Bolivia ha quedado en el centro del mapa energético del cono sur sudamericano, donde se dan situaciones de desabastecimiento creciente, que ponen al país en el rol de principal proveedor, aunque también de principal motivo de preocupaciones y temores de los países.

Los vecinos, sobre todo aquellos que reciben el gas boliviano, buscan alternativas energéticas, probablemente impulsados por la inseguridad de la oferta boliviana. El último hecho, relacionado con la rotura de un ducto en el chaco tarijeño, agravada por bloqueos de dirigentes cívicos, llevó esa preocupación a extremos y de esa situación da cuenta la prensa.

La agencia Reuters informó en los días pasados que Brasil acaba de firmar un contrato para usar usinas que funcionen a carbón o bagazo, mientras avanza en los trámites para contar con centrales nucleares. Sus autoridades han hecho saber que pondrán todo el empeño en encontrar nuevos yacimientos de gas en territorio brasileño. En la Bahía de Santos, Petrobras espera producir en el año 2010 alrededor de 30 millones de metros cúbicos diarios. Al mismo tiempo, las estimaciones del consumo dicen que para ese año Brasil requerirá 100 millones de metros cúbicos de gas natural por día.

Todo indica que Brasil necesita llegar a acuerdos con Bolivia y por eso las autoridades de Petrobras han anunciado que ofrecen una sociedad con YPFB. Incluso proponen ayudar a que la empresa estatal boliviana se dote de buenos técnicos, que vengan a reemplazar a los que la empresa perdió en el proceso de capitalización.

Ante estos ofrecimientos, el Gobierno nacional deberá tomar decisiones muy difíciles, pues el mayor vecino del país está ofreciendo una relación de sociedad. Habrá que ver si eso perjudica o no el propósito del Ejecutivo de lograr mejores precios por el gas que Bolivia exporta a Brasil. Que sea una sociedad, pero que Bolivia, como dijo el presidente Evo Morales, deje de tener a las petroleras como patrones y las tenga, en cambio, como socias. La condición que pone la administración de Morales es que la operación resulte en el mayor beneficio posible para el pueblo boliviano, lo que parece totalmente correcto y efectivamente justo.

La República Argentina es el otro comprador del gas boliviano. Y ese país también está mirando con preocupación el futuro, en vista del incremento acelerado del consumo interno. El desarrollo de la llamada cuenca austral es el primer recurso, antes de pasar a buscar hidrocarburos mar adentro.

Bolivia, por tanto, se consolida como una pieza clave en la seguridad energética regional. El país necesita contar con una política energética clara, que no responda solamente a impulsos políticos coyunturales. En efecto, no sólo se trata de la política del gas, sino también de la política de las plantas hidroeléctricas que puede cobijar el territorio nacional.

La crisis de los días pasados en Tarija provocó que incluso Chile se perjudique, pues la Argentina dejó de enviar a ese país el mismo volumen de gas que dejó de recibir de Bolivia.

Los vecinos están hablando, otra vez, de un anillo energético o de una integración energética regional. Bolivia deberá negociar muy bien las condiciones en que participará en ese tipo de acuerdos regionales, poniendo por delante los intereses del país.