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17/11/2012 | Colombia - ¿Quién facilitó la llegada de "Los Urabeños" al Valle del Cauca?

El Pais Staff (Co)

Aunque ‘los Urabeños’ habrían llegado al Valle desde finales del año pasado, solo hasta hace unos meses se desató la guerra con ‘los rastrojos’ por el control del territorio.

 

El trato

El tipo era ambicioso. Él, acostumbrado al dinero, el poder, los lujos, no iba a perder. Pero estaba solo. Era el único cabecilla vivo y libre de la banda criminal ‘los Machos’. Entonces, alias Chicho tenía dos caminos: trabajar como un bandido cualquiera o apoderarse del narcotráfico en el Valle.

Para ese entonces (2011), 35 hombres que también sobrevivieron al exterminio de la banda fundada en el norte de la región estaban por ahí, en los municipios, extorsionando. Pero ‘Chicho’, que ya sabía de riquezas, no aceptaba ese destino.

Un día de agosto del año pasado viajó a Necoclí, Antioquia, buscó a ‘los Urabeños’, les ofreció al Valle del Cauca como su nuevo botín, vendió al departamento como si se tratara de un carro, un mueble. ¿Cómo logró convencer a la banda más temida del país?

‘Chicho’ no llegó solo con palabras. Lo hizo, según cuentan oficiales de inteligencia, con trofeos: entregó la ruta del narcotráfico desde el Pacífico hasta Panamá y Honduras. Antes de su visita, para los hombres armados del Urabá antioqueño el Valle no era más que un premio inalcanzable. Solo, claro, hasta ese momento porque este último cabecilla, luego de la captura de los jefes ‘Don Diego’, ‘la Iguana’, ‘el Señor de la Camisa’, ‘Capachivo’, había heredado el negocio de ‘los Machos’.

El pacto era así: ‘Chicho’ ponía los contactos, los corredores para movilizar drogas y armas; y ‘los Urabeños’, su nombre, su dinero. La ganancia se repartía entre ambos. El negocio se cerró.

El aterrizaje

Dos meses después, empezó a cumplirse el trato: dos cabecillas de ‘los Urabeños’, alias Costeño y Pingüino, llegaron al norte del Valle. Su misión: reorganizar a esos 35 ‘Machos’ que estaban sin jefe.

Investigadores de la Policía Valle recuerdan que algunos aceptaron la propuesta: llamarse de ahora en adelante ‘Urabeños’, pero otros no. “Entonces esos eran asesinados”. En los meses siguientes alias Chicho, que luego de aquella visita había logrado un puesto importante en la banda de Urabá, pidió enviar a otros diez hombres para reforzar ese grupo que pelearía el control del tráfico de drogas en el Valle.

En el 2012 la alianza ya era fuerte, los cabecillas que llegaron de Antioquia habían conformado un grupo de 80; muchos de ellos eran jóvenes de bandas delincuenciales de Cali, Medellín, el Eje Cafetero.

Hace dos meses un joven de 20 años lo confesó. Desde una cárcel relató a la Policía la historia de esa unión. Contó que, aunque desde los 14 años hacía parte de ‘los Machos’, en febrero de este año le ofrecieron un nuevo trabajo: un sueldo de un millón de pesos por hacer lo mismo, vigilar zonas, extorsionar, matar. La única diferencia: esta vez debía decir que era un ‘Urabeño’.

El comandante de la Policía Valle, coronel Nelson Ramírez, explica que esta banda criminal vendió su franquicia en el departamento, como un almacén o un restaurante de cadena. “Al Valle no llegaron decenas de ‘Urabeños’, ellos se presentan como tal, pero la mayoría es gente de la región”.

El precio

El rumor empezó a correr. A mitad de este año ‘los Urabeños’ ya habían traficado -de acuerdo con las cifras de fuentes de inteligencia- unos seis mil kilos de cocaína. El Valle, el corredor por donde podían comunicarse con el Pacífico, Cauca, Huila, Tolima; se había convertido en un negocio rentable.

Pero el narcotráfico no era lo único que buscaban, el nuevo grupo también empezó a cobrar ‘vacunas’ a los propietarios de los establecimientos públicos, a ejercer control en las calles de municipios como Zarzal, Roldanillo, La Unión, Toro, La Victoria, El Dovio.

