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07/01/2005 | La economía rusa vivirá un año de la liberalización absoluta

Dmitri Kosyrev

De entre un sinnúmero de cifras que caracterizan los resultados del desarrollo económico de Rusia en el año saliente y las expectativas del año entrante, llamó la atención del autor de estas líneas la siguiente: 30%. Precisamente en tal proporción las autoridades recomiendan aumentar la retribución del trabajo de los ocupados en los sectores presupuestados de la economía nacional.

 

Según se desprende de las explicaciones que dio el vicepresidente del Gobierno ruso, Alexander Zhukov, se trata de proceder al aumento de la cuantía del salario mínimo interprofesional, tarea bastante difícil de acometer en las regiones que no pertenecen a la categoría de prósperos. No obstante, los resultados que proporcionará esta medida están a la vista. Primero: los ocupados en los sectores presupuestados que tradicionalmente cobran poco -es decir, maestros, agentes de policía, médicos y enfermeras de los establecimientos de sanidad públicos- verán aumentados sus salarios. Segundo: por esta vía les serán compensados hasta cierto punto los malos momentos que tendrán que afrontar en 2005 en relación con la ya anunciada subida de tarifas de servicios comunales y de rentas de alquiler de viviendas, sector en el que a ritmo acelerado se introducen los mecanismos de mercado. Tercero: la gente, o sea, los consumidores contarán con más dinero. De un lado, el país puede permitirse tal lujo y el Estado dispondrá de los recursos para costearlo, debido a que en 2005 la economía rusa registrará la tasa de crecimiento entre el 5,8% y el 6%, según los estimados del ministro de Desarrollo Económico y Comercio, Guerman Gref. Al propio tiempo el aumento de la masa monetaria acentuará las tensiones inflacionistas las que ya "han pasado de la raya", declaró hace días el presidente de la Unión de Industriales y Empresarios de Rusia, Arkadi Volski.

No obstante, sin la inflación la economía permanecerá en la trampa que le tendieron el fortalecimiento del rublo y la depreciación de la moneda estadounidense. A lo largo de 2004 los habitantes de Rusia preferían comprar las mercancías de importación relativamente abaratadas, procedentes de la "zona dólar". Mientras los precios de crudo se mantengan en los niveles actuales este fenómeno no tendrá repercusiones negativas en el balance de comercio exterior, pero sí que puede causar deterioro a los productores nacionales que ya reaccionaron al mismo con la desaceleración del crecimiento en distintos sectores. A juzgar por los informes anuales que publican los ministerios y otros departamentos responsables de la gestión económica, las autoridades pretenden proceder a la monetarización de la economía con el fin de remediar la situación configurada. Se trata de potenciar el mercado de consumo interno, estimulando a las empresas nacionales con dinero contante y sonante e incentivos en forma de la inflación.

El mercado de consumo que se desvela hoy como la principal fuerza motriz de las economías ha relegado al segundo plano los tan respetados otrora instrumentos de desarrollo como las exportaciones. Hace unos años el Gobierno japonés intentó reactivar la actividad económica en declive mediante la entrega a los ciudadanos de los vouchers por valor nada despreciable de 1.000 dólares. Esta acción buscaba el objetivo de generar el "boom" consumista y por esta vía mover a los productores a trabajar con mayor empeño, puesto que cuanto más se compra, más se produce. La medida surtió el efecto deseado y la economía japonesa entró en la fase de crecimiento.

Hace días mi colega del Washington Post, Robert Samuelson, planteó el mismo problema, comentando el futuro de la economía estadounidense. En su opinión, se están extinguiendo las fuerzas que "durante decenios iban formando la prosperidad americana". Ante todo, se trata de una colosal demanda ávida en el mercado interno.

Samuelson aduce los datos sobre los resultados del desarrollo económico de EE UU que causan la envidia en Rusia. Así, en Estados Unidos la renta per cápita promedió 40.000 dólares, cifra diez veces más alta que registró Rusia, al establecer su récord nacional. No obstante, el analista advierte que los norteamericanos no pueden vivir más con dinero prestado porque las deudas crecen con mayor rapidez que los ingresos, las acciones no pueden ser más y más redituables y el Estado de bienestar se hace cada vez más costoso.

Sin embargo, Samuelson se consuela con el hecho de que están transformando a la economía mundial China, India y las repúblicas de la antigua URSS, donde millones de personas salen de la pobreza lo que proporciona a Norteamérica una nueva oportunidad: "convertir las exportaciones en un gran sector de crecimiento para EE UU." Desde luego, nadie está en contra de la prosperidad de Estados Unidos. Pero en lo que respecta al papel de Rusia en este proceso, es necesario conseguir que se corone de éxito un nuevo conjunto de las reformas de Putin que está previsto llevar a cabo el año entrante. En este camino no faltan obstáculos, según se desprende de las declaraciones navideñas de los ministros y economistas. En particular, se trata de las fuertes diferencias en el desarrollo entre las regiones prósperas como Moscú (el alcalde de la capital rusa, Yuri Luzhkov, afirmó que la economía urbana creció el 8,7% y en algunos sectores se registraron los aumentos de hasta 20%) y las repúblicas problemáticas del Cáucaso del Norte.

Las autoridades temen, y con razón, cambios en los sistemas de educación y de sanidad que dejarán de recibir las dotaciones presupuestarias directas. Temen encarecimiento de los servicios comunales y muchas otras cosas. Las ideas de por sí son sensatas, pero la puesta en práctica de las mismas podría desilusionar a muchos, al menos durante los primeros uno o dos años. Cabe señalar que Vladimir Putin ve ante sus ojos el caso de su amigo alemán, Gerhard Schroder, quien está enfrascado en las reformas similares y se somete a críticas virulentas.

Pero Rusia es un país específico. El elector evoca con odio las reformas catastróficas que intentaron realizar los primeros gabinetes de Boris Yeltsin. Y la impopularidad de los oligarcas rusos como Jodorkovski tiene las mismas raíces. En lo que respecta a las preferencias políticas y culturales de numerosos electores que entregaron su voto a Vladimir Putin, la mayoría de ellos venera los valores de antaño que rezumen la estabilidad y el orden, incluidos los valores del periodo soviético y de la Rusia imperial. Y nadie se precipita a explicar a estos electores que al socaire del estilo conservador de conducta del equipo de Putin, en Rusia se llevan a cabo las reformas liberales de envergadura nunca vista. Es de esperar que en 2005 se registrarían unos avances notables en su realización, sin que se produzcan conmociones políticas algunas.

RIA Novosti (Rusia)

 


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