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30/04/2014 | Construyendo la paz en Colombia

Bruce Klingner

Después de más de sesenta años de conflicto interno, actualmente el gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) parecen estar en la vía para alcanzar un acuerdo de paz.

 

Tanto el presidente Juan Manuel Santos como el señor Enrique Peñalosa, su principal rival en las próximas elecciones presidenciales que se realizarán en ese país el próximo mes de mayo, han expresado su deseo de continuar con las negociaciones. Algunos observadores se están enfocando ahora en la manera en cómo un posible acuerdo podría implementarse, en lugar de qué, de hecho, está siendo negociado.

A lo largo de todo el conflicto, la mayoría de los centros urbanos más poblados han permanecido ajenos a la violencia que ha afectado a las áreas rurales. De hecho, las reclamaciones originales de las FARC se referían predominantemente a temas rurales. Un posible acuerdo de paz tendrá que lidiar inevitablemente con un contexto de grandes desequilibrios económicos entre los sectores urbanos y rurales de Colombia, exacerbados en estos últimos años por la reciente prosperidad en el área de la minería, y una apreciación de la moneda nacional.

Es claro que la exitosa puesta en marcha de cualquier acuerdo de paz dependerá, en gran parte, de la habilidad de las instituciones colombianas para mejorar sustancialmente las condiciones de vida en las amplias áreas rurales que permanecen sin desarrollar o que caen bajo la categoría del subdesarrollo. Frente a este escenario, el país no está partiendo de cero: más bien tiene modelos que pueden proveer valiosos ejemplos para lograr el progreso en esta nueva fase de la historia de Colombia. Específicamente me estoy refiriendo al modelo desarrollado por los cultivadores de café con el auspicio de la Federación Nacional de Cafeteros (FNC), ampliamente conocidos en el extranjero por el desarrollo de las campañas de mercadeo de la marca Juan Valdez y por las operaciones publicitarias destinadas a fomentar el consumo de café colombiano, y que han sido, y continuarán siendo, actores claves en el establecimiento y mantenimiento de la paz en muchas regiones rurales de Colombia.

Al mismo tiempo que la FNC continúa siendo un actor principal en el financiamiento y en la construcción de una infraestructura vital en la moderna Colombia, incluso una revisión superficial de su más reciente informe de sostenibilidad muestra que, quizás, su contribución más importante con relación al desarrollo y bienestar de las áreas rurales en Colombia, yace en el capital social que ha ayudado a construir en más de la mitad de los municipios del área rural del país. Los más de 1,500 expertos del servicio de extensión de la FNC son, indudablemente y en comparación con cualquier otra institución del país, el contacto más valioso que tienen los cientos de miles de cultivadores de café del país, sus familias y sus comunidades. Estos profesionales ofrecen asistencia técnica y mecanismos para acceder a los mercados de capital, con el objetivo de mejorar la producción en las plantaciones cafeteras. Los comités de cultivadores de café locales y regionales de la FNC, así como las redes de representantes elegidos por ellos, les brindan una oportunidad a los caficultores de participar en acciones colectivas con la meta de mejorar su futuro.

Entre académicos como el economista y científico social Mancur Olson, la FNC ha sido constantemente citada como un gran ejemplo del éxito obtenido a través de las acciones colectivas. Asimismo el MEAS (Modernizing Extension and Advisory Services –Proyecto de Modernización de los Servicios de Extensión y Asistencia), financiado por la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID por sus siglas en inglés), ha destacado también el importante papel que tienen los servicios de extensión de la FNC para las comunidades que se dedican al cultivo del café. Un reciente estudio académico, editado y publicado conjuntamente por la Universidad de Los Andes, en Bogotá, y por la Université Libre, de Bruselas, Bélgica, ha demostrado empíricamente que en las áreas en que los servicios de extensión de la FNC están presentes, existen índices que señalan que los niveles de violencia tienden a ser significativamente más bajos que en los sectores en que no lo están. De hecho, a pesar de la histórica volatilidad de los precios del café y de las dificultades para cultivarlo y exportarlo como resultado de la inestabilidad del peso, muchas de las áreas colombianas de producción de café han continuado con esa actividad en lugar de recurrir a la siembra de cultivos ilícitos como la coca.

Aprender de los éxitos que ha conseguido la Federación de Cafeteros y reconocer el valor que tienen este tipo de instituciones es clave para la futura puesta en práctica de cualquier proceso de paz que sea efectivo en Colombia. Los colombianos deben hacer un esfuerzo para sacar lecciones de los éxitos que han tenido en su propio pasado institucional así como para usar esas experiencias positivas en la construcción de un futuro mejor, más próspero y más pacífico en las áreas rurales del país, “al estilo colombiano”.

Profesor, Departamento de Estudios Internacionales, Universidad de Miami.
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El Nuevo Herald (Estados Unidos)

 



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27/11/2010|

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