Los tiempos de hegemonía política, de control de los factores de poder y de permisividad con prácticas poco transparentes se habían terminado. El PRI necesitaba atravesar un profundo proceso de reorganización interna para proyectar una nueva imagen y un nuevo mensaje de cara a la ciudadanía. Cinco años después encontramos un partido diferente: que ha cosechado enormes triunfos electorales en 2004 (7 de las 10 gobernaciones en disputa, intendencias en varias capitales de provincia, recuperó el lugar de primera fuerza del país medida en caudal de votos), que está pronto a solucionar su complicada situación financiera, que se ha mantenido relativamente cohesionado y que, desde la oposición y (generalmente) dentro de los límites que marcan las normas e instituciones, ha recuperado la iniciativa política. Parte importante de estos logros se deben al accionar del líder que ha comandado la incipiente renovación del Revolucionario Institucional, su presidente, Roberto Madrazo Pintado.

Este abogado de 52 años se inició tempranamente en la política (que le venía de familia), ingresando en su juventud a la administración pública del Distrito Federal. En 1976 ganó su primer cargo de representación popular como diputado federal. De allí en adelante construyó una sólida carrera legislativa desempeñándose como senador y nuevamente como diputado en los ’90, y destacándose por su trabajo informal de negociación y concertación entre bloques para lograr el tratamiento y aprobación de iniciativas complejas. En la segunda mitad de los ’90, Madrazo fue elegido gobernador de su estado (Tabasco), impulsando durante su gestión una profunda reforma política y judicial y manteniendo la defensa de las autonomías y los recursos estaduales. Paralelamente, desarrolló una importante carrera en las estructuras del Partido Revolucionario Institucional, militando en el grupo afín al asesinado candidato a presidente Luis Donaldo Colosio.

Tras la derrota de Labastida en las urnas frente a Fox, el PRI realizó elecciones internas para renovar su dirigencia. En ellas se impuso la fórmula Madrazo-Gordillo (presidente y secretaria) con el sugestivo slogan “Dale un Madrazo al Dedazo” (que sería algo así como “dale un golpe a la designación a dedo” haciendo un juego de palabras con el apellido del candidato). El ex gobernador de Tabasco se presentaba, de esta forma, como un político con base tecnocrática capaz de comandar la transición del PRI hacia una estructura de organización moderna, profesionalizada y más democrática.

Como habitualmente sucede, entre las promesas y la realidad queda un trecho bastante amplio, cuestión que se puso claramente de manifiesto en el PRI a mediados de 2004. Una mezcla de asuntos (ambiciones personales, preparación para las presidenciales 2006, colaboración con el gobierno, la Convención Nacional Hacendaria, la propuesta de extender el IVA a medicinas y alimentos) condujo a un fuerte enfrentamiento en la cúpula partidaria entre Madrazo y la secretaria general (quien además coordinaba al bloque de diputados priístas en la Cámara y es la dirigente del sindicato de docentes) Elba Esther Gordillo. La primer víctima de este enfrentamiento fue la tan delicada unidad partidaria, ya que tras meses de amagues y amenazas, en diciembre pasado Gordillo blanqueó su involucramiento en la conformación de un nuevo partido (Nueva Alianza) que, de conseguir la inscripción, podría restarle al PRI cerca de medio millón de militantes y varias veces ese número de votantes.

Tras Gordillo vinieron los gobernadores quienes, una vez superadas las pruebas de las elecciones regionales, fijaron sus ojos en las presidenciales. Un grupo de influyentes mandatarios (grupo “Unidad Democrática”) le reclamó a Madrazo que blanqueara sus intenciones presidenciales y que, en aras de la equidad de la competencia, abandonara su cargo de presidente del partido y contendiera desde el llano. ¿Qué es lo que sucede? Pese a este halo tecnocrático y democrático (y a las efectivas reformas realizadas), ante los ojos de la sociedad mexicana Madrazo tiene realmente muy mala imagen. A pesar de su gran exposición pública en función de los cargos que desempeñó y de su papel como presidente del PRI, en todos los sondeos figura por detrás de otros posible candidatos, como López Obrador del PRD o Creel del PAN. En el PRI saben esto y no quieren tomar riesgos: respaldar a un candidato con mala imagen es algo que puede dañar a todo el partido y forzarlo a pasar otro sexenio fuera del poder. Por otro lado, los restantes potenciales candidatos príistas que se han "auto-proclamado” no cuentan con la misma fuerza ni la misma trayectoria que el actual presidente del partido. Entre ellos encontramos figuras como el coordinador de los senadores Enrique Jackson, el ex gobernador de Veracruz Miguel Alemán o el actual mandatario de Hidalgo Manuel Angel Nuñez Soto. Si el PRI se decidiera a apoyar a alguno de éstos y movilizara toda la maquinaria partidaria, muy probablemente tendrían una oportunidad seria de disputar la presidencia. Ahora, con Madrazo al frente del partido esta movilización de recursos no sucederá.

La arena para dirimir esta disputa es la 19ª Asamblea Nacional del Partido que acaba de comenzar. Ésta se encargará de definir la plataforma para el candidato, así como las reglas internas para su elección (uno de los temas más problemáticos desde el fin del “Dedazo”). Entre los métodos de selección se barajan principalmente dos: la convención de delegados y la consulta a las bases (algo con lo que el PRI viene “amenazando” pero difícilmente termine concretándose). Otros temas vinculados con la elección son el requisito de que ninguno de los postulantes ocupe un cargo público o partidario luego de marzo de 2005 y el total apego a las decisiones del Comité Ejecutivo Nacional del partido, cualesquiera que éstas sean, como única forma de garantizar la unidad.

Probablemente en la Asamblea “corra sangre” y el partido sufra, como viene sucediendo en los últimos 20 años, alguna fractura importante de disidentes que no encuentran lugar. Esto afectaría gravemente el liderazgo de Madrazo. Los príistas saben que sus oportunidades presidenciales dependen de permanecer unidos, pero hasta el momento para lo único que parecen haber podido unirse es para enfrentar al presidente del partido. En los medios ya se habla de la existencia del denominado Grupo Tucom (Todos Unidos Contra Madrazo) que buscaría desbancar al presidente y despojarlo de su influencia para las “primarias”. El tema ahora está en poder de la Comisión Auxiliar de procesos internos, un grupo de trabajo constituido ad-hoc para establecer reglas democráticas para la postulación del candidato.

Sea cual fuere el resultado, los propios príistas son conscientes que “el modelo del PRI, ante la pluralidad de partidos, entró en crisis" y los cambios que se resistieron a hacer voluntariamente en 2000 deberán hacerlos a la fuerza ahora. Resta ver si Madrazo logra emplear sus dotes de negociación y concertación para reorganizar y apaciguar a su propia tropa.

Fuentes: El Universal, Reforma, Página de Tabasco, Página del PRI, Declaraciones de la Comisión de Ideología del CEN del PRI, Actas de la 19º Asamblea.