Entre los siglos XVI y XVIII la noción del Estado habría de asentarse en una concepción mercantilista de la economía. El auge del mercantilismo resultará paralelo al del absolutismo, transformándose en una dualidad indisoluble. A finales del XVIII tanto el mercantilismo como el absolutismo hicieron crisis. La convergencia de la economía de mercado en lo económico y del estado de derecho en lo político, generó las bases de un nuevo orden. El llamado orden liberal, el cual buscaba trazar límites precisos al Estado, poniendo barreras al ejercicio de su poder. No obstante, lejos de iniciarse en ese momento el declive del Estado, el mismo va a adquirir un segundo aire con la aparición del fenómeno nacionalista. De acuerdo con éste, la lealtad fundamental del ciu dadano debía ir dirigida al EstadoNación.

El período comprendido entre finales del XVIII y comienzos del XIX es conocido como la "Era de las Revoluciones". Durante ese tiempo se producen la Revolución Americana, la Francesa y la Guerra de Independencia Hispanoamericana, todas las cuales se asientan sobre la idea del Estado-Nación. La tesis de la soberanía popular, originaria de Rousseau, provee las bases para la consolidación de este nuevo concepto de Estado. A todo lo largo del siglo XIX el poder del Estado se fortalecerá en Europa, cabalgando sobre la idea del nacionalismo. Surgirán en ese momento nuevos Estados centralizados como Alemania e Italia.

El siglo XX llevará al Estado a límites nunca antes vistos. En él se producirá la estadolatría de los totalitarismos fascistas y comunistas. Terminada la II Guerra Mundial, por su parte, el Estado-Nación se identificará con el proceso de la descolonización, expandiendo su ámbito a nivel planetario. Por lo demás, el período comprendido a partir de la II Guerra se caracterizará por la contraposición de dos poderosos Estados y de sus respectivos aparatos bélicos y de seguridad nacional: Estados Unidos y la Unión Soviética.

La década final del siglo XX traerá consigo un auténtico cataclismo en relación a la noción del Estado, llevándola a su mayor crisis histórica. En lo jurídico, en lo político y en lo económico, la supervivencia del Estado como organización política fundamental se encuentra en entredicho. Varias serían las razones de ello. El colapso del comunismo aparejó la implantación de todo un conjunto de ideas y paradigmas emergentes y brindó renovada fortaleza al fenómeno étnico. El éxito del proceso unitario europeo redefinió los términos de la relación existente entre organismos supranacionales, Estados y entidades autonómicas. Se ha consolidado una oligarquía de Estados, so bresaliendo allí Estados Unidos, que reivindica para sí derechos y prerrogativas que no se le reconocen a los demás estados. La globalización de la economía vino acompañada de redes y mecanismos que se imponen y sobreponen al Estado. Una dinámica oligopólica de megafusiones ha incrementado sustancialmente el poder de las trasnacionales.

No hay que olvidar, sin embargo, que la debilidad de Estado termina siendo la del ciudadano mismo. La crisis del Estado se traduce en un ciudadano librado a las fuerzas implacables del mercado y desdibujado de su identidad.