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03/06/2006 | Una guerra civil producto del islamismo

Barry Rubin

¡Rápido! Nombre todos los regímenes islamistas de Oriente Medio. Lo más probable es que usted mencione a Irán y la Autoridad Palestina. Pero existe un tercer país que también debería aparecer en la lista: Sudán.

 

Sudán ha sido noticia recientemente debido a las masacres perpetradas por las milicias respaldadas por el gobierno en la región de Darfur, seguidas de una tregua impulsada internacionalmente entre el régimen y el principal grupo de la oposición. Durante muchos años en el pasado también se extendieron luchas entre el gobierno central y los rebeldes de la parte del sur del país.

Debido a lo remoto de estas áreas y la ausencia de intereses políticos en general, tales temas nunca han recibido mucha atención.

Un factor clave aquí ha sido que estos conflictos, en la práctica, eran campañas imperialistas que no encajaban demasiado bien en las perspectivas islamistas o el nacionalismo árabe, además de quedar al margen de la ideología de sus simpatizantes occidentales.

Las guerras fueron lanzadas por el gobierno central con el fin de reprimir a los africanos negros - en el caso de Darfur, musulmanes no árabes en el sur, cristianos no árabes, o seguidores de religiones tradicionales. El nacionalismo árabe y el islamismo han sido utilizados por diversos regímenes sudaneses como herramientas para promover la centralización de un país cuya diversidad lo hace difícil de cohesionar.

Los árabes constituyen alrededor del 40% de la población, mientras que los musulmanes rondan el 60%. El resto es un abanico de grupos tribales con el 15% del total siendo cristianos. Este es un país del tamaño de Europa Occidental - solamente Darfur es tan grande como Francia - con pocos transportes y demás infraestructura moderna.

LAS ALIANZAS y antagonismos que han crecido en Sudán no son nada de lo que asombrarse. Pero Harvey Glickman, un experto en el país y ex profesor de ciencias políticas del Haverford College, concluye: "El nacionalismo islamista defendido por los dictadores de Sudán lleva desde hace mucho en el corazón del presente conflicto civil. Para los campesinos negros y los ganaderos del sur, la campaña del estado por establecer una identidad explícitamente islámica sudanesa alcanza la cota de cruzada religiosa".

En 1989, el General Omar Bashir daba un golpe de estado y lleva en el poder desde entonces. Mientras que los oficiales de muchos países árabes tomaron el control en sociedad con los partidos nacionalistas árabes, en Sudán el ejército lo hizo a través de una alianza con los islamistas, llamados Frente Islámico Nacional de Hassán Turabi, un grupo de la red multinacional de la Hermandad Musulmana. La ley islámica se convirtió en la base de gobierno del país, con pocas excepciones hechas para los no musulmanes, y se declaró una jihad contra el sur.

Entre 1996 y el 2004, Turabi fue el portavoz del parlamento. Más recientemente, tuvo un roce con el gobierno y pasó un año en la cárcel, durante 2004-2005. Los cristianos extranjeros fueron expulsados y los grupos cristianos nacionales acosados y clausurados. Incluso los grupos independientes de orientación islámica fueron ilegalizados y sus líderes fueron al exilio.

No hay duda de que este gobierno fue el anfitrión voluntario de Osama bin Laden durante el período 1990-1996, cuando fue el invitado personal de Turabi, hasta que la presión internacional le obligó finalmente a marcharse.

Estados Unidos afirma que Sudán también trabajó con Irak, ayudando en sus esfuerzos por desarrollar armas de destrucción masiva durante esos mismos años.

Después de que el Líbano dejara de ser salubre para los terroristas a comienzos de los años 80 y hasta la época en que los Talibanes de Afganistán ocuparon el papel hasta los años 90, Sudán llenó el vacío como el asilo para terroristas número uno del mundo.

Según la comisión del 11 de Septiembre del gobierno norteamericano, por ejemplo, "A finales de 1991 o 1992, las conversaciones en Sudán entre al-Qaida y operativos iraníes llevaron a un acuerdo informal de cooperación a la hora de proporcionar apoyo - incluso solamente entrenamiento - a las acciones perpetradas principalmente contra Israel y Estados Unidos".

A pesar de tener algo de petróleo, Sudán ha sido desde hace mucho un desastre financiero profundamente endeudado. Incluso la pretensión de desarrollo se encuentra más allá de su capacidad. Mientras que el país es completamente aceptado como estado árabe por sus homólogos, ni la solidaridad árabe ni la islámica le han proporcionado ninguna ayuda significativa.

Y, por supuesto, las violaciones de los derechos humanos o los asesinatos de masas de grupos minoritarios no han inspirado protestas de las capitales árabes o islámicas, ni siquiera cuando las víctimas, como ocurría recientemente en Darfur, eran propiamente musulmanas.

EL PROBLEMA es que los grupos de Darfur se levantaron en armas porque, afirman, el gobierno discrimina a los no árabes. La reciente cumbre árabe celebrada el Jartoum simplemente aprobó la postura del gobierno sudanés, y los alrededor de 2 millones de refugiados son apoyados, si es que reciben alguna ayuda en absoluto, por los gobiernos occidentales.

Incluso el secretario general de la ONU Kofi Annán, un hombre no dado a pronunciarse en exceso, llamaba la situación de los derechos humanos "decepcionante" y la situación de Darfur "una tragedia inexcusable". El 4 de mayo se firmó un acuerdo de paz entre el Ejército Sudanés de Liberación, la principal fuerza rebelde de Darfur, y el gobierno con el fin de terminar con 13 años de lucha. Otras dos formaciones rehusaron confirmar. Una fuerza de pacificación procedente de la Unión Africana, que patrocinó formalmente las conversaciones, intentaba detener la violencia de la región, aunque su probable éxito no se puede predecir de manera optimista.

Un acuerdo similar de abril del 2004 no duró.

Según la ONU, más de 180.000 personas, casi todas civiles, han muerto en Darfur durante los tres últimos años; una cifra que sobrepasa con creces a otros conflictos publicitados de Oriente Medio.

Hay varias lecciones en Sudán que vale la pena observar. En primer lugar, demuestra lo lejos que un gobierno islamista va a ir a la hora de reprimir a otros - musulmanes más moderados igual que no musulmanes. Demuestra la hipocresía de que las manifestaciones de solidaridad árabes y musulmanas son las doctrinas que motivan a los regímenes de esta parte del mundo. E ilustra cómo las doctrinas del islamismo y el nacionalismo árabes son los verdaderos imperialistas.

Naturalmente, estos hechos inconvenientes aseguran que pocos en la región prestan atención a la situación allí.

Barry Rubin es director de investigación global del Centro GLORIA de Herzliya, Israel, y director de la Escuela Lauder. Además es miembro permanente de Fulbright y del Council on Foreign Relations, y ha trabajado en el U.S. Institute of Peace y el Washington Institute for Near East Policy. Es profesor de ciencias políticas en la Johns Hopkins y el Centro de Estudios Estratégicos de Georgetown.

Grupo de Estudios Estratégicos (España)

 


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