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01/04/2006 | Panorama Norteamericano - Frist, Bush y la inmigración

Eduardo Valle

Bill Frist, el líder republicano en el Senado de EEUU, y el presidente George W. Bush traen entre manos una maniobra algo reaccionaria: presionar a la mayoría conformada por los senadores demócratas y un buen grupo de republicanos (a la vista cinco nombres) para hacer retroceder al conjunto del Congreso al plan original del presidente: un programa de trabajadores temporales.

 

Por supuesto, frente a la inmensa ola de manifestaciones iniciadas, increíble, en Chicago, ciudad de trabajadores industriales, tienen algo como moneda de cambio: no romper el círculo de la migración y, así, los trabajadores aspirantes a un permiso de trabajo no necesitarían abandonar el territorio de Estados Unidos, como originalmente deseaba Bush. Y, frente a la inmensa presión de las iglesias y los clubes de mexicanos, se eliminaría la criminalización de las acciones humanitarias. Pero Bush y Frist no quieren dar ni un poquito más. Ese es su juego: un plan más "benévolo" para los felones, los indocumentados: mexicanos y latinoamericanos, pero también asiáticos y hasta irlandeses, quienes orgullosos muestran su bandera el Día de San Patricio.

Pero, y aquí hay un problema serio para los políticos de EEUU: una buena parte de los manifestantes solidarios con los felones criminales sin permiso de trabajo ya votan. Y, también muy importante, otra parte, los estudiantes, quienes por su propia cuenta salieron a proteger a sus padres y familiares, van a votar muy pronto. Si hay un segmento muy importante de electores ahora mismo en las grandes manifestaciones, desde otro punto de vista las manifestaciones estudiantiles son tan importantes como las primeras. Esos estudiantes en unos años votarán: serán ciudadanos plenos de Estados Unidos. De ahí el intento de detener los actos con varios métodos.

Pero no se entienda que Tom Tancredo, el republicano furioso, está solo con algunos. Mire usted esta sabia y pícara solución propuesta por el representante de California, Dana Rohrabacher. No es verdad que los trabajadores llegados desde fuera sean indispensables. ¡Apliquemos la creatividad! ¡Que los presos sean empleados para llenar las vacantes en la agricultura y en todas partes! ¡Bravo!: los 2 millones de presos, la mayoría afroestadounidenses juzgados por la posesión de alguna pequeña cantidad de crack, aplauden tan curiosa y liberadora iniciativa. ¡A las calles, no! ¡Pero sí a los campos de fresas y manzanas! A la construcción y empaque de alimentos. Los presos, al trabajo fecundo y creador; los aplausos en decenas de prisiones son ensordecedores. Lástima que los presos no voten. Además, ahora resulta que el movimiento obrero organizado ya se preocupa por el descenso virtual en los salarios. Y le acompañan senadores demócratas como Byron Dorgan, quien denuncia el proyecto de ley del Comité Judicial del Senado como "una estrategia de las corporaciones para mantener bajos los salarios; se trata de desplazar a los trabajadores estadounidenses". Se va a crear un estatus de trabajadores "de segunda clase". No de tercera como ahora, afirmamos muchos, incluyendo sindicatos, grupos pro inmigrantes y grupos de negocios.

Pero más allá de polémicas cifras sobre el impacto de los inmigrantes en materia de salarios (hay estadísticas para todo en este asunto), lo real es lo que afirma Steven M. Ladik en el diario The Washington Post el 31 de marzo, en el articulo titulado "La inmigración divide a los aliados": "El hecho es que las economías de Texas, Illinois, California, Nueva York y la mitad del país podrían colapsarse si mañana tronáramos los dedos y cada indocumentado saliera del país... La construcción, los hospitales, la industria médica, las manufacturas, todos estos segmentos de nuestra economía son dependientes de estas personas".

