Vive en el último piso de La Rosadita, un edificio emblemático del barrio más emblemático antes del menemismo y hoy del kirchnerismo: Puerto Madero. Allí donde tienen departamentos Cristina Kirchner y Boudou y funcionaba la financiera de Elaskar y Fariña, que pesaba la plata de Lázaro Báez. Pero no es Báez, aunque forme parte del mismo club de negocios Santa Cruz, el que más ganó en la década ganada.

Cristóbal López pasa ahí casi la mitad de la semana. La otra mitad la pasa en su mansión con helipuerto y lago propios en Comodoro Rivadavia. Le gustan los negocios y las cosas grandes, como la enorme mesa sobre la que despliega planillas y se resiste a computadoras y pantallas.

Al igual que Kirchner, anota cifras con lápiz en un cuaderno.

También son enormes. Los pagos a políticos figuran como “honorarios”.

Es alto, hiperactivo y pechador. Se puso a dieta y contrató un personal trainer, pero como buen pingüino es voraz en los negocios. Acaba de añadir a su red el Casino de Tigre y desde ahí proyecta abrir bingos en la Zona Norte mientras diseña un millonario sistema de apuestas deportivas on line junto a Grondona y la AFA. En esto también circula con la chapa del Gobierno.

Se ha expandido al petróleo, la banca, las autopartes, los alimentos y hasta los medios y la producción de TV. El gran salto lo dio con Néstor Kirchner, que le habilitó la pista de aterrizaje en la Ciudad con el OK de Ibarra. Pilotea el casino flotante y Palermo, donde montó la mayor concentración de tragamonedas del país, una concesión que vence en 2032. Increíble. Aún más increíble: nadie lo audita ni sabe cuánto factura. Es lo más parecido a una fábrica de plata negra.

“Soy empresario, no soy político”, repite López. Pero todos sus negocios son con políticos aunque mejor sería decir con el poder político. Es íntimo de Zannini y de De Vido y con Scioli llegó ahora a Tigre y va por la española Codere.

Su hombre de confianza es Alberto Pérez, también hombre de confianza del gobernador. Bingo. Tampoco le faltan hombres de confianza en la Ciudad: su socio, Federico Achával, y el socio de Macri, Nicolás Caputo. El cuarto es José Torello.

Todos Newman’s boys. Otro Bingo.

Del brazo del peronista Obeid desembarcó en Rosario y supo estirar esa relación a los socialistas.

El juego obra milagros políticos y negocios milagrosos. López le puso Indalo a su grupo por sus orígenes en Almería. Indalo es una pintura rupestre transformada en tótem contra las tormentas. El juego es un negocio tormentoso.

Tal vez pueda necesitar más que un amuleto.