La ambición iba creciendo. ‘Los Ratrojos’, que tenían el dominio de la criminalidad en el Valle, estaban débiles y ‘los Urabeños’ lo sabían. Luego de la entrega de sus jefes a la justicia de Estados Unidos (los hermanos ‘Comba’) y la captura de ‘Diego Rastrojo’, la banda se había quedado sin cabecillas. Aquello hizo que los nuevos visitantes vieran la oportunidad de apoderarse de todos los negocios ilegales de la región. Así empezó la guerra.

Las autoridades lo intuían: desde hace cuatro meses los homicidios, las balaceras, las masacres, se dispararon. Las cifras son una prueba: desde junio hasta octubre en el departamento se contaron 702 asesinatos, 77 más que en el mismo período del 2011, según la Policía Valle.

En municipios como El Dovio, donde de enero a mayo del 2012 no se había reportado un solo homicidio, a partir de junio empezaron los crímenes en los andenes, el parque, hasta en la iglesia. En menos de tres meses, las muertes violentas ascendieron a once.

La violencia se extendió a todos los municipios del Norte. ¿La razón? La cercanía de estos con el Cañón de Garrapatas, vital para el tráfico de armas y drogas. ‘Chicho’ también se habría obsesionado con ese corredor, pero sucede que allí hay 120 ‘Rastrojos’ liderados por alias Guerrero, que no quieren salir de la zona.

La disputa a muerte entre ‘Rastrojos’ y ‘Urabeños’ también llegó a Tuluá y Palmira, donde los mandos medios de ‘los Comba’ luchan por tomar el dominio del grupo y frenar a los hombres de Urabá. Este año en Tuluá ya se cuentan 157 muertos, varios cortados a machetazos. La barbarie ha llegado a tal punto que a mediados de octubre el director de la Policía Nacional, general José Roberto León, lo admitió: “Es cierto, ‘los Urabeños’ están detrás de los hechos violentos en el Valle”.

Aunque las autoridades insisten en que los hombres que dicen ser de esta banda no son de afuera, los últimos hechos hablan de otra realidad: hace una semana aparecieron dos muertos en Tuluá, ambos costeños.

Sin embargo, quienes realmente dirigen a ‘los Urabeños’ no estarían en la región. Un oficial de inteligencia cuenta que ‘Chicho’, que salió del Valle en agosto del 2011, nunca regresó. El tipo quería dinero, pero no fama. Él es -dice el policía- el poder tras el poder. El hombre se esconde y quien da la cara es alias El Flaco, hoy considerado el jefe de ‘los Urabeños’ en el Norte.

La sevicia

Fue un sábado. Estaba en la puerta de su casa del barrio La Independencia, en Buenaventura, relajado, sin camisa, tomando cerveza, conversando con su mujer. De repente, hombres armados interrumpieron su charla: le pegaron cuatro tiros. A alias Ramiro, tan confiado que era, lo mataron a la una de la tarde del pasado 6 de octubre.

Siete horas después, en el barrio Pampalinda cuando vecinos disfrutaban de un bingo, tipos armados con fusiles entraron disparando. Allí, seis personas resultaron heridas.

Ese día traería un mensaje: ‘los Urabeños’ habían llegado al Puerto. ¿Cómo lo supieron las autoridades? ‘Ramiro’ era uno de los cabecillas de la banda ‘la Empresa’, que desde hace seis años mantiene el poder en el municipio, con el apoyo de ‘los Rastrojos’. Solo alguien de afuera se atrevería a matarloEsa arremetida de ‘los Urabeños’ en el norte del Valle abrió un camino en todo el departamento.

En Buenaventura todo habría empezado hace dos meses. Pero esta vez -cuenta un oficial de inteligencia- la ambición no fue la causa, se trataba de inconformismo: los mineros ilegales de Zaragoza estaban cansados de ser extorsionados por ‘la Empresa’, entonces, como muchos eran de Antioquia, decidieron buscar a ‘los Urabeños’ para pedir apoyo.

La banda criminal aceptó el nuevo trato: llegar al Puerto y apoderarse de las vacunas y el tráfico de drogas. Con el apoyo de los mineros era posible. “Dígame, ¿quién no quiere tener el control del puerto más importante del país, de la ruta principal para salida de la droga?”, dice una fuente policial.

De acuerdo con las investigaciones, ‘los urabeños’ enviaron a cinco cabecillas a Buenaventura para que organizaran el grupo que llevaría su nombre. Esos cinco habrían llamado a su vez a alias Mao, exjefe de la banda sicarial ‘Los 300’ de Palmira y a otros exmiembros.

