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12/05/2014 | El sueño de la paz se desvanece en las favelas de Rio de Janeiro

Germán Aranda

La violencia policial y de los narcotraficantes regresa con fuerza a las comunidades 'pacificadas' a un mes exacto del comienzo del Mundial de fútbol.

 

La paz era un bello sueño del que Rio de Janeiro está despertando con ruido de disparos y gritos de revuelta. A un mes exacto de que se inicie el Mundial, los índices de homicidios en la ciudad han vuelto a registrar números previos al proyecto de 'pacificación', que intenta desde 2008 sustituir el poder de los narcotraficantes por el de agentes policiales permanentes en las favelas de la ciudad.

El contraataque de los narcos que se habían mantenido en silencio en las comunidades ocupadas y la excesiva violencia policial han vuelto a hacer de la muerte algo habitual en ellas y cuando eso sucede, la población viene rebelándose con ira.

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La muerte del joven bailarín Douglas Silva en la favela de Pavão, incrustada en Copacabana, presuntamente a manos de la policía, indignó a finales de abril a gran parte de sus vecinos, que prendieron diversos fuegos de protesta, en la que falleció otro joven por un disparo en la cabeza, también posiblemente proveniente de un arma de la policía. En las últimas semanas, fallecieron un agente y una anciana en otra comunidad pacificada, el Complejo de Alemão, y la protesta de moradores se tornó en incendio de autobuses y destrucción.

"La relación con la policía nunca ha sido buena desde que llegó la pacificación, porque siempre ha tratado al vecino como a un delincuente", denuncia Dionisio, vecino de la favela donde murió Douglas, al que conocía bien. "Yo no sé si colaboraba o no con el narcotráfico, pero la policía está para detener y no para matar. Si es para matar, habrá que llamarla de otro modo", añade.

El sociólogo y fundador del Laboratorio de Análisis de la Violencia Ignacio Cano no cree que se pueda hablar de fracaso de la pacificación, que "redujo el número de homicidios y de robo y representa un contrapunto al modelo tradicional nefasto de la guerra al crimen con la que se convive aún en regiones sin UPP", siglas del proyecto de la Unidad de Policía Pacificadora. Para Cano, lo que existe es "una crisis" en su opinión provocada porque "la fase de evaluación de las UPPs no se ha llevado a cabo". "Existía una sensación ilusoria del gobierno de que con la implantación de las UPPs se iban a resolver problemas que son estructurales", añade.

La seguridad durante el Mundial, defiende Cano, no va a estar en peligro por el rebrote de la violencia en las regiones pacificadas, pues la reforzadísima policía amedrentará posibles amenazas como sucedió en recientes eventos. "Las manifestaciones son una prioridad mayor en cuanto a la seguridad de los visitantes", defiende, y asegura que hasta el momento no existe una convergencia importante entre los movimientos de revuelta por muertes y abusos policiales en las favelas y las protestas más multitudinarias que tomaron las calles el año pasado.

El regreso de la violencia a las favelas con UPP, reflejada en el ascenso del número de homicidios en la ciudad a 1.459 en el primer trimestre de 2014 (en su mejor año, 2012, fueron 1.100 casos) pone en entredicho el mayor, más costoso y más publicitado plan de seguridad llevado a cabo por el estado, y hasta hace poco considerado exitoso, para poner fin a las muertes por la guerra al tráfico. Desde 2008, se han implantado 37 unidades en favelas antes dominadas por el narcotráfico, lo cual equivale a un millón y medio de personas beneficiadas por el proyecto.

Existen comunidades 'pacificadas' ejemplares, como Santa Marta y Vidigal, donde reina la paz fruto de la ausencia de jóvenes con fusil y el comercio y el turismo se han beneficiado de ello. En otras, como Rocinha o Alemão, la violencia policial no ha desaparecido ni tampoco la acción armada y el poder (algo más escondido) de los narcotraficantes. Y otras en transición, como el complejo de Maré, que imaginan un futuro mejor mientras más de 2.000 militares ocupan sus calles hasta el fin del Mundial con vistas a implantar otra unidad pacificadora.

El Mundo (España)

 



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