Luaibi suele lanzar un mensaje de tranquilidad. En el transcurso de una reciente reunión de la OPEP, aseguró a sus homólogos que los pozos del sur del país siguen siendo "muy, muy seguros". Precisamente, empresas internacionales como Lukoil y Gazprom han subrayado que sus operaciones están alejadas de las zonas de conflicto. BP, en cambio, ha repatriado a su personal no esencial aunque sus operaciones no se han visto afectadas. De los 2,8 millones de barriles diarios que exporta Irak, 2,5 proceden de Basora, en el sur del país.