Si bien ganó la elección presidencial Alan García, encabezando un gobierno de tendencia social demócrata, en cambio su contendor Ollanta Humala, de orientación nacionalista, tendrá la mayoría relativa en el Parlamento unicamaral.

Esta situación obligará a que las dos fuerzas tengan que conducirse con una gran apertura democrática, como medio de viabilizar una gobernabilidad estable, que es lo que tanto requieren los países sudamericanos. De no ser así, al Perú le pueden esperar días muy difíciles.

Si bien el ganador de las elecciones extendió su mano a Humala para trabajar juntos “por el destino y el futuro de la patria”, el líder nacionalista, a tiempo de reconocer su derrota, dijo que no habrá “matrimonios” políticos.

En gran medida, Humala se siente también un ganador, debido a que será la primera fuerza parlamentaria, al haber ganado en la mayoría de los 24 departamentos del Perú, al parecer en 15. Esto le hizo decir que ha conquistado una “histórica victoria social y política”. Los departamentos en los que ganó el ex militar se hallan en el sur andino y la selva, que son los más deprimidos y pobres de la nación vecina, aunque con baja población.

Según el resultado del cómputo oficial del 77,33 por ciento de los votos escrutados, García ganó por el 55,45% de los sufragios, mientras que Humala logró el 44,54%, o sea una diferencia de casi 11 puntos. En el Parlamento, a su vez, Humala tendrá la mayoría relativa, con 45 escaños, en tanto que el APRA de García contabilizó 36, en un Congreso de 120 miembros. Si bien los resultados son todavía parciales, en el Perú se los consideró como definitorios.

El triunfo de García es muy destacable, después de la casi bochornosa forma en que dejó la presidencia en su primer mandato (1985-1990), bajo cargos de corrupción, incompetencia y frivolidad. De ahí que, en su discurso de la victoria, asumió el compromiso de no repetir los errores del pasado