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20/04/2014 | La 'mentalidad KGB' de Putin

Rosalía Sánchez

El pasado como agente de los servicios de espionaje soviéticos pesa en el presidente ruso. Compara la reciente anexión de Crimea por el Kremlin con la reunificación alemana.

 

El 6 de diciembre de 1989, derribado el Muro de Berlin y en una RDA que caía por su propio peso, el agente de la KGB destinado en Dresde, Vladimir Vladímirovich Putin, tomó una iniciativa que acabaría constituyendo el mayor éxito en su carrera como espía. "Una copia del expediente que contenía todos los contactos del KGB permanecía archivada en las oficinas de la Stasi. Había que recuperarla, pero las autoridades de la RDA estaban bloqueadas, nadie contestaba al teléfono. Carecía de órdenes concretas y aun así tomó la resolución de presentarse en la oficina y llevarse por la fuerza los documentos antes de que sus custodios pudiesen reaccionar". Narra este episodio el que fuera su colega de la KGB en Dresde, Vladimir Ussolzev, que sugiere que Putin utilizó después esos datos en beneficio propio y para hacerse con el favor de Boris Yeltsin: "Había preparado las cosas para ganarse la vida como taxista en Leningrado y, de repente, lo vimos convertido en el alcalde de la ciudad". El ejercicio del poder como medio de supervivencia o ascenso y la fuerza de los hechos consumados, formaban ya entonces parte del ADN estratégico de Putin.

Un sueño desde la escuela secundaria

En la escuela secundaria, soñaba con trabajar en el KGB. Un empleado de los servicios secretos rusos le aconsejó que se dejase de fantasías y estudiase Derecho, pero antes de licenciarse, en 1975, ya formaba parte del servicio de contraespionaje. "Fue destinado a Alemania en agosto de 1985. No estuvo en Moscú mientras Gorbachov peleaba por su Perestroika y todo aquel debate, sino que pasó esos años clave estudiando a fondo e interiorizando el modelo político de la RDA, donde resultaba fundamental que todo tuviera una apariencia de estabilidad, incluso de democracia, pero donde todo el sistema se concentraba en un fin superior, mantener las clavijas del poder bien apretadas". El que habla ahora es Ernst Elitz, en aquellos años redactor jefe de los informativos de Süddetusche Rundfunk. "Lo último que vio en Rusia fueron los Juegos Olímpicos que Brezhnev organizó para mostrar al mundo la magnificencia de ese lado del telón de acero. Putin acaba de hacer lo mismo en Sochi con su nueva Rusia", señala, como uno de los muchos paralelismos que explican sus actos de los últimos meses.

Snowden, refugiado de honor

En junio de 2013, el ex agente de la NSA, Edward Snowden, aterriza en Moscú. Putin, que en la Alemania oriental tuvo como principal cometido el reclutamiento de dobles espías e informantes en las instituciones enemigas, reconoce la jugosa oportunidad y le presta protección. Públicamente le exige que no haga nada durante su asilo provisional que perjudique a EEUU, pero los papeles de Snowden siguen publicándose en medios internacionales, creando serio malestar y rencillas entre los aliados occidentales, al tiempo que las autoridades rusas, según el propio Snowden ha reconocido, le pedían en calidad de anfitriones información privilegiada.

"Sigue haciendo lo mismo que en el KGB", constata el experto de los servicios secretos alemanes (BND) Erich Schmidt-Eenboom, recopilador de los archivos redactados entre 1985 y 1990 por una agente del BND que se hizo pasar por intérprete de Lyudmilla Putina, esposa de Putin. La agente secreta, identificada como Lenchen Sch. y apodada "Balcón" por la generosidad de sus escotes, consiguió hacerse una habitual en la vivienda del 101 de la Radebergerstr. y retrató en sus informes a un especialista en tantear la debilidad ajena hasta encontrar el momento oportuno del ataque.

Ventaja ante la indecisión de Occidente

En 2006 y en 2009, Putin ya olfateó la indecisión de Occidente, cuando cortó el gas a Ucrania por no pagar convenientemente la factura. En agosto de 2013, cuando Bashar Asad atacó con gas a su propia población, Obama se retractó en el último momento y no lanzó una operación armada contra un dictador de tercera fila que jamás se habría interpuesto en el camino de Putin. A sus ojos, sospecha Schmidt-Eenboom, "Obama quedó retratado como un pusilánime", dice Elitz.

Tras los detalles de una vida aparentemente anodina en la RDA (cursos de alemán, alguna que otra cerveza en el bar Am Thor, club de pesca los sábados e insípidas escapadas extramatrimoniales), "Balcón" informa sobre una constante actitud 'nachalnik' ( autoritaria) y de un único defecto: "Su problema para medir correctamente el peligro".

Una vez de vuelta en Rusia, en 1990, Putin siguió muy de cerca la operación estratégico-diplomática que dio lugar a la reunificación alemana, desde su punto de vista una anexión a la que se ha referido en los últimos días en relación con Crimea. Al portavoz del Gobierno alemán, Steffen Seibert, le tiembla el pulso cuando se menciona en su presencia tal paralelismo. "La unidad alemana reunió a dos Estados de la misma nación", mientras que "los ataques rusos" han llevado a "la división de Ucrania", puntualiza, recordando además que "al contrario que los hechos actuales, la reunificación contó con el apoyo de la comunidad internacional".

El Mundo (España)

 



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