Ciertos lectores me preguntan por qué no escribo sobre nuestra situación política, sobre la campaña electoral, sobre los candidatos: hay gente más calificada, no es mi fuerte, no soy politólogo y mis reacciones son las de un ciudadano común y corriente, sin información privilegiada. Sería irresponsable analizar, informar cuando uno mismo no se siente informado.
Sin embargo, muchos temas por mí tratados se acercan mucho de nuestra situación. Hoy, por ejemplo, quiero hablar del buen uso del petróleo y del gas.
En los últimos 40 años la situación ha radicalmente cambiado y las grandes compañías privadas, las famosas majors, como la Standard Oil, Shell, BP no hacen más la ley. Con el 80% de los activos en hidrocarburos de propiedad estatal, el futuro de la industria energética está en manos de los gobiernos. Por lo tanto los gobiernos, todos y el nuestro en particular, son responsables de la situación. Resulta que la mayoría de los gobiernos sucumben a diversas tentaciones, incluyendo la de la corrupción y del saqueo de la riqueza nacional, y que muy pocos saben sacar un buen partido de los veneros del diablo.
La primera tentación es la del gran poder y es la que vive Rusia, bajo la dirección del presidente Putin. Al convertir a la paraestatal gasera Gazprom en una poderosa herramienta política en el tablero mundial, se ha ganado el apodo de "Gazputin", o sea el Rasputin del gas, apodo inventando por los ucranianos, baltos y otros polacos, víctimas de su chantaje energético.
Esos países, y varios más en el antiguo espacio soviético y en Europa oriental, reciben todo el gas que necesitan de manera vital de Gazprom. Ese consorcio que es la mayor empresa de gas en el mundo tiene 16% de las reservas mundiales de gas y 60 % de las reservas rusas y proporciona a Europa occidental entre 30 y 40% de su gas. En plena expansión, el gigante que no tardará en abastecer a los mercados chino, japonés y norteamericano, proporciona al Estado ruso una poderosa palanca estratégica. En el invierno pasado, Moscú ha castigado a varios de sus ex vasallos, cerrando la llave del gas y luego triplicando o cuadruplicando el precio del gas. ¡Primera llamada! Para los países "inamistosos", y para la Unión Europea que, presa del pánico, se abandona, en lugar de elaborar una estrategia común, al error del "sálvese quien pueda".
Rusia es además una gran potencia petrolera, lo que a la hora de un barril cercano a los 80 dólares es una enorme ventaja, y es dueña de las primeras reservas mundiales de carbón, una fuente de energía que está resucitando. Todo eso favorece el proyecto de Putin, confirmado en su discurso sobre el estado de Rusia, de rehacer de Rusia una gran potencia.
Así la energía deja de ser un tema económico y se vuelve un asunto estratégico, cuando no un arma de intimidación o chantaje. Lo malo es que los problemas estructurales de Rusia y las necesidades del pueblo ruso no tienen la prioridad cuando el poder ha caído en la tentación del gran poder.
La segunda tentación se parece a la primera y el presidente Hugo Chávez de Venezuela la está viviendo. El petróleo, en su caso, le permite olvidarse de los grandes problemas nacionales para comprarse, primero, una clientela popular; segundo, una serie de clientes en toda América Latina, confirmando así una fama (discutible) de "revolucionario", cuando no pasa de ser antiyanqui. Hace un uso discrecional de la riqueza petrolera de su país, regala barriles a quien se le antoje, lo mismo a pobres de Estados Unidos que a Cuba, a municipios sandinistas en Nicaragua o a alcaldías del Frente Farabundo Martí en El Salvador. Alberto Barrera, co-autor de una interesante biografía del presidente, recuerda que los venezolanos tienen una vieja relación frustrante con el oro negro: "Estamos convencidos de que somos ricos y de que alguien nos roba el botín. La gente mantiene la esperanza en Chávez como el hombre capaz de democratizar la renta petrolera. Los programas sociales son entregas de dinero. Le llamamos don Regalón y para él es un éxito". Pero eso no saca a Venezuela de su trágica situación de país rentista con una gran proporción de miserables, viviendo ahora de la caridad pública: 60% de hogares pobres en 2004, según el Instituto Nacional de Estadística. Eso no le quita su bondad a los programas educativos y médicos, pero no resuelve el problema de un país cuyo presidente puede tranquilamente decir que "me quedo hasta el 2030", y comprar la red de gasolineras argentinas .
Pero Brasil y su paraestatal Petrobras nos dan un ejemplo alentador del buen uso del petróleo. Hace poco ese país era dependiente en cuestión de hidrocarburos, mientras que hoy es autosuficiente. Petrobrás se ha vuelto el líder mundial para la exploración en agua profunda (y Pemex depende de la tecnología de las compañías extranjeras).
Hoy Brasil produce tanto petróleo como Kuwait, mas que Libia y Angola. Hay que recordar que en 2001 se encontraba al borde del colapso energético, lo que obligó el presidente Cardoso a ¡racionar la electricidad!. Petrobras no tiene, a diferencia de Pemex, el monopolio de la producción, pero es responsable del 96% de ésta y de toda la producción de gas. Primera empresa de América Latina desde 2006, no sufre de la presencia de 31 empresas extranjeras que trabajan nuevas concesiones.
Petrobras ha desarrollado una tecnología de punta y cuenta con grandes recursos que le permiten inversiones estratégicas: 57 mil millones de dólares entre 2005 y 2010. ¿un modelo para nosotros? Algo que no le gustaría a nuestros gobernantes es el apoyo que el gobierno brasileño da a su empresa: Petrobras está autorizado a facturar sus productos según los precios internacionales, lo que hace que la gasolina le sale más caro al automovilista brasileño que al estadounidense (cuando Estados Unidos, a diferencia de Brasil tiene que importar petróleo). Eso le permite a Petrobras recapitalizarse e invertir. Falta hablar de Noruega, país que entre todos hizo y hace el mejor uso del oro negro.
jean.meyer@cide.edu
Profesor investigador del CIDE
