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15/06/2006 | Terrorismo y propaganda

Rogelio Alonso

... Estas tácticas propagandísticas tienden a ignorar que el poder conquistado mediante el terror y la coacción se ejerce con los mismos medios...

 

Las organizaciones terroristas recurren al lenguaje con objeto de construir aparatos de justificación de su violencia, sirviéndose para ello de medios de comunicación y discursos políticos. Con ese fin términos como «paz» y «diálogo» se utilizan con profusión volviéndose, de forma intencionada, contrarios a su significado natural para constituirse en instrumentos de propaganda que son manipulados por organizaciones y dirigentes terroristas en la búsqueda de esa legitimidad de la que generalmente carecen. Los fenómenos terroristas en Irlanda del Norte y el País Vasco ofrecen abundantes muestras de esta instrumentalización, demostrando la importancia de la acción comunicativa en la política antiterrorista.

Pese a sus constantes esfuerzos, ni ETA ni el IRA lograron que la mayoría de la sociedad vasca y norirlandesa legitimara su terrorismo. Ése es uno de los motivos por el que su declive les llevó a declarar el alto el fuego, aunque no su desaparición, manteniendo así su coacción e influencia en la escena política.

 
En este periodo ambos grupos han seguido buscando una legitimación que algunos se muestran partidarios de otorgarles a cambio de una declaración formal de tregua. Tanto el IRA como ETA, en contextos de grave debilidad, han aprovechado esta disposición de sectores políticos y sociales.
 
Lo han hecho afianzando una peligrosa dinámica consistente en propugnar lo que han denominado como «procesos de paz», en los cuales se intenta que los grupos terroristas y los partidos que los representan obtengan la legitimidad que previamente fueron incapaces de lograr. De ahí que estos procesos, valiéndose de un engañoso lenguaje que busca el respaldo mayoritario de sociedades ansiosas de paz, pueden llegar a convertirse en instrumentos con los que contrarrestar eficaces políticas antiterroristas responsables de la referida deslegitimación del terrorismo.
 
La paz así entendida se convierte en un mero espectáculo en el que lo importante no es una verdadera pacificación, normalización y reconciliación, sino la proyección pública de que se asiste a un proceso «histórico». De ese modo se escenifican actos que permitan que el llamado «proceso de paz» se mueva aunque sea en contra de una auténtica paz. Sirvan de ejemplo los aparentemente «históricos» pronunciamientos de Batasuna, hace unas semanas «condenando» la violencia o «arrepintiéndose» del dolor causado.
 
En absoluto podía deducirse semejante reconocimiento de las verdaderas declaraciones de Batasuna que, sin embargo, a través de la adecuada manipulación de las palabras, fueron presentadas como un gesto del brazo político que «demostraba» sus intenciones pacíficas.
 
Estos intentos de conformar una nueva realidad social poco coincidente con la verdadera realidad vienen complementándose con otros actos como el de las rosas blancas que un grupo de actrices entregó a los representantes de la voluntad popular a las puertas del Congreso. Mediante esa escenificación, convenientemente aderezada con una útil retórica mediática prometiendo una indefinida y genérica paz, se contribuía de manera ejemplar a dañar uno de los más valiosos pilares de toda política antiterrorista: la deslegitimación de la organización terrorista y su entorno.
 
Las actrices ofrecían rosas «para el proceso de paz con ETA», pero no exigían responsabilidades a quienes durante décadas, y todavía hoy continúan impidiendo la paz y la libertad, esto es, los integrantes y dirigentes de dicha banda. Siguiendo el modelo que en la mayor parte de sus comunicados cualquier organización terrorista utiliza, las referidas actrices transferían la culpa que sólo debe recaer sobre ETA a diputados que han sido democráticamente elegidos por una sociedad a la que la banda coacciona.
 
Mientras los medios de comunicación servían de altavoz para tan eficaz acción de deslegitimación de una sociedad que siempre ha combatido al terrorismo desde el pacifismo, pero a la que ahora se traslada la presión señalándola como responsable de que los asesinatos cesen, en el País Vasco se producía otro suceso que complementaba el daño hecho a la ciudadanía por esas actrices que tan engañosamente se presentan como partidarias de la paz. En una rueda de prensa repleta de medios, Batasuna anunciaba el nombramiento de los seis miembros de su comisión negociadora.
 
