Morales, el líder cocalero que durante su campaña electoral gritó más de una vez ''viva la coca, mueran los yanquis'', y quien me dijo una vez en una entrevista que ''la cultura de Occidente es la cultura de la muerte'', ha estado enviando señales mixtas desde su toma de posesión del 22 de enero.

Morales se reunió por una hora con el jefe de asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado norteamericano, Thomas Shannon, el 21 de enero, el día previo a su toma de posesión. Y poco después tomó una llamada de cortesía del presidente Bush. Desde entonces, Morales ha evitado ataques personales a Bush, a quien pocas semanas antes había llamado ``un asesino''.

Aunque el discurso de toma de posesión de Morales parecio una reliquia de los años sesenta --culpó a los ''extranjeros'' del ''permanente saqueo'' de las materias primas bolivianas, y juró nacionalizar los recursos naturales del país-- hasta ahora ha evitado una confrontación con los Estados Unidos.

Pero hay dos escuelas de pensamiento dentro de la comunidad diplomática y académica norteamericana sobre el comportamiento de Morales.

Los optimistas dicen que Morales podría moderarse, y que Washington debe tratarlo como un potencial amigo. Los que apoyan esta teoría, entre quiénes se cree está incluida la Embajada de los Estados Unidos en Bolivia, argumentan que Morales se está dando cuenta que necesita los más de $80 millones anuales de ayuda económica norteamericana, y que sabe que un 10 por ciento de las exportaciones bolivianas dependen de un tratado comercial preferencial con Estados Unidos que expira este año.

Pero hay más que eso, dicen los optimistas. Brasil es el inversionista extranjero más grande en Bolivia, y eso le da al presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, un izquierdista moderado, más influencia que nadie sobre Morales.

Además, hay una creencia difundida en Bolivia de que el enamoramiento político de Morales y Chávez ya no es tan apasionado como antes. Durante las ceremonias de toma de posesión de Morales, Chávez fastidió a muchos bolivianos al actuar como si él fuera el dueño del lugar. Y promesas venezolanas de enviar maestros y donar $30 millones aún no se han materializado.

Lo que es peor, la promesa de Chávez de construir un gasoducto de 8,000 kilómetros de Venezuela a Argentina podría perjudicar a Bolivia. El proyecto le permitiría a Argentina y Brasil comprar gas subsidiado de Venezuela, por mucho menos de lo que ahora le pagan a Bolivia.

Los pesimistas, incluyendo a otros diplomáticos de Estados Unidos en la región, dicen que Morales está haciendo exactamente lo que hizo Chávez al principio de su mandato: jugar a ser moderado durante seis meses, mientras convoca a una Asamblea Constituyente que redacte una nueva Constitución y le de poderes absolutos.

Efectivamente, el artículo 8 del proyecto de ley enviado por Morales al Congreso convoca a elecciones el 2 de julio para escoger la nueva Asamblea Constituyente, y propone que los integrantes de la asamblea sean elegidos en una forma que virtualmente elimina la posibilidad de una representación de la minoría.

Según el proyecto de ley, si un partido político o un grupo indígena gana el 50 por ciento más un voto en su distrito, se le asignarán la totalidad de los tres asientos a la asamblea de ese distrito. Morales ganó las elecciones con un 53 por ciento del voto, lo que significa que si mantiene esos porcentajes en la mayoría de los distritos, la Asamblea Constituyente seguiría unánimemente sus directivas.

Además, el proyecto de ley presidencial establece que la Asamblea Constituyente ''no puede aceptar limitaciones que socaven su poder'', y que su tarea será la de ''refundar la nacion''. En otras palabras, le daría a Morales un cheque en blanco para convocar nuevas elecciones para todos los puestos públicos, con nuevas reglas de juego diseñadas a su favor, y reemplazar a los recién electos prefectos provinciales que hoy día constituyen la principal fuerza de oposición.

Mi conclusión: si el proyecto de ley de Morales es una estrategia de negociación para luego aceptar una propuesta más respetuosa de las minorías, no hay mucho que criticar. Pero si Morales realmente quiere aprobarlo como esta, Bolivia esta en camino a una dictadura electa, y pronto dejara de ser una democracia representativa con pesos y contrapesos, y controles sobre el poder central. Ojala los bolivianos se den cuenta de que el poder absoluto corrompe y empobrece a los pueblos.