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07/05/2006 | Luchar por la nacionalidad

Max Boot

Casualmente leí hace poco dos de los mejores libros de memorias militares que se hayan publicado alguna vez: “Bugles and a Tiger” (Clarines y un tigre) y “The Road Past Mandalay” (El camino más allá de Mandalay). Ambos fueron escritos por John Masters, un oficial británico con talento literario que se unió al Ejército de la India en 1934, participó en una de las últimas campañas imperiales en la Frontera Nororiental, invadió Irak para derrocar a un dictador pro-alemán en 1941 y lideró una brigada de comando que operaba detrás de las líneas japonesas en Birmania.

 

Sus escritos están llenos de nostalgia por el regimiento en el que sirvió en los años 30, el 4° Regimiento Real de Fusileros Gurka del Príncipe de Gales. Los miembros nepalíes de la tribu conocidos como Gurkas han peleado bajo la bandera británica desde 1815. Masters describe extasiado su “rectitud, honestidad, naturalidad, lealtad, valor” – todas cualidades ilustradas en una famosa anécdota sobre un grupo de Gurkas a los que les pidieron que saltaran de un avión en 1940.

Al principio sólo se presentaron 70 hombres. Se necesitaba 100. Los oficiales británicos, abatidos, “apelaban al sagrado honor del regimiento y prometían que los paracaídas nunca – bueno, casi nunca – fallaban al abrirse”. Al escuchar esto, un cabo naik, exclamó alegremente: “¡Oh! ¿Saltaremos usando paracaídas? ¡Eso es otra cosa!”

Y luego, el regimiento entero se ofreció como voluntario.

Hace mucho que acabaron los días del Imperio Británico, pero los Gurkas siguen estando en las fuerzas armadas británicas y en las fuerzas de antiguas colonias británicas tales como India y Singapur. Y han seguido distinguiéndose, desde la guerra de las Malvinas en 1982 hasta la guerra de Irak en curso.

Vale la pena mencionar el brillante historial de los Gurka porque estamos en medio del caliente debate sobre la inmigración. El quid de la cuestión es: ¿A quién y bajo qué condiciones deberíamos dar la nacionalidad americana?

Perdida en el alboroto hay una idea que es tan meritoria que debería obtener aprobación universal: Crear una vía rápida para adquirir la nacionalidad para todos aquellos dispuestos a servir una temporada en las fuerzas armadas de Estados Unidos.

La ley de inmigración aprobada por el Comité Judicial del Senado, ahora atascada en el Senado, daría un pequeño paso en esa dirección concediendo la residencia a los niños de inmigrantes indocumentados que respeten la ley, aprueben el bachillerato y vayan dos años a la universidad o que sirvan en los cuerpos militares. Yo iría más allá y abriría el servicio militar, no sólo a los inmigrantes que ya están aquí sino a los que les gustaría venir aquí.

Esto abordaría dos deficiencias. Primero, sería más fácil para las fuerzas militares americanas llenar las vacantes con voluntarios de alta calidad. Segundo, aumentaría el conocimiento de idiomas y costumbres extranjeras dentro de las fuerzas militares.

El ejército no pudo cumplir con el cupo de reclutamiento en el año fiscal 2005. Este año ha estado llegando a las metas pero sólo ofreciendo mayores bonificaciones por alistarse y bajando los estándares. Ha habido un aumento en el número de reclutas con condenas criminales, uso de drogas, problemas médicos, sin estudios secundarios y con baja puntuación en los tests de aptitud cognitiva.

Ésa es una tendencia peligrosa porque la profesión de las armas nunca ha sido más exigente, mental y moralmente. Los soldados en Irak o Afganistán tienen que tomar decisiones en fracciones de segundo con grandes repercusiones políticas. Obviamente sería más fácil que atraigamos a la clase de soldados de primera que necesitamos, si ampliáramos el grupo de reclutas de 295 millones de americanos a 6,5 mil millones de terrícolas.

Nuestros conflictos en la actualidad también requieren profundo conocimiento de áreas donde nuestros soldados operan porque sus labores a menudo son tanto militares como diplomáticas. Reclutar extranjeros podría contribuir en gran medida a llenar este grave déficit de conocimientos.

No obstante, mucha gente reaccionará con revulsión ante la idea de reclutar “mercenarios”. Se preguntarán si estas tropas pueden ser fiables y si confiar en ellos aceleraría nuestro ocaso y caída.

Son preocupaciones legítimas, pero la historia sugiere que son una exageración. Gran Bretaña, Francia y otras naciones influyentes se las han arreglado muy bien por siglos enrolando a extranjeros y lo siguen haciendo. (Piense en la Legión Extranjera francesa así como en los Gurkas). A veces, esto ha ocasionado algunos problemas, como cuando algunas tropas indias se amotinaron en 1857. Pero también ha habido insurrecciones entre soldados nacidos en el país al que sirven.

La mayoría de las tropas extranjeras han estado más cerca del ejemplo de los Gurkas, fieles en 1857 y desde entonces. Puede que haya mercenarios, pero Jack Masters se sintió orgulloso de ser su líder y cualquier oficial americano se sentiría de la misma manera, especialmente si hubiera un llamamiento de paracaidistas voluntarios.

Max Boot es investigador decano del Council on Foreign Relations y ex editor de la página editorial del Wall Street Journal.

©2006 Max Boot

©2006 Traducido por Miryam Lindberg

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