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12/10/2011 | EE.UU.: Envíandole el mensaje equivocado a China

James A. Dorn

Promoviendo la aprobación de la Ley de Reforma a la Supervisión del Tipo de Cambio de Divisas, el senado de EE.UU. le ha enviado un mensaje equivocado a China, el mercado de mayor crecimiento para nuestras exportaciones. Le hemos dicho a Beijing que solo nosotros sabemos el valor real del tipo de cambio dólar-yuan y que tenemos la autoridad para penalizar unilateralmente a las empresas chinas que coloquen precios a sus productos utilizando el tipo de cambio oficial, el cual se considera que subvalúa al yuan entre 12% y 50%.

 

Una de los co-patrocinadoras de la Ley de Reforma, la senadora Olympia Snowe (Representante de Maine del Partido Republicano), asevera que “la manipulación de la moneda por parte de China ha sido uno de los grandes obstáculos para nuestro sector manufacturero”. Aún así el Departamento de la Tesorería nunca ha denominado a China como un “manipulador de moneda” y el término nunca aparece en la ley. De hecho, en términos reales (después de haber sido ajustado por la inflación), el yuan se ha estado apreciando alrededor de un10% en relación al dólar este año. Y hay poca evidencia de que un yuan más fuerte podría reducir el déficit comercial de EE.UU. con China o mejorar la situación de los empleos.

Al promover la ley, la senadora Snowe argumentó que “Si alguna vez hubo un momento de apoderar a la fuerza laboral cuando se trata de competir en la economía global, ese momento es ahora”. Una retórica similar ha venido de otros patrocinadores importantes tales como los senadores Sherrod Brown (Representante de Ohio del Partido Demócrata), Charles E. Schumer (Representante de Nueva York del Partido Demócrata) y Lindsey Graham (Representante de Carolina del Sur del Partido Republicano).

Ninguno de esos senadores proteccionistas mencionan que el deprimente estado del mercado laboral en EE.UU. se debe principalmente a nuestros propios errores de políticas públicas, incluyendo un exceso de regulaciones, impuestos altos sobre el capital, incertidumbre debido a la falta de reglas transparentes en las políticas fiscal y monetaria, leyes laborales que favorecen a los sindicatos y aumentan considerablemente los costos laborales y un gasto público descontrolado que desacelera el crecimiento económico y la creación de empleos.

Culpar a China de nuestros problemas es políticamente atractivo pero peligroso. Desde 1978, China ha liberalizado significativamente su economía y ahora es la segunda nación más importante en el mundo en cuanto a comercio. Los consumidores estadounidenses se han beneficiado de precios más bajos y deun mayor número de opciones de las que se hubieran beneficiado si China hubiese seguido el camino del monopolio estatal.

En el proceso de la globalización algunos productores estadounidenses han salido perjudicados y se han perdido empleos. Sin embargo, otros factores como los altos costos laborales de los sindicatos, los cambios tecnológicos y los cambios en las preferencias de los consumidores han sido importantes determinantes de qué trabajos fueron creados y cuáles fueron destruidos. Tratar la “manipulación” de la moneda como un subsidio sobre el cual se puede hacer algo dentro del ámbito de la ley comercial de EE.UU. abre una caja de Pandora para que se politice todavía más el comercio entre EE.UU. y la China.

Bajo la Ley de Reforma, el Secretario de la Tesorería de EE.UU. debe reportar al congreso dos veces al año e identificar como una “acción de prioridad” a cualquier país que “ha desalineado fundamentalmente su moneda”, lo cual estaría indicado por una acumulación sostenida de reservas de divisas extranjeras, entre otros factores. China, con más de $3 billones de reservas de divisas extranjeras, es el principal blanco de esta legislación.

La verdadera intención de la ley es penalizar a China por su gran superávit comercial con EE.UU., que se supone es el resultado de un yuan subvaluado. La verdad es que el superávit comercial se debe a muchos factores. Un superávit comercial simplemente refleja un exceso de los ahorros por sobre la inversión en China. El propósito del comercio es aumentar la riqueza, no crear empleos.

Si China quiere anclar su moneda al dólar a una tasa artificialmente baja y acumular reservas en la forma de deuda pública de EE.UU., deberíamos agradecerle a China por proveernos con más oportunidades de consumo y por mantener las tasas de interés en EE.UU. más bajas de lo que fuesen de otra manera.

Una de las consecuencias imprevistas de la voluntad de China de acumular reservas, que se deriva de la subvaluación del yuan, es que los chinos se han visto obligados a posponer el consumo actual y un estándar de vida mejor al dirigir los ahorros hacia el financiamiento del gasto deficitario de EE.UU. —permitiendo que el gobierno federal se expanda.

Enfocarse de manera obtusa en la balanza comercial y el tipo de cambio desvía nuestra atención de un asunto que es mucho más importante —los controles de capital de China. Aunque el yuan es convertible en la cuenta comercial, este no es libremente convertible para las transacciones financieras. La Ley de Reforma no aborda este asunto. Al implicar que China está haciendo trampa al manipular su tipo de cambio, la ley perjudicará las relaciones entre EE.UU. y China.

La buena noticia es que la ley seguramente no será aprobada por la Cámara de Representantes, aunque una ley similar fue aprobada por esta cámara el año pasado cuando los demócratas tenían la mayoría. Además, hacer de las monedas subvaluadas un subsidio procesable es poco probable que no violente las normas de la Organización Mundial del Comercio.

China actualmente es considerada una “economía que no es de mercado”. Hasta 2007, los aranceles de retaliación no podían ser utilizados en contra de China. En cambio, la metodología del antidumping fue utilizada para determinar si China estaba vendiendo en el mercado estadounidense a precios “injustos”. Esa metodología está mal concebida y necesita ser reformada.

Introducir todavía otro factor complicado –“monedas fundamentalmente desalineadas”— a la fórmula enriquecería a los abogados comerciales y mantendría a los burócratas empleados, pero solo a costas de la creación de riqueza y del comercio libre.

EE.UU. debería usar el Diálogo Estratégico y Económico para promover el comercio y la liberalización de las inversiones y reconocer que a China le conviene permitir una mayor flexibilidad en su tipo de cambio. No tiene sentido que un país necesitado de capital, como China, sea un exportador neto de capital y acumule miles de millones de dólares en deuda pública de EE.UU.

Washington debería darle la bienvenida a la inversión directa proveniente de la China que no afecte la seguridad nacional y a la oportunidad de comerciar con este país. El comercio, no el proteccionismo destructivo (detrás del disfraz de rescatar empleos en EE.UU.) es el único camino hacia un desarrollo pacífico.

Este artículo fue publicado originalmente en Forbes.com (EE.UU.) el 4 de octubre de 2011

El Cato (Estados Unidos)

 


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