Una organización ilegal nombraba seis negociadores para una inexistente negociación que sólo ellos deseaban. Por tanto, nulo interés periodístico, que sin embargo contrastaba con la amplia e irresponsable cobertura recibida, a través de la cual el brazo político de una organización terrorista se presentaba como un influyente e imprescindible actor del «proceso de paz».
 
 
El proceso de legitimación de Batasuna se ve respaldado por el encuentro anunciado entre dicha formación ilegalizada y el Partido Socialista de Euskadi. Los argumentos con los que el colectivo Basta Ya ha rechazado tan contraproducente iniciativa no han recibido la misma atención mediática que la referida entrega de las rosas o las visitas a España de un dirigente terrorista como Gerry Adams, que es tomado por muchos como gran exegeta de nuestro contexto a pesar de su evidente ignorancia del mismo, pero precisamente por lo útiles que resultan para ciertos sectores sus críticas hacia el Partido Popular.
 
Como ha alertado Basta Ya, «reconocer a Batasuna como un interlocutor necesario implica de modo inevitable cierta legitimación de la violencia como instrumento político válido, pues ese interlocutor no representa otra cosa que los intereses de una banda terrorista que se niega a desaparecer e impone condiciones para dejar de matar definitivamente».
 
En consecuencia, el movimiento social subraya que «la celebración de esa reunión ya constituye un pago político a ETA porque reconoce a su brazo político como un partido tan legítimo como los verdaderos partidos democráticos que ellos han perseguido cruelmente todos estos años». Por ello Basta Ya concluía que «aceptar una negociación política con ETA puede llevar a perder una oportunidad histórica para derrotar a la banda definitivamente».
 
 
La propaganda con la que se justifica el encuentro con Batasuna ha encontrado en la expresión «enemigos de la paz» un útil instrumento. Estos términos fueron constantemente utilizados por dirigentes del IRA, como Gerry Adams, con el fin de desprestigiar a quienes osaban disentir de los métodos utilizados para alcanzar una particular concepción de la paz que perseguía la legitimación del terrorista. En España adversarios políticos y jueces también han sido acusados de «erigir obstáculos para la paz», incurriéndose por tanto en un beneficioso ejercicio para la organización terrorista, verdadero enemigo de la paz.
 
 
Algunos jueces han sido amenazados con tamaña descalificación si no se suman a un «proceso de paz» en el que decisiones políticas arbitrarias deberían prevalecer sobre la justicia y los principios democráticos. Conveniente resulta para ello la apelación a una «nueva realidad social» que existe más en el discurso que en la realidad gracias a una mecánica labor de propaganda.
 
Por ello desde algunos ámbitos se interpretan como muestras inequívocas de la voluntad de ETA de poner fin a la violencia gestos que definen como esperanzadores aunque estos no equivalgan a la desaparición y desarme de la banda que antes sí se exigían como condiciones ineludibles. Argumentan ahora que no resulta realista exigir de ETA semejantes obligaciones y que el tiempo convertirá paulatinamente en irrelevante a la banda. No obstante, se alimenta así una dinámica mediante la cual la organización terrorista deja de constituir una carga para Batasuna, pues son precisamente la existencia de la banda y la promesa de su desaparición las que le garantizan beneficios al brazo político.
 
Como consecuencia de esta lógica se libera a la banda de la presión que debería recaer sobre ella, transfiriéndose la responsabilidad por el mantenimiento del alto el fuego a políticos y ciudadanos que se ven así coaccionados para aceptar concesiones nada democráticas. Asimismo, estas tácticas propagandísticas tienden a ignorar que el poder conquistado mediante el terror y la coacción se ejerce con los mismos medios, desincentivando por ello la desaparición de la organización terrorista que lo hace posible.
 
ROGELIO ALONSO, Profesor de Ciencia Política. Universidad Rey Juan Carlos

ABC (España)

 



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