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26/04/2012 | De vicios públicos y servicios secretos

Ileana Ros-Lehtinen

Aterrizan en cualquier parte del mundo a cumplir misiones peligrosas. Cual enjambre de tropas territoriales, se comportan con la misma disciplina de soldados y marinos en cualquier base militar del planeta. Hombres con adrenalina y testosterona sobredimensionadas, condicionados a sacrificar sus vidas por la seguridad de otros más importantes. Son soldados que enfrentan otro tipo de enemigo y defienden otro tipo de fronteras. Nervios de acero en cuerpos de carne y hueso, con sus instintos, pasiones e imaginarios eróticos.

 

Abnegación –eso de dar la vida propia por la de otro– que entre hombres se premia y recompensa. ¿Y cuáles son las prebendas que el patriarcado se reserva?
Entre otras, el ejercicio autorizado de la prepotencia masculina contra el desempoderamiento que representa la hembra, sobre todo la hembra pobre y manipulable.

 Así en la paz como en la guerra, los poderes proxenetas hablan el mismo idioma, sean colombianos, japoneses, egipcios, chinos, americanos o franceses. Hace mucho que se estudia y documenta que en el perímetro de todas las bases militares abundan los prostíbulos. Sobresaliente es la obra de la feminista Cynthia Enloe ( Bananas, Beaches and Bases, su obra cumbre). ¿Quiénes frecuentan estos burdeles? No hay que ser Einstein para adivinarlo.


La caza de prostitutas y también de mujeres locales en el Tercer Mundo es tema para llenar varias bibliotecas. ¿Qué es Madame Butterfly si no la historia de una japonesa burlada por un norteamericano? ¿Qué de los miles de hijos que dejó el ejército de EE.UU. en Vietnam en los sesenta, o los que dejó en Angola el ejército cubano en los ochenta? ¿Qué de las aborígenes y africanas en cuyos vientres Europa conjuró botín, bolsa y bastardía durante cuatro siglos?


Los sexólogos afirman que el peligro –o el miedo– intensifica el deseo sexual. La libido en los ejércitos y servicios secretos debe elevarse con la excitación del riesgo. Además, mientras están de guardia, la vida personal queda [injustamente] engavetada, los deseos [cruelmente] reprimidos. No hay nada más intensificante de lo prohibido que la prohibición misma. ¿Se va a los prostíbulos sólo por la variedad o por desahogo?


Esas son sólo dos razones. Los hay que van con morbo hambriento. Los que disfrutan violar las reglas. Los que disfrutan violar. Los que necesitan el sexo “sucio” más allá del “limpio” que les brinda la esposa, la amante o la novia. Los hay con complejos insuperables que necesitan pagar por el sexo para gozarlo.


Y los hay que tienen permiso tácito para ejercer impunemente la predación sexual. La relación cliente-prostituta sirve de metáfora de las relaciones de poder a nivel internacional en que la naturaleza muerta –territorios, fronteras, recursos– se ocupa, explota y atropella, y la naturaleza viva –mujeres y niñas- se ultraja y cosifica.
Un estudio reciente de la Universidad de Columbia (NY), el Instituto Americano de la Salud y los laboratorios Glaxo-SmithKline, y publicado este mes en Frontiers in Evolutionary Neurosciences, plantea que la persona que huye del peligro es más inteligente que quien enfrenta el reto. Sabemos que la piñacera es de trogloditas, y el dialogar de genios.¿Están los ejércitos y los servicios secretos repletos de asémilas?
Tal embrutecimiento empieza por una educación deficiente y superficial; por un desperdicio endémico de tiempo y neuronas delante del televisor –y también de la computadora- que hace de la persona un autómata torpe e incapacitado social que no distingue entre realidad y virtualidad.


Los 21 agentes del Servicio Secreto de EE.UU. no distinguieron en Cartagena entre la realidad real y la virtual. No es coincidencia que haya sido Colombia el escenario del escándalo, que más que sexual, subraya el descalabro patriarcal ante los temas de género en política internacional. ¿Se hubieran atrevido en Londres, Praga o Montreal? El asunto es la percepción de que en el traspatio tercermundista puede hacerse cualquier desfachatez. Las latinas son mujeres calientes y sexuales, ¿qué americano no piensa eso de venezolanas, brasileras y dominicanas? ¿Guardias americanos con prostitutas colombianas? ¿En una cumbre de jefes de estado? Pudo haber sucedido en Río de Janeiro, Ciudad México o Caracas.


¿A quién buscaban en Cartagena estos agentes secretos? ¿A francotiradores o terroristas con el presidente Obama en la mirilla? ¿O a la doble de la despampanante, sensual, playboyesca colombiana Gloria Delgado-Pritchett de la superpopular serie de televisión Modern Family?

Los prostíbulos –legales o no– seguirán proliferándose, desde Cartagena hasta Bangkok, porque para mantener celibatos –religiosos o militares- tiene que haber víctimas manoseables que el Poder pueda aprovechar. La obscenidad no está en la prostituta de la primera plana. Está en la supremacía machista que perpetúa su explotación.

Miami Herald (Estados Unidos)

 


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