Y si los congresistas de EEUU escucharan lo que afirma Larry Rubin, jefe ejecutivo de la Cámara Americana de Comercio en México, pensarían que los tacos ya le afectaron el cerebro; escuchemos al señor Rubin (EL UNIVERSAL; 29 de marzo): "Lo que queremos es más integración entre Estados Unidos, Canadá y México y, obvio, la inmigración es una parte importante de ello". Resolver este asunto, enfatiza Rubin, "es vital para los intereses de los negocios estadounidenses en México tanto como en el propio Estados Unidos".... "Ellos (los senadores) saben que hay una urgente necesidad de recursos humanos en EEUU. Se espera que 30% de la fuerza de trabajo en EEUU estará forzada a retirarse en los próximos tres años; y no hay suficientes estadounidenses para llenar esos trabajos". Eso dijo el señor Rubin y debo enfatizar dos cosas: primero quien escribe y el señor Rubin no se conocen ni nunca han hablado. Y, segundo, y más importante dato: esa Cámara representa a 92% de las inversiones estadounidenses en México. Y emplea a cerca de uno de cada cuatro trabajadores mexicanos. Uno de cada cuatro; las empresas afiliadas en México también están en EEUU. Es más; vienen de allá, son transnacionales. Ahí está el artículo firmado por Kelly Arthur Garrett.

¡Vamos!: hablemos claro. Desde los primeros meses del primer periodo del presidente Bush estaba claro que una de las políticas que definirían su mandato sería la migratoria. El acuerdo para la legalización de los indocumentados comenzaba a definirse y, desde entonces, Bush comenzó a proponer un plan de trabajadores huéspedes. Entonces apareció Osama bin Laden y el terrorismo. Y luego el presidente Bush se lanzó a una invasión a Irak, la cual sus vecinos canadienses y mexicanos no aprobaron. La situación se complicó y la política migratoria quedó relegada a sordos esfuerzos oficiales. Pero sólo en apariencia; porque la economía de EEUU continuó demandando la creación de nuevos empleos que sólo llenaban los indocumentados, como afirma el abogado Ladik. Y, de repente se atravesó Katrina: quedó obvio, claro como el agua, se ofrecían trabajos que los anglos y los afroestadounidenses no llenarían. Regresó así el presidente Bush al plan de trabajadores huéspedes. Pero a Tom Tancredo y su pandilla se les pasó la mano. Dos cachetadas: se buscó declarar criminales a los indocumentados y hasta castigar la ayuda humanitaria. En el delirio, se exigía que el trabajador saliese de territorio de EEUU para solicitar su reingreso. Mayor fue la respuesta de movilización: llegó la primavera y el despertar.

Los políticos estadounidenses más sensibles (y con mayor capacidad de mirar al futuro) entendieron que la propuesta de Bush solucionaba muy poco y era de corto plazo. Specter, McCain, Kennedy y Feinstein argumentaron con gran inteligencia para eliminar la criminalización y para restablecer en principio el ciclo migratorio. Y fueron mucho más allá de lo deseado por George W. Bush. Hasta abrir caminos a la ciudadanía. Y ahora en el pleno del Senado este proyecto de ley tiene que enfrentarse con el oportunismo del precandidato Bill Frist y la maniobra del presidente y sus amigos republicanos en el Capitolio. Todos ellos insisten sólo en un plan de trabajadores huéspedes; aunque ya hacen algunas concesiones, obligados por la realidad de la primavera del despertar. Ahora usan el término "amnistía" para espantar a quien se deje. ¡Vaya amnistía!: hay que pagar multa, impuestos atrasados, hablar inglés y colocarse, y ello es correcto, al final de la fila -lo cual significa cerca de una década de duro trabajo, para alcanzar la plena regularización.

Por si fuera poco, en Cancún los mexicanos y canadienses alcanzaron acuerdos significativos en materia de empleo y seguridad; mientras el primer ministro Harper le recordó a Bush que hay asuntos comerciales muy importantes pendientes. Aunque, es cierto, resulta imposible ignorar que Washington y no sólo la Casa Blanca ya están mostrando un nuevo talante: hay deseos reales de diálogo en materias centrales para la vida de las tres naciones. No es algo espectacular; pero vaya si nos interesa a todos.

 

El Universal (Mexico)

 


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