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18/07/2012 | Guerra de presidentes

Miguel Angel Bastenier

Álvaro Uribe plantea un asalto en toda regla al poder. Necesita un 'alter ego', y tiene un sucedáneo.

 

Colombia es tierra fértil en conflictos políticos, pero el actual bate varios récords. Un expresidente, Álvaro Uribe Vélez, le ha declarado la guerra al presidente en ejercicio, Juan Manuel Santos, pese a que ambos están sólidamente anclados en la derecha sociológica, el liberalismo ancestral, una excelente posición económica, y son católicos, criollos y descendientes de españoles.

El motivo del enfrentamiento es una presunta traición. El anterior presidente crió a sus pechos, o eso creía él, al que tenía que sucederle, y que en los últimos años de su mandato había sido su ministro de Defensa. Por ello lo presentó en 2010 al electorado como el delfín que continuaría su obra de reducción militar de la guerrilla FARC; oposición encarnizada al chavismo; alineamiento exterior con Estados Unidos; y mimo especialísimo de las Fuerzas Armadas. Y afirma el uribismo que Santos ha engañado al elector, porque no está haciendo nada de todo aquello por lo que fue elegido. Uribe Vélez tenía un sentido tan intensamente patrimonial del cargo, como para esperar que su sucesor aplicara sus consignas, tal que fueran el catecismo del padre Ripalda.

Santos persigue, sin embargo, a las FARC con denuedo, aunque alienta otra vía para concluir el conflicto, la aún muy distante del diálogo; ha cesado en la guerrilla política contra Venezuela para restablecer una fructífera relación económica entre ambas naciones; mantiene una excelente relación con Washington, aunque exhiba maneras de política exterior independiente como su tentativa, quizá demasiado ambiciosa, de convertir a Colombia en el centro geoestratégico de América Latina; y, reputadamente, tiene descontenta a una parte de las FF AA.

En lo que cabe calificar de esfuerzo de modernización del país, el presidente Santos, como el malabarista de circo, puede que haya aspirado a sostener demasiados platos en el aire al mismo tiempo, y algunos se le han caído. Ha prometido mucho y entregado relativamente poco. Y como dice el periodista Antonio Caballero, “se le empezó a venir el escaparate al suelo”. Este año se han acumulado las malas experiencias: fracaso estrepitoso con una reforma de la Justicia que en el Congreso se transformó en un paspartú para la impunidad de los legisladores; grave menoscabo de la seguridad ciudadana, tanto por la delincuencia común como la acción terrorista, hasta el punto de que las FARC actúan objetivamente hoy en favor del uribismo; algún frufrú de sables; lentitud exasperante en operaciones a las que se dio muchísimo aire como la restitución de tierras; y la semana pasada, el fiasco de la visita a una comunidad indígena bajo el fuego oportunista de la guerrilla.

Ante esa situación, Uribe plantea un asalto en toda regla al poder. Pero como es, seguramente, el ciudadano más imposibilitado por la Constitución para presentarse como candidato, necesita un álter ego, un presidente por delegación, como habría querido que fuera Santos. Y ya tiene sucedáneo medio colocado, Oscar Iván Zuluaga, del que el cruel gracejo periodístico dice que lo tiene fácil porque “de entrada ya parece un muñeco”. ¿Qué posibilidades tiene esa arremetida singular del uribismo? Daniel Samper Pizano cree que es positivo que se arme un gran partido de la derecha sobre la base del conservadurismo —conservatismo en colombiano— e importantes sectores del partido liberal, para despejar la caliginosa atmósfera política, y a Caballero le parece incluso bueno para Santos —se supone que por el contraste— contar con semejante adversario. La analista Claudia López sostiene, sin embargo, que si el presidente no obtiene pronto éxitos de gran impacto, puede resultar vulnerable a la ofensiva de su anterior jefe.

Las aspiraciones uribistas de disponer en 2014 de un presidente por poderes las encarna un partido presentado a la afición en los salones de El Nogal, el más renombrado punto de encuentro del establecimiento bogotano, que se llama Puro Centro Democrático, salpicón de personalidades que van desde un teórico centro-izquierda hasta la derecha extrema, y entre sus voces más cualificadas se halla un prófugo de la justicia, otro al que la justicia ya ha alcanzado, y enjundiosos hacedores de reyes como José Obdulio Gaviria Escobar, considerado eminencia gris del expresidente. Finalmente, en un país donde política y periodismo se escriben a menudo con la misma letra, profesionales de la pluma no le habrán de faltar.

Álvaro Uribe Vélez, convencido al parecer de que su destino y el de Colombia son inextricables, ha lanzado el mayor órdago de una carrera que fue ciertamente exitosa durante la mayor parte de sus dos mandatos únicos y consecutivos. Hasta la fecha.

El Pais (Es) (España)

 


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