Si a finales del año hay un acuerdo para la desmovilización, y esa tarea está en curso, se les deberían restituir a la Unión Patriótica los nueve senadores y los cinco representantes que conquistaron en 1986.
Las Farc
habían dicho una y otra vez que no les interesaba la participación política en
2014, es más, habían dicho que les interesaba muy poco la participación en el
Congreso, pero sorpresivamente, en un comunicado del 1 agosto le pidieron al
gobierno queconsiderará las asignación directa de curules para su organización.
“Queremos llegar al Legislativo a través de medidas excepcionales y
transitorias de participación política”, dijeron.
Ahora
Santos y la coalición de la Unidad Nacional, en una audaz movida política, se
proponen sacar adelante un proyecto de ley para convocar a un referendo de
aprobación de los acuerdos de La Habana. La propuesta tiene dos caras: una,
meter el acelerador en las conversaciones para lograr que al final del
año se firme el acuerdo de paz y se aprovechen los escenarios electorales de
2014 para la refrendación; dos, ofrecerles a las Farc un paquete electoral
atractivo para ganar su apoyo a la iniciativa.
En la
reunión entre la Mesa de Unidad Nacional y los negociadores del gobierno,
Sergio Jaramillo y Humberto de la Calle, se trataron los dos temas. No podían
anunciar un mecanismo de refrendación que acelera el proceso y desecha, por el
momento, la propuesta de Asamblea Nacional Constituyente impulsada por las
Farc, sin ofrecer mecanismos eficaces para que esta guerrilla llegue al poder
legislativo en las próximas elecciones y sea una opción para alcaldías,
gobernaciones y Presidencia de la República.
Entiendo
que en las ofertas para las Farc hay un estatuto de oposición con
propuestas de financiación, acceso a medios de comunicación y garantías para la
vida de los líderes políticos y sociales; hay circunscripciones especiales para
cámaras, asambleas y concejos; hay la posibilidad de asignación directa de
curules para Senado; no en uno, sino en varios periodos, de manera que las
fuerzas políticas surgidas de la paz puedan consolidar su presencia en la vida
pública y no sean barridas de inmediato por parte de los políticos
tradicionales.
Estas
iniciativas son justas si tenemos en cuenta la feroz estrechez de la democracia
colombiana en estos 50 años. La izquierda no ha tenido las mínimas condiciones
para competir con probabilidades de éxito en la política nacional. La primera
amenaza y la más brutal es a la vida de los dirigentes. Han arrasado con grupos
y partidos enteros. La segunda es el dinero que llueve en manos de mafias y
grupos privados para las fuerzas tradicionales. La tercera es la mezquindad de los
medios de comunicación para darles espacio a opciones distintas.
Está muy
bien que se piense en subsanar la grave desigualdad que acosa a fuerzas nuevas
y rebeldes que aspiran a jugar en la política del país. Quizás estas propuestas
atraigan otra vez a la mesa de conversaciones a las Farc, que han anunciado la
suspensión de los diálogos.
Pero
creo que lo más inmediato, lo más justo, lo más reparador, lo más práctico, es
utilizar la personería de la Unión Patriótica para organizar la participación
de las Farc en las próximas elecciones. Sí, y solo sí, a finales de año hay un
acuerdo para iniciar el proceso de desmovilización y desarme de las Farc y esa
tarea está en curso, se le deberían restituir a esta organización los nueve
senadores y los cinco representantes a la Cámara que conquistaron en 1986 en
ejercicio de lo acordado con el presidente Belisario Betancur.
También
hay que pensar en una medida similar para los concejos y asambleas en 2015.
Quiero recordar que, además de los parlamentarios conquistados, la Unión
Patriótica alcanzó 23 alcaldes propios, más de 100 alcaldes en coalición, 14
diputados y 352 concejales.
La Sala
Quinta del Consejo de Estado le devolvió la personería jurídica a la UP
pensando en esta posibilidad. No fue un acto para darle una oportunidad a los
pequeños grupos que hoy se disputan la legalidad de esta organización. Fue una
decisión para abrir espacios a las Farc.
Ahora
bien, como la UP original fue una coalición de las Farc con fuerzas civiles
amantes de la paz, la nueva UP debería preservar este espíritu. La guerrilla
tendría que pactar inmediatamente con las personas que han mantenido el nombre
de esta fuerza, con la Marcha Patriótica y con otros agrupamientos sociales,
las listas que irían al Congreso en esta ocasión.