La campaña electoral italiana ha abierto el mercado de fichajes internacionales. Silvio Berlusconi y Romano Prodi tienen un mes para hacerse con el apoyo de los pesos pesados de la política mundial de cara a las elecciones del 9 de abril. En ello están aunque, esta vez, «Il Cavaliere» parte con ventaja. Ayer fue recibido en la Casa Blanca por el presidente George W. Bush, quien incluso le permitió amenizar una sesión del Congreso con una de sus coloridas arengas. Desde Roma, Prodi respondió con malicia: «Le están dando su fiesta de despedida». Y Berlusconi contraatacó aún con peor intención: «No es una fiesta de despedida, sino el funeral de Prodi. Lo que le pasa es que tiene envidia». 

Entretanto, «Il Professore» tuvo el lunes como comensal al ex canciller alemán Helmut Kohl, que regaló a Prodi un piropo más que apasionado: «En los momentos más problemáticos emergen líderes como De Gasperi, Adenauer y Churchill. Prodi está entre los que han llevado la bandera de Europa», dijo. La pelea por coleccionar aliados de talla internacional, da igual su color político, no ha hecho más que comenzar. 

La de los amigos poderosos no es una disputa folclórica en Italia. A derecha e izquierda, todos tratan de ganarse el consenso de los líderes internacionales para presentarlos como garantía ante una opinión pública muy atenta a la diplomacia. La cultura trasalpina considera la amistad un valor por sí mismo, independientemente de con quién se selle. Incluso en su vida cotidiana, el italiano busca compulsivamente la empatía, que no sólo sirve para vivir en armonía, sino que además es necesaria para encontrar trabajo, agilizaciones burocráticas, e incluso los mejores filetes en la carnicería. Por eso los políticos le dan tanta importancia al consenso internacional. Sus ciudadanos consideran que da igual con quien, no importa a qué precio: la clave es tener buenas relaciones, una actitud por otra parte indispensable para un país exportador. 

Además de Bush, los mejores amigos de Berlusconi son el presidente ruso, Vladimir Putin, el premier británico, Tony Blair, y el dictador libio, Muamar Gadafi, quien por la proximidad entre Libia e Italia es un aliado estratégico clave. 

Mientras, las amistades de Prodi nos llevan a Bruselas, donde los viejos europeístas continentales ven en él a un aliado natural, un hombre que guió a la UE en su último periodo feliz. Y pese a que en estas elecciones representa la izquierda, Prodi se codea sobre todo con los exponentes de la derecha moderada, de la que además es socio. A Berlusconi, especialmente desde el semestre de Presidencia italiana, no le guardan ningún cariño en las sedes de la UE, afrenta que tampoco parece importunarlo.

Como era de esperar, Berlusconi aprovechó su encuentro con Bush para justificar la retirada de sus 3.000 efectivos de Irak. «Es un plan que hemos acordado con nuestros aliados y con el Gobierno iraquí», destacó Berlusconi, quien aseguró que las tropas del nuevo Ejército iraquí están preparadas para hacerse cargo de la seguridad en la zona.