“Esos hombres llegaron con plata”, cuenta un investigador. Empezaron a matar a los cabecillas de ‘la Empresa’, pero también a reclutar. El coronel Gómez dice que ‘la Empresa’ no estaba pagando bien, entonces muchos “se torcieron”: hoy el 60% de la banda que dominaba el puerto se alió a los hombres de Urabá. El jefe sería un tal ‘Pony’, de quien se tienen pocos datos.

Ese cambio de bando desató otra guerra: desde ese 6 de octubre hasta la fecha en Buenaventura han ocurrido 50 asesinatos, casi los mismos que se habían presentado entre enero y septiembre, y se han encontrado cuatro cuerpos desmembrados.

Los oficiales que han estado presentes en esos hallazgos cuentan que la mayoría de cadáveres son tirados al mar cuando la marea está alta, entonces cuando baja, empiezan a verse en la playa costales repletos de brazos, piernas, cabezas. La Policía asegura que todos los descuartizados estaban señalados de pertenecer a ‘la empresa’.

Es miércoles 7 de noviembre y en la plazoleta del CAM de Buenaventura Manuel Bedoya, presidente de la Asociación Nacional de Pescadores Artesanales, recuerda que en las últimas semanas los entierros son simbólicos. “En el ataúd solo meten la cabeza o lo poco que encuentren”, dice el hombre que nunca había visto tanta crueldad en su puerto.

Aunque la Policía insiste en que el 90% de las personas asesinadas en el último mes tenía antecedentes judiciales, los habitantes se sienten parte de la guerra. En los barrios, la gente se encierra a las seis de la tarde por temor a los enfrentamientos entre esos hombres armados que se pasean por las calles cargando sus fusiles, como si estuviesen en un campo de batalla.

Ese temor ha generado cinco desplazamientos masivos en las últimas semanas: 4.021 personas; es como si todos los habitantes del municipio de Argelia, en el norte del Valle, hubiesen salido corriendo de sus casas.

El personero Álvaro Martán confiesa que la situación es extrema. Es mediodía y el joven trigueño se limpia el sudor de la cara con un pañuelo, lo hace cada cinco minutos. Cuenta que la entidad está colapsando, a diario reciben unas 200 personas que llegan a pedir refugio porque les dieron 24 horas para abandonar sus hogares.

Mientras atiende esta entrevista, afuera de su oficina hay diez mujeres que lo esperan, dos de ellas cargan bebés. Hace ocho días tuvieron que salir del barrio Juan XXIII debido a las amenazas. Desde entonces, han estado en casas de familiares y amigos que ya les pidieron irse a otro lado.

Ellas poco saben esos tales ‘Urabeños’, ni mucho menos de ‘Chicho’. No saben que mientras ruegan por un refugio, el hombre que trajo la desgracia al Valle vive tranquilo: ni siquiera hay una orden de captura en su contra.

Génesis paramilitar

Expertos en conflicto afirman que ‘los Urabeños’ siguen siendo fieles a su origen paramilitar, por esa razón se diferencian de otras bandas como ‘los Rastrojos’, que fueron creadas por narcotraficantes.

Investigadores de la Policía Valle explican que por tratarse de una banda criminal fundada por exmiembros de las Autodefensas, resulta común que ‘los urabeños’ combatan a los grupos guerrilleros.

Una de sus modalidades, cuenta la Policía, es que no solo asesinan a la persona con quien tienen una cuenta pendiente, sino que, en algunos casos, matan a sus acompañantes, como una forma de demostrar su poder.

Los oficiales que investigan la llegada de esta banda criminal a la región también sostienen que este grupo, en el último año, ha incrementado su capacidad para crear, como lo hizo en el Valle, franquicias en otros departamentos del país, donde estarían delinquiendo con grupos conformados por delincuentes locales que están autorizados para utilizar el nombre de ‘los Urabeños’.

Cifras

  • 348 muertes violentas, del total de las reportadas este año, estarían relacionadas con la disputa entre bandas criminales.
  • 155 homicidios se contabilizaron en agosto pasado, siendo el mes más violento de este año.
  • 149 asesinatos se reportaron el mes pasado en el Valle del Cauca, 26 mes más que en el mismo período del año anterior.
  • El País (Co) (Colombia)

     


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